Por: Yael Weiss
Fotografía: Yael Weiss, cortesía de Nexos
Para descubrir la pequeña ciudad de las carpas hay que entrar al “Bosque de Tláhuac”, en la periferia semi rural de la Ciudad de México. No se trata de un bosque propiamente dicho sino de un enorme parque bardeado y diseñado para el esparcimiento de los habitantes de esta alcaldía con pocos lujos. En principio las familias pueden patinar sobre hielo, rentar lanchas y remar sobre un lago artificial, echarse un partido de gotcha, admirar el cactario, visitar la granja pedagógica, asistir a talleres artísticos o soltar a sus crías en el “Parque para niñas y niños”, donde hay juegos. El día en que lo visito, sin embargo, no parece que las atracciones estén en funcionamiento. Entro por una puerta lateral y atravieso primero un estacionamiento con vehículos utilitarios destartalados, como camiones de basura y tractores oxidados. Luego cruzo la granja pedagógica abandonada y unas plantas a medio morir con sus cartelitos informativos. De pronto se abre ante mí un vasto espacio con pastos verdes crecidos, áreas de tierra pelona y encima una nueva ciudad de tiendas de campaña de colores. Se han colocado en formación compacta, una junto a la otra como para protegerse.