Por: Laura Sofía Rivero
Ilustración: Oldemar González, cortesía de Nexos
En los últimos meses, una de las cosas que más he extrañado es la perspectiva. Las imágenes que escupen las pantallas no son suficientes para sentirse en otro lugar, alcanzan apenas. Extraño los puntos ciegos, la mirada poliédrica: en diferentes sitios de un cuarto nadie puede ver lo mismo, cada uno fabrica su verdad. Pero al mirar desde los monitores poco queda de esto. Uno tiene que rendirse a la representación fija que nos regresa en el tiempo hasta olvidarnos de los puntos de fuga, de Giotto, que nos acopla a la postura hierática de los jeroglíficos del antiguo Egipto y nos instala en un mundo plano e inmóvil tan distinto a la vorágine caótica e incomprensible de la vida diaria.
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