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Cólera: apuntes sobre el enojo francés

En tiempos tumultuosos, una cosa es clara: la cólera no se vive, se siente.

Por Juan Carlos Serio Covarrubias

Ilustración: David Peón, cortesía de Nexos

Sucedió el martes 27 de junio, a eso de las 08:00 horas. Era el barrio de Vieux-Pont en Nanterre, a las afueras de París. Una zona con grandes desarrollos de vivienda social, hogar de múltiples familias de migrantes que se trasladan día a día a sus trabajos en la ciudad. Ahí, Nahel Merzouk, franco-argelino de diecisiete años, manejaba un Mercedes Benz deportivo de color amarillo hasta que la policía lo detuvo en un control. Ante la negativa a detenerse, uno de los agentes abrió fuego directamente sobre el adolescente quien chocaría el automóvil metros adelante, muriendo mientras recibía primeros auxilios. El asesinato de Nahel fue captado por un testigo y difundido rápidamente en redes sociales, donde se viralizó. Esa misma noche, cientos de personas salieron a las calles para exigir un alto a la racista, clasista e inútil violencia policial que sufren millones de jóvenes en las banlieues parisinas. Las protestas se multiplicaron por una sencilla razón: las condiciones del asesinato de Nahel eran más que conocidas para los habitantes jóvenes de la periferia, quienes son interpelados por las autoridades constantemente en su día a día, cuando caminan por los parques, usan transporte público, compran en tiendas departamentales.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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