México huele a gas

Aunque el presidente estadounidense, Donald Trump, termine con el TLCAN, el país seguirá importando los excedentes energéticos de Texas y Luisiana.

Los industriales y consumidores mexicanos no deben preocuparse por un improbable veto a las importaciones de gas desde Estados Unidos (EU), por una también poco probable terminación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

En realidad, desde su campaña electoral el presidente Donald Trump promovió el regreso del carbón como combustible para generar energía eléctrica, otra de sus causas perdidas. La propuesta no pasa la prueba del medio ambiente ni la de los mercados. Tampoco tiene futuro en México, donde solo se utiliza ese combustible en Coahuila, y, sobre todo, para proteger a los mineros locales.

A pesar de Trump, el ganador de este ciclo económico seguirá siendo el gas natural, que cotiza a buenos precios, es bien tolerado en términos ambientales y está disponible en volúmenes suficientes.

Ni siquiera faltará en los lugares donde no hay producción o no llegan los gasoductos, porque esa molécula tiene la ventaja de comprimirse, transportarse en barco o ferrocarril, y volverse a gasificar para su consumo.

Se somete a temperaturas de hasta 160°C bajo cero y al licuarse, el volumen se reduce unas 500 veces, lo que permite transportarlo a un costo razonable. Es lo que se conoce como gas natural licuado (GNL), y en México se utiliza sobre todo en Baja California y la costa del Pacífico, donde apenas están llegando los ductos de la red nacional.

Nuestro país tiene tres puertos para importar gas licuado: la planta marítima KMS, de capital coreano y japonés, en Manzanillo, Colima, que alimenta una instalación generadora de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y un centro de distribución en Guadalajara. Otro puerto gasero es Costa Azul, cerca de Ensenada, es propiedad de Ienova, una subsidiaria de la petrolera estadounidense Sempra Energy, y regasifica para Tijuana y la zona circundante. Una tercera planta está ubicada en el puerto de Altamira, Tamaulipas, y es propiedad de Vopax Terminals.

La infraestructura nacional

Como alternativa frente a otros combustibles, incluso los renovables, el gas natural goza de una gran aceptación, aunque las condiciones son diferentes según las regiones.

México produce volúmenes insuficientes para satisfacer la demanda, de manera que los estados del norte y centro, en particular Nuevo León, Coahuila, Chihuahua y El Bajío, se surten desde Texas a través de varios ductos, en especial el de Los Ramones.

Con un diámetro de 48 pulgadas y capacidad para 1,000 millones de pies cúbicos/día, Los Ramones es uno de los proyectos más ambiciosos desarrollados por Pemex y sus socios estadounidenses y europeos. Este año, Ienova adquirió por 520 millones de dólares (mdd) una participación adicional en la sociedad que opera el tramo Norte II, con lo que controla 50% del negocio.

Los Ramones lleva una inversión de 2,500 mdd, arranca en Camargo, Tamaulipas, atraviesa Nuevo León y se interna hasta Guanajuato y San Luis Potosí.

Otros ductos con inversiones nacionales e internacionales están en proceso de construcción en el norte y oeste del país, con la intención de servir a estados que carecían del servicio, como Sonora y Sinaloa, Colima y zonas de Jalisco y Michoacán.

Lo que pasa del otro lado

En septiembre pasado, la cotización del gas natural en el mercado Henry Hub, un estándar internacional, estaba en 2.98 dólares/millón de BTU (en 2008 se vendía a más de 8 y 8 dólares).

En general el gas de la cuenca de Texas y Luisiana, ha propiciado grandes inversiones transfronterizas y a ayudado a desarrollar una industria de alto nivel, ahora inquieta por los reproches de Trump y su insistencia en modificar, incluso terminar, el TLCAN.

Pero no hay que preocuparse: es poco probable que el flujo de gas estadounidense vaya a reducirse o suspenderse. Debido al auge del fracking, la producción de shale gas aumentó de modo extraordinario, y México es el mercado natural para esos excedentes. Si no los pudieran vender a México, ¿qué harían los productores? La única alternativa sería licuarlos y exportarlos más lejos, pero, por ahora, ese negocio está fuera de discusión.

Anastacia Dialynas, analista de la agencia Bloomberg, dice que los estados del sur en EU podrían exportar a largo plazo unos 140 MMtpa (millones de toneladas métricas por año), pero que por ahora existen obstáculos como la falta de puertos y plantas para licuarlo, y el estable cimiento de un mercado estable que justifique las inversiones. Como paradoja, EU solo ha exportado gas desde Alaska, hacia el Pacífico, y está considerado un importador neto de gas: en el norte lo adquiere de Canadá y en la Costa Este llega por barco.

La cara mundial de la demanda

Gas natural hay bastante. Un informe del grupo de Energía de Bloomberg estima que la demanda crecerá a 280 MMtpa en 2017 y a 479 MMtpa para 2030, sobre todo en Asia. Más aún, la construcción de nuevas plantas para licuarlo y regasificarlo, en diferentes partes del mundo, podría llevar a una sobreoferta en menos de 10 años. Esto, hay que entenderlo, porque se requieren instalaciones en los puertos de embarque y en los de consumo, así como medios de transporte para distribuir el gas de menudeo hasta las fábricas, las plantas eléctricas y las ciudades. Una instalación típica para comprimir y licuar gas cuesta unos 1,000 mdd, y tiene que construirse en un puerto seguro y con aguas profundas para recibir buques de gran tonelaje.

Aunque en México esta industria es poco conocida, cientos de barcos cargados con gas recorren los mares para suministrar la molécula a países dependientes como Japón, Corea del Sur y Taiwán, entre los mayores consumidores de GNL. Algunos buques actúan como almacenes flotantes y se estacionan en bahías seguras en espera de los pedidos.

Según Bloomberg, este año las importaciones marcarán un récord gracias a un crecimiento de 8.8%, el mayor desde 2011, y que se explica por un aumento en la demanda de Asia, el combate a la contaminación en China y al aumento de la oferta en las regiones exportadoras, como Qatar y Arabia Saudita.

Después de la tragedia de Fukushima y la parálisis de sus plantas nucleares, Japón ha comprado más gas que nunca.

Ashish Sethia, director de la oficina de análisis de Bloomberg GNL, dice que Asia seguirá siendo el centro de gravedad de la demanda mundial, importando más de 70% del combustible hasta 2030. “Sin embargo —añade—, a partir de 2025, China, junto con India y la región del Sudeste Asiático, importarán más gas natural que Japón, Corea y Taiwán combinados”.

También los países europeos son clientes de esta molécula, sobre todo los del Mediterráneo y los que quedan lejos de los gasoductos rusos que atraviesan Ucrania para abastecer a Alemania y la Europa Central. En estos países, hay que decirlo, los precios pueden ser dos y hasta tres veces más altos que los que se pagan en México.

El futuro no huele tanto a gas

Mucha oferta y bajos precios es una buena fórmula para los consumidores, pero no para los productores, que han visto disminuir sus utilidades. Rodrigo Pinto Scholbach, analista senior de la Agencia Internacional de Energía (AIE), con sede en París, ha llamado la atención sobre las consecuencias de una reducción considerable en las inversiones en producción y procesamiento de hidrocarburos.

Debido a la caída en los precios, en 2015 estas inversiones bajaron 25% respecto de 2014, a 600,000 mdd, y, en 2016, cayeron otro 24%, a cerca de 500,000 mdd. Este fenómeno, a la larga, podría conducir a un cierto grado de desabasto.

Nobuo Tanaka, exdirector ejecutivo de la AIE y quien estuvo en México invitado por la consultora KPMG, ha sugerido en varios foros que el gas será el principal energético de esta época, aun cuando parte de la generación de electricidad provenga de fuentes renovables como la solar y la eólica.

Estas tecnologías avanzan de manera rápida, pero no lo suficiente. En 2040 podrían comercializarse hasta 550,000 MMtpa de gas natural, una época dorada para esta industria, como lo fue antes el petróleo. El auge de los automóviles eléctricos también potenciará esta tendencia, así como cierta decadencia de las gasolinas.

Puede decirse que México tiene ahora una posición privilegiada. La apertura del sector energético atrae nuevas inversiones para exploración y explotación de petróleo y gas, sin entrar todavía al conflictivo modelo del fracking, y los excedentes de EU le garantizan un suministro constante y a buenos precios. Obras como Los Ramones no están pensadas a corto plazo, aunque a Donald Trump le parezca que el carbón de Wyoming, Kentucky y Pensilvania va a generar energía por 1,000 años más.

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