Mauricio Macri sonaba molesto, pero no sorprendido cuando describió su reunión con Cristina Fernández, la presidente saliente de Argentina. “No valió la pena” fue su resumen. Dejó atónitos a los entrevistadores de la televisión local. Los votantes eligieron a Macri como su nuevo presidente en una sorpresiva elección que promete poner de cabeza la política en Argentina, y tal vez en toda América Latina.
El cambio de izquierda a derecha es sorprendente. Se va Fernández, populista de lengua afilada que se compara a sí misma con Eva Perón. Entra Macri, un millonario de 56 años que dice que “El Manantial” de Ayn Rand es el libro que se llevaría a una isla desierta, y cuya promesa de campaña fue cambiar a Argentina y volver a introducirla a la economía global, algo que contradice casi todo lo que defiende Fernández.
Ella invitó a Macri para platicar sobre la transición. Había mucho qué hablar: el desplome de los precios de las materias primas y las sombrías perspectivas de los socios comerciales más cercanos de Argentina, como son Brasil y China. O cómo coordinar la entrega el 10 de diciembre. Pero, la plática se centró en los detalles ceremoniales del evento. “¿Eso fue todo?”, preguntó un periodista. “Esa fue la plática que tuvimos”, respondió Macri. “Y así es como la dejamos”. Esa falta de cooperación marca un mal comienzo para la transición, especialmente cuando Macri necesita de toda la ayuda que pueda obtener. Para empezar, la segunda mayor economía de Sudamérica es un caos. Carece de divisas, está aislada de los mercados internacionales de capital, devastada por la inflación de más de 20%. Además, tiene un tipo de cambio sobrevaluado, y el peso está al borde de una devaluación.
La promesa de “cambio” que le hizo ganar será difícil de cumplir. Macri es hijo de un magnate industrial destacado, Franco Macri, quien nació en Italia hace 85 años, y tuvo una larga relación con el equipo de futbol más popular de Argentina, el Boca Juniors. Macri hijo llegó a la presidencia del equipo en 1995. El nuevo presidente descubrió su vocación política a los 32 años, después de que policías corruptos lo secuestraron, metieron en un ataúd y liberaron dos semanas más tarde cuando su padre pagó el rescate. “No es una experiencia que recomiende”, dijo a FT.
Dos décadas después, los inversionistas aplauden su enfoque para resucitar la que hace un siglo era una de las economías más prósperas del mundo al recortar los aranceles comerciales a los commodities y terminar con una década de fuerte intervención del Estado. Tan sólo en el último mes, el mercado de valores se disparó 41%.
Macri tuvo un buen inicio: armó un equipo de tecnócratas que incluye a Alfonso Prat-Gay, respetado ex gobernador del Banco Central, como ministro de Hacienda. Cambio de actitud a la política exterior al decir que quiere reparar las relaciones con Estados Unidos y sacar a Venezuela, del Mercosur por sus abusos de derechos humanos.
En el plano nacional, prometió un enfoque más conciliador, y entregó la biografía de Nelson Mandela a su gabinete.
Incluso así, enfrenta obstáculos: a su coalición le falta una mayoría en el Congreso. Macri será un líder tan débil como muchos otros desde que regresó la democracia al país hace más de 30 años. Es más, la última vez que Argentina abrazó la economía de libre mercado fue en la década de los 90, bajo la presidencia irresponsable de Carlos Menem. Ese experimento terminó en 2001, con un incumplimiento de pago de deuda de 100,000 millones de dólares y una desastrosa devaluación que lastimó la psique argentina.
El semblante distante y estilo de vida de playboy de Macri (su segunda esposa era una modelo, y su tercera es diseñadora de modas) seguramente hará que la amarga medicina económica que se tendrá que tragar Argentina sea más desagradable. En un comentario significativo, el futbolista Diego Maradona, quien se hizo famoso por primera vez en el Boca, lo describió como un “un niño rico que no sabe nada... Ni siquiera se lustra sus zapatos”. Sin embargo, Macri no es un neófito. Su liderazgo de 12 años en el Boca ahora es un caso de estudio en la Escuela de Negocios de Harvard: en su presidencia del club, las finanzas del equipo que estaban casi en bancarrota revivieron y ganó una serie de trofeos. Cuando estaba en Boca, Macri lanzó su carrera política, primero como el fundador de un nuevo partido político en 2003, y después, en 2007, como alcalde de la ciudad de Buenos Aires. En 2011 fue reelegido. Su historial como alcalde es respetable. A pesar de la falta de una mayoría en la legislatura local, creó una fuerza policiaca que cuenta con la confianza de los ciudadanos, invirtió en infraestructura e instaló carriles para bicicletas.
Sin embargo, es en Boca, dice Macri, donde aprendió más, y compara su presidencia con un encargado de un campo de futbol: alguien que garantiza que el césped esté bien recortado y las líneas pintadas impecablemente para que los equipos puedan jugar con “las reglas claras del juego”.
En la Argentina de los tiempos modernos hay poco orden o claridad. La recesión que todavía pega hará que la luna de miel de Macri sea breve. Como un asistente comentó a FT:
“Decir que nos sentimos abrumados bien puede sonar al eufemismo del año”.