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El viejo orden económico liderado por EU ha muerto

El plan de Trump resulta letal para cualquier organización cooperativa, por ello China y Europa deben repensar su postura mientras Washington se aleja de su papel de contrapeso de último recurso

¿Cómo deben los extranjeros desear que termine la guerra comercial entre Estados Unidos y China? Que ambos pierdan.

Es cierto que la estrategia de Donald Trump es mucho peor que algo intelectualmente incoherente: es letal para cualquier orden mundial cooperativo. Algunos piensan que el colapso de dicho “globalismo” es incluso deseable. En mi opinión, es absurdo imaginar que un mundo gobernado por “grandes potencias” depredadoras sea superior al actual. Sin embargo, si bien el proteccionismo de Trump tiene las de perder, el mercantilismo chino no debe ganar, ya que también genera importantes dificultades.

Para comprender los problemas que enfrenta la economía mundial, es útil partir del tema de los “desequilibrios globales”, que se debatió en el periodo previo a las crisis financieras mundial y de la eurozona de 2007-2015. Desde entonces, estos desequilibrios se han reducido, pero el panorama general no ha cambiado. Como señala el último informe Perspectivas de la Economía Mundial del FMI, China y los países acreedores europeos (en particular, Alemania) registraron superávits persistentes, mientras que EU tuvo déficits compensatorios. Como resultado, la posición de inversión internacional neta de Estados Unidos fue de -24 por ciento de la producción mundial en 2024. Dado que registra déficits comerciales y de cuenta corriente, y tiene una ventaja comparativa en el sector servicios, también conlleva grandes déficits en fabricación.

¿Y qué?, se preguntaría un defensor apasionado del libre mercado. Incluso uno no tan apasionado puede señalar, con razón, que EU ha tenido la suerte de vivir por encima de sus posibilidades durante décadas. Esto no tiene por qué ser un problema: después de todo, nadie podrá obligar a Estados Unidos a pagar sus deudas. También tiene formas, tanto elegantes como no tan elegantes, de caer en un incumplimiento. La inflación, la depreciación, la represión financiera y las quiebras corporativas masivas son algunas de ellas.

Sin embargo, se pueden ver al menos tres grandes lagunas en esta visión bastante complaciente de los grandes y persistentes desequilibrios globales. La primera es que se volvieron políticamente nocivos, tanto que contribuyeron a la elección de Trump en dos ocasiones. La segunda es que, en el lado del superávit, se encuentran intervenciones de suma negativa diseñadas para alterar el equilibrio global de poder económico. Si bien las relaciones internacionales no se limitan al poder económico, sin duda es un componente crucial.

La tercera es que la contraparte de los déficits externos suele ser un endeudamiento interno insostenible. Combinado con la fragilidad financiera, puede conducir a enormes crisis financieras, como ocurrió entre 2007 y 2015. Los balances sectoriales de ahorro e inversión son indicadores reveladores de este último reto. Los extranjeros mantienen un superávit de ahorro sustancial con EU durante décadas. Las empresas estadunidenses también mantienen un equilibrio o superávit desde principios de la década de 2000, mientras que los hogares tienen un superávit desde 2008. Dado que estos balances sectoriales deben sumar cero, la contraparte interna de los déficits por cuenta corriente ha sido un déficit fiscal crónico.

Si las tasas de interés reales hubieran sido altas, los déficits fiscales hubieran impulsado los déficits externos crónicos. Pero ocurrió lo contrario: las tasas han sido bajas o muy bajas. La hipótesis keynesiana parece acertada: la entrada de ahorro externo neto, reflejada en superávits de cuenta de capital (y déficits de cuenta corriente), hizo necesarios grandes déficits fiscales, porque de lo contrario la demanda interna en EU habría sido insuficiente.

China no es el único actor en el otro lado de la balanza global. Pero es el más importante. En mi opinión, Michael Pettis tiene razón al afirmar que la economía mundial no puede acomodar una grande en la que el consumo de los hogares representa 39 por ciento del PIB y el ahorro (y, por tanto, la inversión) es proporcionalmente enorme. Lo que también está claro es que esto último también contribuyó a impulsar lo que el Grupo Rhodium considera una exitosa política “Hecho en China 2025”. Inevitablemente, las potencias industriales actuales temen a este gigante de bienes hechos en China.

Esto nos lleva una vez más a la pregunta de la semana pasada: ¿quién ganará la guerra? Argumenté que China lo haría, porque EU se ha vuelto tan poco confiable y tiene la opción de expandir la demanda interna y compensar así la pérdida de demanda estadunidense. Matthew Klein responde que China ha tenido esta opción desde hace mucho tiempo, pero no la ha utilizado. Mi respuesta es que China debe hacerlo ahora y, por tanto, optará por expandir la demanda en lugar de aceptar una enorme caída interna. Ya veremos.

El resultado de la guerra comercial entre EU y China y la posible evolución de los aranceles son las preguntas inmediatas. Pero no deben ignorarse los problemas más amplios que se calculan. La política comercial no debe juzgarse de forma aislada. Como sabían los que fundaron el sistema comercial de la posguerra, en particular el propio Keynes, su éxito también depende del ajuste macroeconómico global y, por tanto, del funcionamiento del sistema monetario internacional.

En el primer acto de la posguerra EU registró enormes superávits por cuenta corriente, pero los reutilizó en préstamos. En el segundo acto, hasta 1971, los superávits se erosionaron. Esto condujo al fin de la paridad del dólar y a la generalización de la política monetaria flotante con objetivos de inflación, al menos entre los países de altos ingresos. Esto funcionó bien antes del rápido ascenso de China. Con esto, la era en la que Estados Unidos podía actuar como prestatario y gastador de último recurso, que pusieron a prueba Japón y Alemania en los 80, se volvió política y económicamente inviable.

La imprevisibilidad de Trump y su atención en los acuerdos bilaterales son absurdos, pero el antiguo orden económico liderado por Estados Unidos es insostenible. EU ya no servirá como contrapeso de último recurso. El mundo, sobre todo China y Europa, tiene que reflexionar sobre su situación.


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@The Financial Times Limited 2025. Todos los derechos reservados . La traducción de este texto es responsabilidad de Milenio Diario.

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