Reino Unido invierte demasiado poco, una afirmación que es ampliamente aceptada y que condujo a un debate sobre cómo fomentar más inversión, sin embargo, ¿cómo se financiará una inyección adicional en un país en el que los ahorros son incluso más escasos?
De acuerdo con datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), la inversión bruta apenas alcanzó un promedio de 17.1 por ciento del producto interno bruto (PIB) británico entre 2010 y 2022. Esta cifra es inferior al 18.6 por ciento de Italia y al 20.6 por ciento de Estados Unidos. Incluso está muy por debajo del 21.1 por ciento de Alemania y del 23.3 por ciento que se reportó en Francia; parece de otro planeta el 31.4 por ciento de Corea. No cabe duda de que Reino Unido va a la zaga en inversión.
Jonathan Haskel, uno de los miembros del Comité de Política Monetaria del Banco de Inglaterra, también señaló en una entrevista reciente que el crecimiento de la inversión real se ha quedado muy por detrás en comparación con el de Francia, Alemania y Estados Unidos desde el referendo del brexit. Haskel estima que la pérdida de productividad derivada de esta caída de la inversión después de la salida de Reino Unido de la Unión Europea , alrededor de mil libras por hogar; sin embargo, la proporción de la inversión en el PIB británico era inferior a la de los países de su grupo “equivalentes” mucho antes del referendo. Se trata de una debilidad crónica. El falso auge de la productividad de los servicios financieros antes de 2008 ocultó este antiguo problema.
Por tanto, es esencial aumentar la inversión pública y privada si el país quiere alcanzar un crecimiento más rápido. Esto va a requerir de una mayor proporción de inversión en el PIB que sus niveles históricamente bajos, pero la inyección de capital se financia con ahorro. Lo sorprendente de la inversión británica es que también depende en gran medida del ahorro exterior. Esto se debe a que su ahorro es aún más débil que la inversión. Esto también es una condición crónica, no es algo reciente.
Entre 2010 y 2022, el ahorro nacional bruto de Reino Unido apenas alcanzó un promedio de 13.3 por ciento del PIB. El promedio de Estados Unidos fue de 19 por ciento y el de Italia alcanzó 19.8 por ciento. Mientas, Francia, con 22.6 por ciento, y Alemania, con 28.2 por ciento, están todavía más lejos. El promedio de Corea fue de 35.7 por ciento.
La baja tasa de ahorro nacional de Reino Unido hace que la nación dependa en gran medida del ahorro extranjero para financiar su inversión. Esto se revela en el déficit por cuenta corriente. En promedio, ese déficit fue de 3.8 por ciento del PIB entre 2010 y 2022. Esto financió cerca de una quinta parte de la inversión bruta británica durante ese periodo. Si la inversión aumentara sin que el ahorro interno registrara un incremento equivalente, el déficit exterior puede ser aún mayor.
Esto hace que sea vital mantener la confianza extranjera en Reino Unido, algo que la ex primera ministra Liz Truss no entendió. Significa que una gran parte de los retornos de la inversión van a parar a las mano de los extranjeros. Representa también que la tasa de inversión es un indicador del futuro nivel de vida de los británicos todavía peor que la aún más baja tasa de ahorro. Algunos de los beneficios de la inversión van a parar a los ciudadanos, incluso si es propiedad de extranjeros, pero no todos. De lo contrario, no habrá inversión interna. Si el país ahorrara más, no solo podría permitirse una mayor tasa de inversión, sino que su población también tendría la oportunidad de acumular un colchón de activos extranjeros. En resumen, el ahorro importa.
Durante la campaña del referendo para salir del mercado único escuchamos un ridículo debate sobre “Singapur en el Támesis”. Como una base de bajos impuestos para las multinacionales dentro de la Unión Europea, Irlanda parece una analogía mejor: “Singapur en el Liffey”; sin embargo, Reino Unido puede aprender cosas de Singapur. Incluso si se eliminan del ahorro las enormes utilidades de las multinacionales extranjeras, allí queda una tasa de ahorro de 30 por ciento del producto interno bruto.
Este es el resultado del ahorro obligatorio a través del “fondo central de previsión”, que obliga a trabajadores y empresarios a aportar 37 por ciento de sus sueldos y salarios hasta los 55 años. Como resultado, Singapur financia una enorme tasa de inversión interna, así como la acumulación de activos extranjeros: entre 2010 y 2022, el superávit por cuenta corriente alcanzó un asombroso promedio de 17.5 por ciento del producto interno bruto nacional.
No hace falta decir que el ahorro obligatorio de Singapur no es discutido como modelo por los partidarios del brexit; sin embargo, puede ayudar mucho a la prosperidad de Reino Unido si se aumentara el ahorro, junto con políticas con las que se promoviera una inversión más alta.
Un mayor ahorro público puede ayudar, pero el que se da dentro de los hogares también puede incrementarse aumentando la tasa mínima de contribución a los planes de pensiones de aportación definida en el marco del “autoinscripción, con opción de optar por salirse” que actualmente está en vigor. La tasa actual de 8 por ciento es demasiado baja para lograr una pensión adecuada en la jubilación de los británicos. Esto puede aumentarse de manera constante en los próximos años, quizás hasta 20 por ciento. Esto también elevará la bajísima tasa de ahorro del país.
Si el objetivo de la política es aumentar los ingresos de los británicos en las próximas décadas, no puede centrarse solo en la inversión. Los ciudadanos de Reino Unidos necesitan acumular más riqueza real. Eso depende de la inversión productiva que proviene de un mayor ahorro. El debate sobre la mejora de las perspectivas económicas tiene que enfocarse en ambos aspectos.
