La semana pasada hablé de la grave situación financiera de los países más pobres. La “cumbre para un nuevo pacto financiero mundial” que se celebra esta semana en París ofrece la oportunidad de hacer frente a este reto. También trae la posibilidad de realizar las inversiones necesarias para la transición a una economía de bajas emisiones.
Este es el punto central de un nuevo artículo de Avinash Persaud, que asesoró a la primera ministra de Barbados, Mia Mottley, en la influyente Agenda de Bridgetown para la Reforma de la Arquitectura Financiera Mundial. En “Unblocking the green transformation in developing countries with a partial foreign exchange guarantee” (Desbloqueo de la transformación ecológica en los países en desarrollo con una garantía parcial de tipo de cambio) analiza cómo conseguir financiamiento suficiente y asequible para los proyectos de energías renovables en los países emergentes y en desarrollo, una cuestión que también consideró en el informe del grupo de expertos del año pasado, Finance for Climate Action (Financiamiento para la acción climática).
En los últimos 270 años, Europa y Norteamérica han contribuido con más de 70 por ciento de las concentraciones de gases de efecto invernadero antropogénicos. Esto también agotó casi todo el presupuesto de carbono del planeta, pero en la actualidad, los países emergentes y en desarrollo generan alrededor de 63 por ciento de las emisiones, un porcentaje con tendencia a aumentar. De esto se desprende que no solo se tienen que realizar grandes recortes de las emisiones, sino que una gran parte de esas reducciones, sobre todo en relación con la tendencia, deben realizarlas los países emergentes y en desarrollo. Para lograrlo, la inversión en la transición verde en estos países (aparte de China) debe alcanzar alrededor de 2.4 billones de dólares anuales (6.5 por ciento de producto interno bruto) para 2030.
En los países de altos ingresos, 81 por ciento de la inversión verde está financiada por el sector privado. En los emergentes y en desarrollo, el porcentaje es de apenas 14 por ciento. Es muy poco probable, incluso con un resultado satisfactorio de la cumbre de esta semana, que la ayuda oficial externa pueda cubrirlo. Como señala Persaud, “el gasto mundial en ayuda es inferior a una décima parte del costo de la transformación ecológica”. Además, “los países en desarrollo no tienen espacio en sus balances para la deuda necesaria, aunque lo quisieran financiar ellos mismos”.
La solución consiste en garantizar el financiamiento privado de los proyectos rentables, que representan alrededor de 60 por ciento de las inversiones necesarias. Estos últimos no producirán beneficios financieros directos, por lo que deben financiarse con ayuda oficial. Pero, señala Persaud, incluso cuando los proyectos sean capaces de ser financiados, en teoría, los costos de los intereses de los préstamos privados, tan punitivos y elevados, para los países emergentes y en vías de desarrollo son obstáculos prohibitivos. Así, para un parque solar similar, el costo promedio de los intereses en los principales países emergentes es de una tasa prohibitiva de 10.6 por ciento anual, en comparación con apenas 4 por ciento en la Unión Europea.

Sin embargo, según Persaud, la causa de esta enorme diferencia no es el riesgo específico del proyecto. Un parque solar, en sí mismo, no es un desarrollo de mayor riesgo en India que en Alemania. Más que toda la prima de riesgo representa estimaciones de mercado de riesgos macroeconómicos (en concreto, de tipo de cambio y de incumplimiento de pagos). También argumenta que estos riesgos no solo son exagerados, sino cíclicos: en periodos de “riesgo activado”, el exceso de pago por seguros es menor que en periodos de “riesgo desactivado”.
En el artículo se calcula esto observando el costo de la cobertura del riesgo de tipo de cambio. Esto se expresa en términos de la diferencia entre el precio de comprar divisas con moneda local en el futuro (el tipo a plazo) y hoy (el tipo al contado). Esta diferencia puede convertirse en una tasa porcentual anual.
La conclusión a la que se llega es que los mercados son demasiado adversos al riesgo, que no son tan grandes como temen. Esto es cierto cuando los mercados son más adversos: en promedio, el “exceso de pago” por las coberturas es de 2.2 puntos porcentuales cuando su costo está por debajo del promedio móvil a tres años, pero de 4.7 puntos cuando el costo está por encima de su promedio móvil.
En resumen, argumenta Persaud, tenemos una inversión sin riesgo: un especulador estabilizador puede ganar dinero, a la vez que hace el bien, eliminando las excesivas primas de riesgo.
¿Por qué podría existir esa inversión sin riesgo? Los inversionistas se podrían sentir incómodos en mercados desconocidos. También descontentos con mercados tan volátiles. Además, los especuladores estabilizadores tienen que tomar grandes posiciones contrarias durante largos periodos. Financiar ese tipo de posiciones a la escala necesaria es arriesgado: es fácil quedarse sin dinero mucho antes de que el mercado entre en razón. Por esto, los mercados seguirán dándole un precio excesivo a las coberturas.
En palabras de Persaud, “los inversionistas privados están dejando dinero sobre la mesa”. Pero aún más importantes son los beneficios sociales mucho más grandes de impulsar el crecimiento verde en los países en desarrollo que se están dejando de lado”. Se trata de un fallo del mercado “del tamaño de un planeta”.
Su propuesta es que una agencia conjunta de los bancos multilaterales de desarrollo y el Fondo Monetario Internacional (FMI) ofrezca garantías en divisas y agrupe los riesgos de tipo de cambio. Los proyectos pueden llegar a la agencia de garantía desde los bancos multilaterales de desarrollo, lo que le dará prioridad a los proyectos que tengan el impacto positivo más significativo sobre el clima. Para limitar los riesgos de pérdida, se esperará hasta que los costos de cobertura estén por encima del promedio de tres años y así hasta que los riesgos se consideren grandes.
En resumen, este ingenioso artículo presenta cuatro puntos: primero, el riesgo macroeconómico hace que los proyectos climáticos no sean financiables en los países en desarrollo; segundo, el reto climático mundial no puede afrontarse si estos proyectos no se financian a gran escala; tercero, los mercados exageran estos riesgos, en especial en los malos tiempos, y, por último, las ganancias esperadas de la intervención oficial superarán los costos, en parte porque es mucho lo que está en juego.
Si no les convence esta lógica, ¿cuál es su plan para financiar las enormes inversiones que necesita el mundo? Después de todo, el cambio climático no se resolverá con inversiones que se realicen solo en los países ricos.
