Las empresas hicieron un pacto fáustico con Donald Trump y Elon Musk, su secuaz en el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por su sigla en inglés). Las promesas de desregulación y recortes de impuestos son muy atractivas. En realidad, los líderes empresariales dejaron entrar al gallinero a algunos zorros extremadamente rapaces de una manera que pueden llegar a lamentar.
Dejemos de lado los efectos económicos negativos de las guerras comerciales, las redadas de inmigrantes y los conflictos geopolíticos, y solo enfoquémonos en DOGE. Ya se ha dicho mucho sobre las amenazas a la privacidad, la seguridad financiera, la salud y la seguridad de las personas que pueden resultar de dar a Musk acceso sin restricciones a los datos alojados en cualquier agencia federal. Se ha hablado mucho menos de las amenazas a las empresas, excluyendo las que son propiedad de Musk, Trump y su círculo inmediato, por supuesto. A continuación presento varias cosas que me preocuparían si fuera un director ejecutivo.
En primer lugar, está la ventaja competitiva sin precedente que Musk puede obtener al tener acceso a datos de seguridad del Departamento de Transporte, la información sobre ensayos de la Administración de Alimentos y Medicamentos, la investigación del Departamento de Agricultura o la información previa a la publicación sobre solicitudes de patentes.
Si yo estuviera a cargo de una compañía automotriz como General Motors o una corporación de solicitud de transporte como Uber, me preguntaría si Musk está recopilando información sobre las pruebas de coches de autoconducción de los competidores de Tesla. Si yo fuera un capitalista de riesgo, me preguntaría si puede ver qué nuevas tecnologías están más cerca de comercializarse y cómo para adelantarse mejor a los competidores potenciales.
Estas son solo algunas de las implicaciones más obvias de tener un adversario que puede acceder a información que las empresas creían que le daban solo al gobierno.
Luego están las ventajas competitivas a largo plazo que Musk puede obtener al incorporar conjuntos de datos de diferentes departamentos a sus propios sistemas de inteligencia artificial. (La Casa Blanca afirma que no lo está haciendo, pero no hay pruebas de que así sea). “Puede crearse una herramienta de IA para predecir patrones de innovación o hacer asociaciones, por ejemplo, en ensayos de medicamentos”, dice Suzanne Harrison, directora de Percipience, una consultora de propiedad intelectual. Como testificó ante un subcomité del Senado en 2023, los datos de patentes se pueden utilizar para “visualizar los campos de batalla económicos y tecnológicos emergentes” del futuro.
No está claro qué extrae DOGE y cómo se utilizan los datos. Esto frustra a los jueces que analizan la innumerable cantidad de demandas por el acceso a su información que se presentaron contra la administración. Es difícil creer la afirmación de Trump de que Musk se recusará de cualquier conflicto; hay que analizar cómo fijó la mira contra la Oficina de Protección Financiera del Consumidor, que estaba investigando X Money, el sistema de pago entre pares asociado con su compañía de redes sociales.
Pero las posibles consecuencias negativas para las empresas no se limitan al acceso injusto a la información. El desmantelamiento de varias agencias y la recuperación de subsidios llegan a tener un efecto paralizante en áreas como energía, transporte, fabricación y vivienda que fueron apoyadas por la administración Biden.
La empresa de baterías ecológicas Kore Power acaba de abandonar un proyecto de fábrica de mil 200 millones de dólares en Arizona después de que Trump retiró los préstamos y las subvenciones para la energía limpia. Los procesos de permisos que ya de por sí eran difíciles, se volverán más difíciles a medida que se reduzca el personal de las agencias. Kate Gordon, ex asesora sénior del secretario de energía bajo el gobierno de Biden, ahora directora ejecutiva de California Forward, una organización sin fines de lucro de energía sustentable, dice que ha escuchado de empresas en áreas como hidrógeno, energía nuclear e incluso extracción de minerales de tierras raras que están reconsiderando las inversiones debido a las preocupaciones sobre la incertidumbre regulatoria.
Parte de esa incertidumbre se llega a sentir en los bastiones republicanos. Como dijo el senador Chris Coons, demócrata de Delaware, a Financial Times la semana pasada, “Los DOGE bros están perjudicando a los estados republicanos” donde se destinó gran parte del estímulo de Biden. “Escucho (a los miembros del Congreso) decir: ‘Un momento, hacemos investigación sobre el cáncer en Alabama y construimos automóviles en Tennessee’”.
Hay un notable silencio sobre estos temas por parte de los senadores republicanos y de los líderes empresariales. Mucha gente dirá en privado que está preocupada por las técnicas de arrasar con todo de DOGE. Pero nadie quiere enfrentarse a Musk o Trump en público por miedo a represalias (en mis 33 años de periodismo nunca he tenido tantas fuentes que quieran hablar solo de forma anónima como está ocurriendo ahora).
Para ser justos, algunos líderes empresariales esperan que el enfoque de presupuesto de base cero de DOGE, que implica obligar a las agencias a justificarse como lo hacen los departamentos corporativos, cree eficiencias reales. Otros no quieren caer en la trampa de los empleados y consumidores, de los cuales, la mitad pudo haber votado por Trump. Muchos esperan que el proceso legal siga su curso. “Mantenerse discreto es la táctica dominante”, dice Sarah Bonk, directora de Business for America, un grupo de miembros sin fines de lucro de empresas que quieren hacer que el gobierno funcione mejor.
Aun así, afirma que ha escuchado a miembros preocupados por los riesgos asociados con hacer negocios en un entorno tan incierto y lo que significará el caos regulatorio. El economista jefe de Apollo, Torsten Slok, planteó la semana pasada la pregunta de si los despidos y recortes relacionados con DOGE pueden crear una recesión.
El control privado unilateral del gobierno nunca se ha ejercido de esta manera, ni siquiera por los barones ladrones del siglo XIX. En comparación con ese tipo de incertidumbre, las empresas pueden llegar a lamentar su trato político.
