Como todos los presidentes, tendrá que asumir las consecuencias políticas del aumento de precios
Durante la última campaña presidencial, Donald Trump hizo propaganda política con la idea de que una inflación superior a la normal se debía a los programas de gasto fiscal de los demócratas. Sin importar que los precios subieran por una infinidad de razones -como la demanda acumulada posterior a la pandemia de Covid, las disrupciones en la cadena de suministro, la guerra en Ucrania y posiblemente incluso la concentración corporativa- Trump ganó las elecciones en parte porque logró convencer a suficientes estadunidenses de que la inflación era culpa de Joe Biden.
Ahora, la situación es al revés. El presidente estadunidense afirma que la inflación va a la baja, pero en realidad es más alta que cuando fue elegido. Los que tienen una posición de línea dura vuelven a estar en alza en la Reserva Federal, advirtiendo que es poco probable un recorte de tasas en diciembre.
Mientras tanto, incluso mientras Trump retira algunos gravámenes sobre productos alimenticios como la carne de res y el café, los aranceles de dos dígitos probablemente sean la nueva normalidad (la historia nos enseña que se tarda años en reducirlos una vez que aumentaron). Y muchas tendencias seculares y cíclicas, más allá de los aranceles, sugieren un entorno más inflacionario.
Comencemos con la deslocalización de la producción y cadenas de suministro hacia el país. La inversión extranjera directa en la base industrial estadunidense llega de todo el mundo. El gasto de capital es inflacionario por naturaleza, especialmente cuando no se acompaña de aumentos inmediatos de productividad. Y muchas de las inversiones que se implementan ahora, en áreas que van desde la industria automotriz hasta la construcción naval, la inteligencia artificial y las mejoras de la red eléctrica necesarias para respaldarla, son apuestas a largo plazo.
Estas inversiones generan un cambio radical que se estuvo gestando durante 40 años. Desde la década de 1970, la política económica estadunidense se orientó a la externalización de costos (mano de obra, fabricación) a países asiáticos, a cambio de incurrir en déficits y proporcionar dólares al mundo. Todo ese paradigma -que era desinflacionario- ahora está cambiando. Estados Unidos quiere reconstruir de nuevo, y China y otros países quieren alejarse del dólar.
Esta realidad complica los esfuerzos, ya de por sí fallidos, de Trump para apaciguar a los votantes de MAGA, que sufren desproporcionadamente los problemas de asequibilidad. Si EU debilitó su base industrial y dejó de invertir en infraestructura de apoyo, en parte porque, como lo expresó el analista Luke Gromen en una carta reciente a inversionistas, esto “apoyó el mercado de bonos del Tesoro de EU, el dólar estadunidense, los déficits de Washington y Wall Street”, entonces “el sentido común sugiere que la deslocalización hacia el país tendrá el efecto contrario en términos reales”. Estoy totalmente de acuerdo.
El gasto de capital en fábricas y energía no es la única tendencia inflacionaria secular que se avecina. Los costos de la atención de salud también van en aumento. No es casualidad que el núcleo de la última disputa por el cierre del gobierno haya sido la atención de salud, y en particular las prestaciones de Medicaid. Si bien gran parte del debate sobre la inflación centró la atención en los aranceles, los consumidores a menudo pueden optar por no comprar artículos cuyo precio está subiendo. No pueden optar por no tener una emergencia médica, lo que en EU es una razón importante para la bancarrota.
La atención de salud es un problema que afectará a todos, no solamente a la clase trabajadora. Un informe reciente de la firma de estrategia Mercer encontró que es probable que sus costos aumenten un 9 por ciento en 2026, y que los empleadores implementen “cambios en el diseño de sus planes” para tratar reducir esas tasas en un par de puntos porcentuales. Esto equivale a “recortar beneficios” y “aumentar copagos”, lo que significa que las personas deberían esperar menos por más.
Al igual que con los abarrotes, este es el tipo de problema cotidiano que resuena con fuerza en las urnas. Ya se puede ver a Trump tratando de adelantarse, con iniciativas como TrumpRx, su propuesta de un sitio web de compra de medicamentos con financiamiento federal que, irónicamente, parece sacada directamente del manual de Obamacare.
Si bien todos sabíamos que la asequibilidad se convertiría en el problema de Trump, lo que no sabíamos era que recurriría a las mismas herramientas políticas que los demócratas han utilizado para tratar de abordar el problema. Un ejemplo de eso es la idea de enviar cheques a los hogares (que la administración Biden implementó bajo la Ley del Plan de Rescate Estadunidense en 2021), o la declaración del presidente de que el Departamento de Justicia investigará a la industria de empaquetado de productos cárnicos por aumentar los precios mediante “colusión ilícita, fijación de precios y manipulación de precios”, como lo expresó en redes sociales.
Esto es literalmente lo que hizo Lina Khan mientras presidía la Comisión Federal de Comercio (FTC, por sus siglas en inglés) durante el gobierno de Biden: emitió una declaración conjunta con el Departamento de Justicia sobre el poder de monopsonio en la industria avícola, además de denunciar los problemas de competencia en la industria cárnica en el punto álgido de la inflación durante la era Biden en 2022.
El expresidente hizo de la lucha contra el poder monopólico un tema central de su campaña. Lamentablemente para los estadunidenses, las leyes antimonopolio son una herramienta a largo plazo. Incluso si Trump fuera sincero y coherente en su deseo de acabar con los monopolios, esto no cambiará el panorama inflacionario en los próximos uno o dos años.
Mientras tanto, no solamente el panorama estructural, sino también el cíclico, favorece la inflación.
De acuerdo con un informe de Currency Research Associates, la inflación tocó fondo el pasado abril y ahora se encuentra en una fase de repunte cíclico. El informe, que analiza más de 100 años de datos, concluye que la inflación se ha movido en ciclos de cuatro años y medio en promedio desde 1933. La inflación cíclica”rara vez ha caído por debajo del 3 por ciento, pero con frecuencia ha tocado fondo cerca del 3 por ciento”, dice, y predice que la inflación aumentará y alcanzará su punto máximo en 2027.
De ser así, las consecuencias políticas serán responsabilidad de Trump.