Pocas preguntas son más fundamentales para la dirección futura de la recuperación de la pandemia —y los rendimientos potenciales de los inversionistas— que la trayectoria de la inflación. Los altos precios de las acciones y los bonos se basan en que la política monetaria se mantenga flexible y las tasas de interés sean bajas. El alza de la inflación demuestra qué tan generalizados son la escasez y los cuellos de botella que se han informado y, a su vez, qué tanto, independiente de su impacto en las tasas de interés, limitarán la capacidad de crecimiento de la economía.
Sin embargo, a pesar de la importancia de la pregunta, aún es difícil dar una respuesta clara. Las cifras de la semana pasada de Estados Unidos y Reino Unido apuntaban, en la superficie, en direcciones opuestas. La tasa de inflación cayó en EU en agosto, de 5.4 a 5.3 por ciento, mientras que al otro lado del charco la tasa aumentó de 2 a 3.2 por ciento. A pesar de que la principal cifra de Reino Unido está distorsionada por las comparaciones con hace un año —las personas que acudieron a los restaurantes en agosto pasado disfrutaron del subsidio Eat Out to Help Out (salir a comer para ayudar) y una exención del impuesto al valor agregado para la hospitalidad— el aumento mensual británico fue el más rápido registrado.
A medida que disminuyen las restricciones de los confinamientos, los políticos de línea dura respecto a la inflación argumentan que los aumentos recientes sean apenas los primeros temblores de un “cambio de régimen” más permanente en el comportamiento de las economías que, al menos antes de la pandemia, no habían experimentado tasas sostenidas de alta inflación por décadas. Por otro lado, los políticos de línea suave señalan que gran parte del aumento se debe a las peculiaridades de las economías que salen de un profundo estancamiento provocado por una pandemia. Era comprensible cierta fricción, ya que los hábitos de gasto se reajustaron rápido y la producción tuvo que ponerse al día.
Los políticos de línea dura centran la atención en el dramático aumento en la tasa general —que alcanzó 5.4 por ciento para Estados Unidos en julio, la más alta desde 2008— mientras que los de línea suave instaron a un examen más detenido de los detalles que mostraban que solo un puñado de productos inusuales eran los responsables del aumento. Los precios de los coches usados en EU, por ejemplo, fueron un tercio más altos en agosto que el año anterior; en Reino Unido fueron cerca de 18 por ciento más altos.
Los últimos datos invitan a un cambio de esas posiciones: mientras que la inflación cayó en EU en agosto, el desglose sugiere que las presiones sobre los precios se están ampliando. La renta de casas fue 0.3 por ciento más alta en agosto que en julio, 2.5 por ciento más alto que hace un año. Las expectativas de inflación de los consumidores estadunidenses subieron por décimo mes consecutivo.
El panorama puede seguir turbio, pero los contornos son cada vez más claros. Los políticos de línea suave tenían razón en que la inflación a principios de año estaba distorsionada por factores temporales; sin embargo, los de línea dura tenían razón en preocuparse de que estos factores temporales pudieran integrarse en expectativas a más largo plazo. Los bancos centrales ya establecieron cómo planean “reducir” su apoyo. Ahora deben acelerar esos planes.