Mi reciente columna sobre el ascenso de la “extrema izquierda” en Estados Unidos generó varias críticas útiles de los lectores, incluso de algunos tan ilustres como John Judis, editor general de Talking Points Memo y autor de muchos libros sobre economía política, entre ellos The Politics of Our Time: Populism, Nationalism, Socialism (La política de nuestro tiempo: populismo, nacionalismo, socialismo). Él será mi interlocutor hoy, mientras analizo más detenidamente el ascenso del populismo de izquierda y sus implicaciones.
Admito que no sabía que algunos lectores interpretarían mi uso del término “extrema” izquierda como algo bastante específico. Lo consideré una forma de explicar el alejamiento de la política neoliberal dentro del Partido Demócrata. Pero, como me comentó John, este término se usaba en la década de 1960 para referirse a comunistas o trotskistas. Nací en 1970, así que mea culpa por eso.
También escuché de otros lectores que, como dijo uno, “en Estados Unidos, la ‘extrema izquierda’ es un término peyorativo para la rigidez ideológica o la hostilidad hacia los mercados, incluso el control estatal de la producción. La plataforma socialdemócrata de (Zohran) Mamdani —estabilización de alquileres, guarderías asequibles y supermercados financiados por el municipio— no se basa en la ideología, sino en la asequibilidad”.
Si bien es cierto que la ciudad de Nueva York se ha vuelto inasequible, creo que siguen deliberando sobre si Mamdani, el favorito para la alcaldía, es un ideólogo o un pragmático. Espero que sea esto último y, de ser así, que siga dialogando con personas de todo el espectro político sobre cómo abordar cuestiones como el costo de la vivienda en Nueva York, que, como en otras ciudades, va mucho más allá de la estabilización de alquileres.
Como argumenté en mi primer libro, Makers and Takers, un cambio nacional más amplio hacia una política monetaria en lugar de una fiscal como medio para dinamizar la economía (lo cual fomenta la inflación de activos, tanto en acciones como en viviendas), un código fiscal que incentiva la deuda (como las condonaciones de intereses sobre la vivienda), junto con otras tendencias financieras como el auge de la vivienda como inversión de capital privado, son algunas de las razones clave por las que las casas se han vuelto inasequibles. Los que defienden la “abundancia” —que argumentan que Estados Unidos necesita retomar la construcción— también tienen razón en cuestiones como la zonificación y la regulación en ciertos mercados; sin embargo, carecen de una teoría del poder, y ahí es donde entra en juego la “extrema izquierda”.
Como sabrán los lectores, creo que el sistema neoliberal de “el mercado es el que sabe” nunca fue tan justo ni neutral como muchos, en ambos lados del espectro político, creían. Suponer que el capital, los bienes y las personas tienen el mismo poder y capacidad de acción es, en el mejor de los casos, ingenuo. El poder siempre ha existido en la economía política; por eso se le llama economía política. A los mercados le dan forma los políticos financiados por intereses de grupos adinerados y por eso se inclinan a favorecer los intereses de las empresas sobre los de los trabajadores y de las corporaciones sobre los de los países (a escala internacional, como queda demostrado en cómo los acuerdos comerciales globales a menudo limitan a los Estados en relación con las empresas).
Las ramificaciones económicas de esto —el aumento de la desigualdad en un contexto de inflación de activos que conduce a una crisis del costo de la vida— llevó al ascenso de un populismo de izquierda al estilo de Elizabeth Warren y Bernie Sanders, algo que celebro. Creo que es fundamental que los demócratas recuperen su posición como el partido de los trabajadores. Y adoptar una línea “dura” en temas como la financiarización, la desigualdad de condiciones para el trabajo y el capital, las absurdas exenciones fiscales para los ricos y el poder monopolístico en la economía es algo positivo.
¿Cómo se va a desenvolver todo esto en las elecciones de mitad de mandato y en las presidenciales de 2028, especialmente en medio de la contracorriente de MAGA? Mamdani sin duda refleja la preocupación de la gente por cuestiones como el costo de la vivienda, el transporte y el cuidado infantil. Pero como ya he escrito antes, la clave está en los detalles, y las políticas que aborden estos temas serán mucho más complejas y menos atractivas que el mensaje. Me preocupa mucho que la izquierda populista logre su objetivo y no decepcione a los votantes, sobre todo en Nueva York, que puede ser una prueba temprana de cómo se ve la nueva izquierda, tal vez no tan extrema, y si puede competir de manera eficaz con MAGA.
John, tengo varias preguntas para ti. Primero, si no usamos el término “extrema izquierda”, ¿cómo debemos llamar a este grupo de políticos de izquierda más preocupados por los problemas económicos cotidianos que por la identidad? ¿El término “populista” lo resume, y nos gusta esa palabra, en cuanto a su imagen? ¿Crees que esta parte del Partido Demócrata está en ascenso? Y, dado que últimamente pasaste tiempo hablando con gente del bando de Mamdani, ¿qué opinas de su política y del precedente que está sentando?
Lecturas recomendadas
-Antes de un artículo del FT Weekend que estoy haciendo sobre el ascenso de la nueva derecha católica, acabo de terminar de leer el libro de John Gehring, Reclaiming American Catholicism, que ofrece una fascinante mirada a las contradicciones dentro del ala estadunidense de la iglesia en relación con Roma, y a la evolución política de los católicos, desde ser en su mayoría demócratas hasta votar (por un estrecho margen) por Donald Trump en las dos últimas elecciones.
-Y en Financial Times, no se pierdan el artículo de The Big Read sobre cómo los donantes de Trump se están beneficiando de su segundo mandato, así como el artículo de mi colega Janan Ganesh sobre por qué Estados Unidos no puede alejarse de la agitación en Medio Oriente.
John Judis responde
Rana, eres mi columnista favorita, y lo que criticaba era tu lenguaje, no el punto que estabas planteando. Los políticos y las ideas políticas que describes pueden calificarse con precisión de “izquierdistas”. Llamarlos “de extrema izquierda” los identifica con la rígida ideología de las sectas marxista-leninistas que desdeñan al Partido Demócrata y sueñan con la abolición de la propiedad privada.
Como señalas, surgió una nueva izquierda del interior del Partido Demócrata. Sus defensores se describen de manera alternativa como populistas, progresistas y socialdemócratas. Su contraparte es la “nueva derecha” republicana y los “nacionales conservadores”. Ambos tienen el mismo origen: la creciente impopularidad y obsolescencia de las instituciones políticas y económicas que dominaron la política estadunidense y europea durante los últimos 50 años. Estas se basaban en el flujo sin trabas de mano de obra, capital y bienes. El desafío de Bernie Sanders a Hillary Clinton en las elecciones de 2016 y la victoria de Trump ese año señalaron que este antiguo orden político estaba siendo cuestionado.
Estos enfoques abandonan entonces la política económica del laissez-faire en favor de una intervención gubernamental activa en la economía. La pregunta ahora, como lo fue a principios de la década de 1930, es qué forma adoptará esa intervención. ¿Respetará las instituciones democráticas? ¿Le dará prioridad a las clases altas o a las bajas? Suelo describir ambas tendencias como “populistas” para recordar al antiguo Partido Populista Estadunidense y sus herederos, pero durante el último siglo hemos redefinido constantemente términos como “progresista”, “liberal” y “conservador”.
Mamdani, sin duda forma parte de este populismo de izquierda. Se centra en utilizar el poder del gobierno para redistribuir la riqueza y el poder entre las clases trabajadoras. También es el demócrata más atractivo desde que Barack Obama surgió en la convención demócrata de 2004.
Sin embargo, si resulta elegido, no sé si podrá “cumplir” sus promesas, de las cuales, muchas dependen de la cooperación de la ciudad de Albany, que desde la crisis de la deuda de 1975 ha tenido la última palabra en la política fiscal de Nueva York.
También dudaría en usar la campaña de Mamdani (y, si gana, su administración) como modelo nacional para esta tendencia de izquierda. En primer lugar, no creo que la mayor parte del país —con excepción de algunas metrópolis y ciudades universitarias— esté dispuesta a aceptar el “socialismo democrático” como nombre para esta nueva política de izquierda. Gran parte del país lo asocia con Cuba o Venezuela.
En segundo lugar, Mamdani, quien es inmigrante, parece renuente a adoptar una postura firme frente a la inmigración ilegal, cuyo furor forma parte de la ruptura del antiguo orden político. La negativa de los demócratas a hacerlo contribuyó a sus derrotas en 2024.
No espero ninguna aclaración pronto sobre estas tendencias, ni de izquierda ni de derecha. Al entorpecer su propio populismo de derecha con un deseo de engrandecimiento personal, una sed de venganza contra sus enemigos políticos y una inclinación por la crueldad y la inhumanidad, Trump centró gran parte del debate político en sí mismo en lugar de en sus políticas. Es probable que él, y no las alternativas entre izquierda y derecha, domine las elecciones de 2026 y tal vez, Dios nos ayude, también las de 2028.