La promesa de la líder del Partido Conservador Kemi Badenoch de derogar la Ley de Cambio Climático de Reino Unido de 2008, si los conservadores llegan al poder, expone una profunda división. Para muchos, el liderazgo británico en la lucha contra las emisiones de carbono es un imperativo moral y económico. Otros creen que las políticas ecológicas perjudican la competitividad del país, pero incluso si se descarta el cero neto, aún queda mucho por hacer.
Gran parte del debate se centra en los altos costos de energía que sufre Reino Unido hoy, pero estos son una pista falsa, ya que no se deben principalmente a las políticas climáticas. En realidad, el principal culpable es el gas natural. Este combustible sigue siendo caro, alrededor de 30 euros por megavatio hora (MWh), en comparación con el rango de entre 10 y 20 euros que costaba entre 2016 y 2020. Si bien esto afecta a toda Europa, Reino Unido depende más del gas que la mayoría.
Además, criticar con mano dura las políticas pasadas tiene una utilidad limitada a la hora de decidir qué hacer a continuación. La buena noticia es que no todo lo verde es caro.
Precio de la electrificación
Pensemos, en primer lugar, en la electricidad renovable. El costo de construir nueva energía eólica marina aumentó debido a las limitaciones de la cadena de suministro, la inflación y las tasas de interés. Sin embargo, con el tiempo, los costos deberían empezar a bajar de nuevo. La combinación de energía solar y eólica terrestre, más baratas, significa que las energías renovables —incluidos los costos del sistema para administrar su actividad irregular— deberían ser prácticamente iguales a la electricidad generada a través del gas natural, que cuesta 75 libras por megavatio hora a los precios actuales para una planta que funciona solo alrededor de la mitad del tiempo.
Este tipo de razonamiento no llega hasta la electricidad totalmente limpia, porque los costos de equilibrar la red eléctrica aumentan de manera drástica cuando hay muchas energías renovables en ella, pero aún hay margen para incrementar la proporción de energía verde.
Del mismo modo, losvehículos eléctricos —que consiguen convertir mucha más energía en movimiento en comparación con los motores de combustión— con el tiempo deberían ganar la carrera en el transporte de pasajeros. Han tenido un camino accidentado, pero los costos están bajando de forma extrema, en particular para los autos electrificados que se fabrican en China.
Limpiar la electricidad y el transporte conducirá a una reducción de hasta 65 por ciento en comparación con las emisiones de 1990, calcula el equipo de LEX. Eliminar el resto no será gratuito, pero la carga varía según la tecnología. Las bombas de calor son más caras que los boilers, pero pueden, con el tiempo, mantenerse gracias al funcionamiento con electricidad cuando es barata.
Capturar carbono del gas natural siempre será más caro que quemar el combustible. Lo mismo ocurre con los combustibles ecológicos (e-fuels) —que añaden moléculas de carbono e hidrógeno generado a partir de energías renovables para crear una versión ecológica de, por ejemplo, el queroseno—, así como con los esfuerzos para absorber moléculas de dióxido de carbono directamente del aire.
Lo cierto es que la eliminación de emisiones concentra gran parte del costo en la última parte, alrededor de 15 por ciento de las emisiones de la industria, la aviación y el transporte marítimo. Vale la pena hacerlo para salvar el planeta, sobre todo al tener en cuenta el enorme papel de Reino Unido en el impulso climático a escala global; sin embargo, a falta de consenso, la buena noticia es que gran parte de la descarbonización no requiere sacrificios costosos. Incluso si el cero neto cae en el olvido debido a disputas políticas, algo cercano al cero neto seguirá siendo un objetivo alcanzable.
