La primera vez que criticaron públicamente a Benjamin Netanyahu por su amor por los puros fue en mayo de 2005. Al caminar hacia una reunión de gabinete con un puro encendido, el entonces ministro de finanzas dio la vuelta en la Knéset (el parlamento de Israel) y se encontró con un grupo de colegas quienes hablaban con los periodistas, recuerda Ben Caspit, autor de una biografía reciente sobre el primer ministro.
Ante la posibilidad de que lo fotografiaran fumando un costoso puro —nunca una buena imagen para un político— Netanyahu metió el puro encendido en la bolsa de su saco. En cuestión de segundos, salía humo de la prenda.
“Ministro Netanyahu, está en llamas”, gritó un presentador de radio, mientras un compañero de la coalición ayudó a Netanyahu a sacar el puro encendido antes de que se incendiara.
Es tentador ver este incidente como una alegoría de los problemas actuales del primer ministro. Perseguido implacablemente por filtraciones ininterrumpidas en secciones de la prensa israelí, y ante la posibilidad de que lo acusen de soborno, fraude y abuso de confianza, al aceptar casi 300,000 dólares en regalos durante 10 años, entre ellos puros y champaña rosada, y joyas para su esposa, procedentes de empresarios ricos y bien conectados.
La carrera política de Netanyahu se acerca peligrosamente a convertirse en humo.
Por ahora, los compañeros de la coalición ayudan a contener el fuego. Pero recientemente el primer ministro, quien ha dirigido a la joven nación judía durante mucho tiempo y, sin duda, con tanta firmeza como el padre fundador del estado israelí, David Ben-Gurion, se despertó con titulares que predicen su inminente caída.
“Este tipo cree que puede ocultar un puro encendido en su bolsillo y que nada va a ocurrir”, dice Caspit, un crítico mordaz.
La última revelación, en la vertiginosa constelación de acusaciones de malas ofensas cometidas por el primer ministro y sus asociados, resultó ser la más perjudicial. La semana pasada, su confidente de mucho tiempo, Shlomo Filber, un hombre al que los medios apodaron la “Caja Negra” por su reputación de guardar los secretos de Netanyahu durante casi dos décadas, decidió soltar algunos de ellos a la policía.
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Filber, quien ayudó a dirigir las campañas de Netanyahu, hasta hace poco fue el director general del Ministerio de Comunicaciones que regula a la industria de los medios. Allí, de acuerdo con los investigadores, Filber se encargó de generar las condiciones para cerrar un trato entre el primer ministro y el accionista mayoritario de Bezeq, una gran empresa de telecomunicaciones. A cambio de una cobertura favorable para Netanyahu y su esposa Sara, en un sitio de noticias líder. Según la policía, la compañía recibiría beneficios regulatorios.
Netanyahu negó categóricamente las acusaciones, y todas las demás, que, al menos en cinco investigaciones distintas, incluyen regalos costosos para ayudar a un productor de Hollywood nacido en Israel a obtener una visa estadounidense por 10 años; una oferta de uno de sus asociados a un juez en funciones para el puesto de fiscal general, a cambio de abandonar la investigación sobre la esposa de Netanyahu; y un trato quid pro quo con un magnate de los periódicos para obtener una cobertura favorable a cambio de ayudar a reducir la circulación de un rival.
Tan grande es la sombra que Netanyahu proyecta sobre Israel que toda la nación, y gran parte del mundo, se refiere a él como Bibi, su apodo de la infancia. Hijo de un célebre sionista de derecha, hermano de un soldado muerto en el osado ataque en el aeropuerto de Entebbe en Uganda, un peleador condecorado, herido en dos ocasiones, y producto de una educación de élite, Bibi estaba destinado al éxito.
Bajo su mandato, Israel se inclina inexorablemente a la derecha, incorpora con firmeza la política ultraortodoxa en el gabinete, mientras combate dos guerras en Gaza. Sin embargo, las encuestas muestran que Netanyahu ganaría una elección anticipada.
Para Netanyahu, un primer ministro en su cuarto mandato en un país donde las coaliciones difíciles de manejar se derrumban con regularidad, las acusaciones plantean dudas sobre si este podría ser el final de su carrera estelar. Hasta el momento, sus aliados políticos presentan un apoyo cuidadosamente cubierto, pero si el fiscal general lo acusara, eso podría cambiar con facilidad a una demanda y de allí a una renuncia inmediata.
Tehilla Shwartz Altshuler, una miembro de la junta del Consejo Nacional de la Prensa, dice que durante casi una década, Netanyahu trató de modificar el entorno mediático para su beneficio, con polémicos cambios regulatorios supervisados por Filber. Mientras tanto, recibe una cobertura generalmente positiva de un popular periódico de distribución gratuita propiedad del multimillonario estadounidense Sheldon Adelson.
Eso refleja, dice ella, un “deseo más profundo, más antiguo, casi psicológico”, desde el tiempo en el que ganó su primera elección como primer ministro en 1996.
“Ese día se dio cuenta de que habia ganado contra la voluntad de los medios, y necesitaba desacreditarlos y tratar de ir directamente a la gente. Tuvo mucho éxito, hasta hace dos meses, no tenía miedo de los medios. Ahora, eso ya cambió”, dice Shwartz Altshuler.