A Serafín Bayona le descubrieron porque una ex novia lo acusó de violencia familiar. La joven mexicana dijo que la había golpeado en varias ocasiones, pero que ese no era su único delito.
Confesó a las autoridades estadunidenses algo todavía más perturbador: el hombre era un traficante de personas que, cuando llegaban a Estados Unidos, las esclavizaba a punta de amenazas y pistolazos. En MILENIO te contamos acerca del caso que afectó la vida de cientos de migrantes.
¿Cómo operaba Bayona?
Fue así que quienes lo investigaban lograron en 2022 el testimonio de otra mujer, una mexicana que contó que por ese entonces le pagó a Serafín Bayona 10 mil dólares para que la llevara de contrabando a través de la frontera y luego a Lexington, en Kentucky, donde, según él prometía, le tendría un trabajo seguro.
Gracias a este relato supieron de otras víctimas: un par de hermanas mexicanas, quienes relataron el modus operandi del tratante. En México les cobraron 250 mil pesos y el cruce se hizo desde Sonora hasta Phoenix, Arizona.
Ahí permanecieron una semana y luego Bayona mismo las trasladó a Lexington, donde también residía este explotador. Pensaron que al llegar, finalmente vivirían el sueño americano, pero eso no ocurrió y más bien protagonizaron una historia de amos y esclavos en pleno siglo XXI.
Durante el camino, el traficante de personas les informó que –pequeño detalle– se le había pasado contarles que habría un cobro adicional de 120 mil pesos por concepto “de otras tarifas e intereses por el cruce fronterizo”.
También que por cada mes que tardaran en pagarle se sumaría un interés del 10 por ciento. Aunque las tranquilizó: prometió que él mismo les conseguiría un trabajo.
Los expedientes judiciales consultados por MILENIO revelan que las hermanas trabajaron en una fábrica donde Bayona tenía contactos. También tuvieron que aceptar irse a vivir a un departamento propiedad del tratante, en donde estaban hacinadas junto con otros 13 inmigrantes que, más tarde se enterarían, vivían esclavizados pagando los intereses imaginarios que Bayona les imponía.
En suma, 35 personas eran explotadas laboralmente en ese lugar.
El traficante, quien además residía irregularmente, incluso logró que un lugar llamado Fábricas Orbis, en Georgetown, Kentucky, le depositara a él directamente el sueldo de los migrantes.
“Reunía los cheques de todos los que tenían contrato con él los viernes (...) He podido conservar muy poco del dinero que he ganado en mi trabajo debido a las cuotas que cobra Bayona y no he podido enviar nada a México para mis hijos”, declaró en un documento judicial de una corte del Distrito Este de Kentucky una de las hermanas.
Ellas pagaban 100 dólares semanales para comida, 500 mensuales por el alquiler, 370 para transporte a la fábrica y 120 cada siete días para que les hicieran la limpieza en las casas, aunque las hermanas se encargaban de vivir lo más limpio posible en los lugares deplorables donde se quedaban.
Las libretas de Bayona: deudas impagables
Las víctimas describieron con terror las libretas que cargaba Bayona: un cuaderno pequeño donde registraba los abonos que le daban por los “intereses del cruce fronterizo” y otro grande con la deuda total, que jamás bajaba por los mismos réditos que se iban acumulando.
La mujer que declaró que llegó con su hermana, dijo que no solo vivía esclavizada por el hombre, sino que en alguna ocasión él intentó abusar sexualmente de ella. Dice que era una práctica frecuente que algunas aceptaban con tal de tener algún beneficio en la deuda con el tratante de personas.
“Le mencioné a Bayona que quería irme y regresar a México, y él me dijo que si me iba, enviaría gente a asesinar a mi madre”, recuerda la víctima.
El hombre dejaba entrever a sus capturadas que estaba conectado con cárteles criminales en México. De hecho, constantemente amenazaba a sus reclutas con un arma de fuego para advertirles de los riesgos si se decidían a escapar.
Pero en julio de 2023, la vida sufrió un vuelco para todas las migrantes que este hombre esclavizaba, pues cuatro víctimas habían logrado huir. Ante ello, Bayona inició una cacería por todo Kentucky, pero resultó que varios migrantes provecharon la coyuntura y se atrevieron a convertirse en testigos protegidos para que las autoridades finalmente capturaran al explotador de personas.
Pero eso no sucedió inmediatamente, porque Bayona aterrorizó a sus víctimas a quienes les aseguró que había ordenado asesinatos de sus seres queridos en México.
La captura del “amo”
Este diario hizo una revisión de los casos de Forced Labor, es decir, trabajo forzado, o como algunas organizaciones internacionales le llaman, esclavitud moderna.
Así se halló en las cortes federales y en el Departamento de Trabajo que, en los últimos cinco años, hay al menos 45 esclavistas que han sido llevados ante la justicia en Estados Unidos.
Las personas explotadas son de migrantes de origen latino, principalmente mexicanos o salvadoreños, aunque también se encontraron algunos casos de brasileños y cubanos.
De los 45 casos que salieron a la luz, se encontró que en 32 ocasiones los esclavistas forzaban a sus víctimas a trabajar en el campo; siete episodios ocurrieron en trabajos domésticos; uno en un restaurante; otro más en la construcción y otros tres en lavanderías.
Así, los sitios donde eran explotadas abarcaron fábricas, campos agrícolas, casas habitación y restaurantes. Ahí eran coaccionadas para trabajar en condiciones deplorables, cobrándoles impuestos de cuentas abusivas e imaginarias, e incluso amenazándolas de muerte o de denunciarlas por estar indocumentadas.
Luego del escape de las migrantes en 2023, un testigo protegido reveló que Bayona empezó a comportarse aún más violento. Aunque el delator le daba al delincuente el total de su sueldo, 900 dólares a la semana, nunca era suficiente. Cuando en alguna ocasión le entregó un poco menos de dinero, el esclavista explotó, jurándole que si volvía a pasar mataría a su familia.
Las amenazas se apoyaban en algunas intimidaciones: por esas fechas los parientes del trabajador empezaron a recibir ominosas llamadas telefónicas. Otra víctima dijo que el patrón lo había amedrentado con asesinar a su padre, quien, en efecto, poco después fue encontrado muerto por una herida de bala en México.
El historial delictivo de Bayona llegó a su fin en 2025, cuando finalmente fue capturado. Frente al mar de pruebas, el esclavista se declaró culpable y fue sentenciado a pasar 11 años de prisión.

Explotan en casas y hasta en McDonald’s
Casos como el anterior abundan en la comunidad migrante, que está necesitada de trabajo y dinero.
Así fue la historia de Jairo John Gastelo, de 45 años, y su esposa Carolina Rojas, de 50, migrantes peruanos que también conformaban una mafia que explotaba a trabajadores extranjeros. Según la acusación judicial en el Distrito Central de California, primero los reclutaban en su país, donde les ofrecían financiar el viaje a tierras californianas.
Estos esclavistas aseguraban que podrían sufragar la deuda de su traslado poco a poco, e incluso que podían buscar trabajo por su propia cuenta.
No obstante, en los expedientes judiciales consultados se narra cómo los explotadores llevaron a los migrantes a su residencia particular, de donde no se les permitía salir y en la que fueron obligados a ayudar a hijos y personas que requerían de cuidados especiales.
Los recién llegados se convirtieron en empleados domésticos, con el inconveniente de que no les pagaban ni un dólar; les decían que su trabajo solo cubría el alojamiento en su casa.
En otras ocasiones, a los inmigrantes los colocaban en locales de McDonald’s, en Simi Valley, California, donde la pareja tenía un acuerdo con el gerente para contratar trabajadores. Rojas y el empleado de la cadena de hamburguesas conseguían papeles falsos para que pudieran laborar, saltándose las revisiones de las autoridades.
Y una vez más, cuando tocaba el día de pago, Gastelo y Rojas los llevaban a un lugar a cobrar el cheque y se quedaban prácticamente con todo su sueldo por “los intereses” del cruce a Estados Unidos.
“Mediante amenazas de causarle graves daños les hacían creer que, si no realizaba dicho trabajo y servicios, sufriría graves daños”.
Finalmente, en febrero de 2025, la pareja fue acusada de esclavitud en una corte de California.
Y por supuesto, esclavismo en las cosechas
Otro lugar en el que los migrantes han sido esclavizados históricamente son los campos agrícolas. De hecho, hay 32 detenidos acusados de esclavismo en estos lugares de Estados Unidos, donde los trabajadores viven en condiciones extremadamente precarias.
Hay casos como el de Enrique Balcazar y su hija Elizabeth Balcazar –sólo se llevan 16 años, él tiene 37 años y ella 21–, quienes, a través de una empresa llamada Balcazar Nature Harvesting (BNH) esclavizaron a migrantes mexicanos.
Esta empresa proporcionaba mano de obra agrícola temporal a granjas del condado de Lexington, en Carolina del Sur.
Según la acusación judicial, a principios de 2021, los acusados crearon la empresa y obtuvieron del Departamento de Trabajo la autorización para contratar mano de obra agrícola extranjera, comprometiéndose en el papel a ofrecer determinadas condiciones laborales a sus trabajadores.
Con ese aval en la mano, Elizabeth viajó a México y reclutó a 55 personas para trabajar para Balcazar Nature Harvesting en el condado de Lexington, repitiendo las mismas promesas de siempre. Cada uno de los reclutados tramitó una visa H-2A para trabajadores agrícolas temporales, que debía permitirles laborar de forma legal en Estados Unidos.
Elizabeth regresó en autobús con ellos hasta Lexington y, junto con su padre, los condujo a un campamento en Batesburg, donde vivirían y trabajarían para ellos. El mismo día de su llegada, Enrique y Elizabeth les confiscaron los pasaportes y las visas.
En lugar de las 40 horas semanales que les habían prometido, las víctimas terminaron trabajando casi el doble y, en algunas semanas, hasta 90 horas. Los Balcázar sólo les pagaron el equivalente a 40 horas, de modo que una parte importante de su jornada quedó simplemente sin remuneración.
Al incumplimiento del salario pactado, la empresa les cargó transferencias ilegales de costos por el transporte, visas, la comida y hasta el equipo necesario para trabajar.
Enrique recurrió a la fuerza y a la coerción para retener a los trabajadores en su empresa. Además de retenerles los pasaportes y las visas, los amenazó con deportarlos, portaba y disparaba armas de fuego, negaba atención médica, mandó colocar candados en los dormitorios y puso guardias armados en el campamento.

Al final, los trabajadores comenzaron a escapar.
El juzgado del Distrito Sur de Carolina sentenció a Enrique Balcazar a 40 meses de prisión y varias multas. Su hija tuvo que hacer trabajo comunitario en pro de migrantes y fue obligada a pagarles 508 mil dólares a los 55 trabajadores víctimas de su explotación.
Empresarios gringos explotadores
En estos casos hay uno donde el apellido del esclavista no es latino, y es el de Stavros Papantoniadis, oriundo de Massachusetts y dueño de Stash’s Pizza, una cadena de pizzerías en ese estado.
Este hombre reclutaba trabajadores, sobre todo de El Salvador, Guatemala y Brasil que carecían de estatus migratorio y autorización para trabajar en Estados Unidos.
Papantoniadis empleaba a las víctimas con salarios bajos o, en algunos casos, de plano decidía no pagarles. Les exigía que trabajaran seis o siete días a la semana, sin descanso, y los amenazaba con alertar a las autoridades de inmigración de Estados Unidos para ser detenidas.
El empresario les decía a las víctimas que la policía le creería más a alguien como él, con su cadena de pizzas, y no a ellos, que carecían de estatus migratorio.
“Cuando se le solicitaban descansos, días libres, salarios atrasados, aumentos o, al enterarse de que una víctima planeaba renunciar, Papantoniadis ejercía control sobre las víctimas”, dice la acusación en su contra.
Él mismo de origen griego, Papantoniadis se ensañaba con los trabajadores recién llegados. Por ejemplo, cuando uno de ellos le solicitaba tiempo libre, él les recordaba su estatus migratorio y terminaba la conversación diciendo:
“Malditos inmigrantes, no estoy aquí para ustedes”.
MD