Internacional

Miami y su ‘obsesión’ por el pádel

Los residentes que aman el ejercicio y socializar (y pueden permitirse jugar) no se cansan del pádel, el deporte de raqueta con prestigio internacional.

Al menos una vez a la semana, María Mercedes Ortega, agente inmobiliaria de 32 años y propietaria de un spa, se pone un conjunto elegante y hace una cita con sus amigas. No para ir a bares o discotecas, diversiones que dice haber dejado atrás a los 20 años, sino para jugar al pádel, el deporte de moda en Miami.

Sí, es un ejercicio satisfactorio: “Es estupendo para las piernas”, dijo. Pero, igual de importante que eso, Ortega opina que el pádel es “una actividad social de muy alto nivel”.

Pádel, deporte que nació en México y se popularizó en España y Argentina 

En la ciudad, muchas de las personas adineradas y que optan por actividades inclinadas al bienestar han desarrollado un fervor por el pádel, el deporte de raqueta que es más fácil que el tenis, más difícil que el pickleball y más exclusivo que ambos. 

Las pistas de pádel cubiertas y al aire libre, con sus características paredes de cristal, proliferan en almacenes, parques y antiguos estacionamientos. 

Hay pistas en el Ritz-Carlton de Key Biscayne, y planes para construir algunas en el techo de un garaje de Miami Beach. Un desarrollo de 2000 millones de dólares que se está construyendo en el centro de la ciudad presume de que incluirá el mayor club de pádel del país.

El pádel nació en México y se popularizó en España y Argentina. Con sus raíces hispanas y su caché internacional, ha demostrado ser perfecto para Miami, una ciudad más afín en su lengua y cultura a Latinoamérica y Europa que al resto de Estados Unidos. La mayoría de las veces, los jugadores que abarrotan las pistas de pádel del sur de Florida hablan espanglish entre sí.

Como muchos miamenses, el pádel “emigró aquí”, comentó Javier Colberg, un agente inmobiliario de 39 años de Puerto Rico, quien jugaba una mañana reciente en el Wynwood Padel Club, al norte del centro de la ciudad.

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El pádel es un deporte considerado caro. | The New York Times

Pandemia de covid-19 impulsó el pádel 

El auge mundial del pádel comenzó durante la pandemia del coronavirus. Gran parte de Estados Unidos se estaba aficionando al pickleball, pero Miami era un poco diferente.

Justin Mandel, quien jugaba con Colberg y otros dos a las 07:00 horas para combatir el calor, se trasladó a Miami Beach desde Nueva York durante la pandemia. Cuando un amigo le dijo que debería probar el pádel, no dudó en hacerlo, dijo, porque en Miami “todo el mundo sigue al pie de la letra lo que dicta la moda” .

El pádel era mejor ejercicio que el pickleball y no agravaba su codo de tenista. El formato de dobles de este deporte le ayudó a crear un círculo de amigos. Ahora juega dos o tres veces por semana.

“Ha sido lo que más ha cambiado nuestras vidas”, afirmó Mandel, de 40 años, director de una empresa de selección de personal. “Es toda una obsesión para la gente, y no parece que vaya a desaparecer”.

Sergio Montaner, banquero de inversiones y emprendedor propietario del club de Wynwood, dijo que el negocio tenía dificultades antes de la pandemia. Pero una vez que la gente no pudo viajar a causa del virus, se vio obligada a buscar nuevas salidas atléticas y sociales, dijo.

“Miami es una ciudad donde mucha gente no tiene familia”, dijo Montaner, de nacionalidad española. “El pádel es el mejor lugar para conocer gente”.

Practicar este deporte es caro. Una tarde reciente, reservar una pista cubierta en Reserve Miami at SoLé Mia, quizá el club más caro de la ciudad, costaba 264 dólares, mientras que reservar una al aire libre costaba 168 dólares. El precio suele dividirse entre cuatro jugadores.

Hace poco, Ultra Padel Club, en el barrio Little Haiti de Miami, invitó a los solteros a jugar un torneo los viernes por la noche, en el que formarían equipos con otros jugadores solteros. “Ponte guapo”, aconsejaba el club en Instagram.

El club de Wynwood tiene un escenario con música en vivo y una cafetería interior para que los jugadores se entretengan tomando cortados y croquetas. Ortega se sentó en una mesa una mañana reciente con dos amigas suyas, todas vestidas de blanco. Les encanta hacerse fotos en la pista, lo que lleva a su entrenador a bromear diciendo que deberían llegar media hora antes para posar. A veces, lo hacen.

“Cuando publico sobre pádel en mi Instagram, todo el mundo me dice: ‘Dios, pero que bella eres, quiero una cita contigo’”, dijo Ortega.

Estefanía Inurritegui, una gestora de eventos de 30 años que vive en Key Biscayne, participaba en una clínica en el club de Wynwood una mañana de verano. Su novio la había motivado a jugar.

“Ahora hay tantos sitios nuevos”, dijo Inurritegui, que es peruana.

Quizá demasiados, dijo Montaner. Mencionó que al ver un terreno disponible, muchos inversionistas solo piensan en convertirlo en una pista de pádel. Pero comentó que el costo de los inmuebles es tan elevado en Miami, que “las rentas pueden ahogar” a los negocios incipientes.

“Si no eres capaz de crear una comunidad (en lugar de solo instalar unas pistas en un estacionamiento), entonces puede que no tenga éxito”, explicó Montaner, quien va a abrir otro club en el suburbio miamense de West Kendall.

El pádel, una práctica que permite socializar 

Una de las claves del crecimiento de este deporte ha sido conseguir que los estadunidenses jueguen y vean que es rentable invertir en pistas, dijo Marcos Del Pilar, consultor de pádel de Orlando, fundador de una liga y expresidente de la Asociación de Pádel de Estados Unidos.

“Ya no es un deporte latino”, dijo Del Pilar, quien nació en España.

Wayne Boich, empresario de la industria energética e inmobiliaria de Ohio, es uno de los responsables de la difusión del pádel en Miami. Le gustó tanto este deporte después de jugar por primera vez en Europa en 2013, que cambió los planos de la casa que estaba construyendo en Miami Beach para incluir una pista de pádel en lugar de tenis. Invitó a sus amigos a jugar y a ver exhibiciones profesionales.

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El pádel ha tenido su mayor auge tras la pandemia. | The New York Times

Con el tiempo, vio una oportunidad de negocio y fundó Reserve Padel, una red de clubes de alto nivel en Miami y Nueva York, en 2022. También es propietario de una empresa que construye pistas para clientes de todo el país. El año pasado, Boich llegó a un acuerdo con el jugador de pádel número 1 del mundo, el español Arturo Coello, para que se trasladara a Miami.

“Ya sea pádel, pickleball o tenis, dijo, ahora hay una generación de gente que tiende más a la salud y el bienestar, como todos sabemos, y a la comunidad”.

El club local más reciente de Boich, Reserve Miami at SoLé Mia, forma parte de una enorme urbanización de condominios y negocios en el norte de Miami. Sus pistas cubiertas tienen techos altos, aislamiento acústico y un potente sistema de aire acondicionado.

El club también dispone de piscinas de inmersión en agua fría, un bar repleto de licores y artículos de tocador Diptyque en su vestidor exclusivo para socios; en Reserve, las membresías varían según el club y empiezan en 500 dólares al mes.

Algunos socios pasan el día en el club, atendiendo llamadas y enviando correos electrónicos entre partido y partido, dijo Jack Corbett, su director deportivo. Otros han montado un estudio para grabar un pódcast sobre, adivinen qué, el pádel.

“Juegan hasta que les decimos que es hora de cerrar”, dijo Corbett.
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El pádel reúne a familias y amigos para socializar. | The New York Times

Hacer que el pádel sea más accesible es “en extremo importante para la popularidad general de este deporte”, reconoció Boich.

Al menos tres parques públicos tienen pistas de pádel en el condado de Miami-Dade. También se llenan de fanáticos a partir de las 17:30 horas (y también cobran mucho, aunque menos que los clubes privados).

Una tarde reciente, cinco amigos acudieron al Centro de Tenis Ives Estates, un parque público del norte del condado de Miami-Dade. Gustavo Spadavecchia, de 57 años, se estaba recuperando de una lesión de rodilla; los otros cuatro pensaron que uno de ellos podría ocupar su lugar en la pista si necesitaba un descanso.

Su mujer, Rossana Spadavecchia, de 58 años, compitió una vez en un campeonato mundial de pádel. Andrea Comolli, otra amiga del grupo, dijo que sus hijos, que ahora son adultos, compitieron una vez en un campeonato mundial junior en México. Por aquel entonces, recuerda Comolli, nadie en el colegio de sus hijos sabía lo que era el pádel.

Comolli, de 50 años, su marido y otras dos parejas fueron copropietarios de un club de pádel en el sur de Florida durante unos años, con la esperanza de recrear la experiencia de su Argentina natal. Las familias hacían ejercicio, jugaban a las cartas y pasaban el rato en su club, a menudo hasta altas horas de la noche y acompañados de un asado tradicional.

Pero la pandemia obligó a cerrar el club cubierto durante un largo periodo, y las parejas lo vendieron. Gustavo Spadavecchia, con la rodilla convaleciente, dijo que seguía disfrutando de jugar por la noche y luego reunirse con los amigos para cenar tarde.

“Mi familia de Nueva Jersey viene de visita y no entienden por qué salimos hasta tan tarde un miércoles por la noche”, dijo riendo. “Miami no es como otras partes de Estados Unidos”.


C. The New York Times 

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