En una gélida noche de febrero de 2023, un tren de mercancías que transportaba productos químicos tóxicos se descarriló en East Palestine, Ohio. Durante días, el peligroso contenido del tren se derramó en el suelo, el agua y el aire de los alrededores; fue una catástrofe medioambiental y de salud pública y se están realizando esfuerzos para monitorear los efectos a largo plazo sobre la salud de la población de East Palestine.
Sin embargo, un equipo de científicos se centró en otro grupo de residentes locales: los perros. Tras el descarrilamiento, los investigadores reclutaron a propietarios de perros de East Palestine y sus alrededores y les pidieron que colocaran etiquetas de silicona absorbentes de sustancias químicas en los collares de sus mascotas.

Los resultados preliminares, que aún no se han publicado, hacen pensar que los perros que vivían más cerca del lugar del accidente estuvieron expuestos a niveles inusualmente altos de ciertas sustancias químicas. Los investigadores están analizando ahora muestras de sangre de los perros para determinar si las sustancias químicas pueden haber provocado cambios genéticos asociados al cáncer.
“Esto es lo que deberíamos hacer tras cualquier desastre de este tipo —explicó Elinor Karlsson, genetista de la Facultad de Medicina Chan de la Universidad de Massachusetts y del Instituto Broad, que dirige la investigación—. Las mascotas que viven en nuestros hogares están expuestas a las mismas cosas a las que nosotros estamos expuestos”.
Nuestras mascotas respiran el mismo aire, beben la misma agua y, a menudo, duermen en las mismas camas que nosotros. Sin embargo, hay relativamente pocas investigaciones sobre cómo las toxinas y los contaminantes medioambientales afectan a nuestros animales de compañía.
Según los expertos, se trata de una enorme oportunidad perdida. “Me gusta utilizar la analogía del canario en la mina de carbón, con una diferencia, y es que los canarios eran sacrificables —dijo Audrey Ruple, epidemióloga veterinaria de Virginia Tech—. Nuestros perros no lo son, nos preocupamos profundamente por nuestros animales de compañía”.
El aire exterior
En 2020, California vivió una temporada de incendios forestales sin precedentes, que a menudo dejaba el cielo lleno de humo. En los días especialmente malos, Stephen Jarvis, un estudiante de posgrado del área de la bahía de San Francisco, sufría dolores de cabeza, irritación ocular, dificultad para respirar e incluso dolores en el pecho.
También notó los efectos en Manolo, el gato asmático de su pareja. “En los días en que la calidad del aire era peor, sus síntomas se agravaban y le costaba respirar”, compartió Jarvis.
La semana pasada, Jarvis, ahora profesor adjunto en la London School of Economics, publicó un artículo en el que sugería que los problemas respiratorios de Manolo no eran un caso aislado. Él y sus colegas revisaron cinco años de datos veterinarios de todo el Reino Unido, junto con datos sobre los niveles de partículas finas en suspensión en el aire, que son uno de los principales contaminantes del humo de los incendios forestales y un peligro bien conocido para la salud humana.

Los investigadores descubrieron que, cuando aumentaba la contaminación atmosférica, también lo hacía el número de visitas al veterinario de perros y gatos. Llegaron a la conclusión de que, si el país mantuviera la contaminación atmosférica por debajo del umbral recomendado por la Organización Mundial de la Salud, se podrían evitar entre 80 mil y 290 mil visitas al veterinario al año. “Eso supone mucha angustia y mucho dinero para los dueños de mascotas”, dijo Jarvis.
Es un hallazgo aleccionador, sobre todo teniendo en cuenta que se prevé que el cambio climático y la intensificación de los incendios forestales empeoren la calidad del aire en las próximas décadas.
“Cuando pensamos en cómo protegernos del aire insalubre, también debemos pensar en nuestras mascotas y en la fauna silvestre”, dijo Olivia Sanderfoot, ecóloga de Cornell que estudia los efectos del humo en los animales silvestres.
La inhalación de humo puede causar una serie de problemas respiratorios en los animales, como tos y dificultad para respirar. Los estudios también han comenzado a relacionar el humo de los incendios forestales con otras consecuencias para la salud, como infecciones oculares y estrés celular en los perros, y problemas cardíacos y coágulos sanguíneos en los gatos.

Las aves son especialmente vulnerables porque respiran de forma muy eficiente, extrayendo más oxígeno del aire que los mamíferos. Desgraciadamente, según Sanderfoot, eso significa que también “procesan concentraciones más altas de todas las sustancias nocivas” del aire contaminado. “En general, son más sensibles que nosotros a la contaminación atmosférica”.
Cargas fuertes
Los gatos y los perros, que suelen pasar mucho tiempo en el suelo o cerca de él, podrían correr un riesgo elevado por otros contaminantes químicos. En comparación con los humanos, pueden estar más expuestos a sustancias químicas cancerígenas utilizadas en el cuidado del césped o a metales pesados, como el plomo, que tienden a acumularse en el polvo doméstico.
En 2014, cuando el plomo comenzó a filtrarse en el agua potable de Flint, Míchigan, había motivos para creer que las mascotas eran especialmente vulnerables. A diferencia de las personas, las mascotas suelen “subsistir por completo” con agua del grifo, dijo John Buchweitz, toxicólogo veterinario de la Universidad Estatal de Míchigan.
Después de que Buchweitz y sus colegas establecieran clínicas de detección de plomo para los perros de la zona, encontraron varios animales cuyos resultados eran “extremadamente preocupantes”, entre ellos tres pastores australianos que vivían en el mismo hogar. Los perros habían perdido peso y se comportaban de forma extraña, y los tres tenían niveles elevados de plomo en la sangre.
Buchweitz se alarmó; sabía que la familia que vivía allí también tenía niños pequeños. “Me puse en contacto personalmente con el Departamento de Salud y les dije: ‘Hay que investigar esta casa’”, recordó. Posteriormente, las autoridades descubrieron que el agua potable de la vivienda contenía suficiente plomo como para suponer un claro peligro tanto para las personas como para los animales.
Incógnitas conocidas
Aunque un derrame químico, un incendio forestal o una crisis hídrica pueden suponer un riesgo grave e inmediato para la salud, muchos peligros para la salud ambiental son más difíciles de identificar: por ejemplo, ¿la exposición regular y en niveles bajos a un contaminante concreto aumenta el riesgo de padecer cáncer a lo largo de la vida?
Las mascotas tienen una vida más corta que las personas y son más propensas a vivirla en un solo lugar geográfico, lo que facilita a los científicos el análisis de algunos de estos efectos sutiles. Además, la devoción de los dueños de mascotas ayuda a facilitar la recopilación de datos, según los expertos.
“La gente se preocupa por sus mascotas —aseguró Karlsson, que dirige Darwin’s Dogs, un gran proyecto científico comunitario cuyo objetivo es identificar los factores genéticos y ambientales que influyen en la salud y el comportamiento de los perros—. Y como científico, eso es una oportunidad. Porque si la gente está preocupada por ello, nos ayudará con el trabajo”.

Decenas de miles de propietarios de perros estadunidenses han inscrito a sus mascotas en Darwin’s Dogs y en iniciativas similares, como el Proyecto de envejecimiento canino y el Estudio de la vida del Golden Retriever. Entre otros datos, estos proyectos recopilan información sobre la exposición diaria de algunos de estos perros a productos químicos, miden los niveles de herbicidas en su orina, envían por correo etiquetas de silicona que absorben productos químicos y les piden a los propietarios que envíen muestras del agua que beben sus perros.
Para Ruple, que dirigió los estudios piloto del Proyecto de envejecimiento canino con etiquetas de silicona y agua potable, los propietarios parecían más dispuestos a participar que si se tratara de una investigación sobre sus propios riesgos para la salud ambiental.
“Creo que la gente desconfía bastante de la ciencia en este momento —confirmó—, pero el amor que sienten por sus perros supera cualquier desconfianza que puedan tener”.
Y los perros, a su vez, pueden devolverles el favor, ayudando a los científicos a identificar las sustancias químicas que ponen en peligro tanto a los seres humanos como a los animales. Después de todo, señaló Ruple, la palabra “centinela” se refiere a alguien cuyo trabajo es vigilar. “Para eso siempre hemos utilizado a los perros: guardianes de nuestro ganado, de nuestra familia, de nuestros hogares”.
Y en un mundo tóxico, tal vez, guardianes de nuestra salud.

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