En noviembre de 2012, en Cuba, iniciaron las conversaciones de paz entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y la guerrilla marxista de las Fuerzas Armadas Revolucionaras de Colombia (FARC), la más antigua del continente. El pasado 23 de junio, las partes suscribieron en La Habana un acuerdo de cese el fuego bilateral y definitivo ante la presencia de los países garantes, Cuba, Chile, Venezuela y Noruega, y del presidente Enrique Peña Nieto como testigo de honor. La politóloga Guadalupe González González habló con MILENIO sobre el acompañamiento al diálogo que desde 2013 realiza como miembro del Grupo de Amigos de México por la Paz en Colombia integrado por 10 académicos, escritores y diplomáticos mexicanos, y de los desafíos a corto y mediano plazo.
Como miembro del Grupo de Amigos de México ha de haber sentido una gran satisfacción con la firma de los acuerdos...
En efecto, es una gran satisfacción. La firma es el paso definitivo hacia el acuerdo final pensado para julio o agosto en Colombia. En esta fase la participación de la comunidad internacional a través de los países garantes y acompañantes fue decisiva, y también la de los grupos de la sociedad civil como el Grupo de Amigos de México por la Paz en Colombia. Entonces sí, estamos muy satisfechos.
Como expertos en el tema de América Latina, ¿tuvieron alguna participación en las negociaciones?
No, éstas fueron cerradas. Nuestra labor fue básicamente la de educar al gran público a través de los medios sobre lo que estaba ocurriendo en Colombia e ir generando un clima de opinión internacional favorable. Por desgracia, en Colombia mismo luego de tantos intentos fallidos de paz, existía un cierto desánimo y el que se generara en los países del área un ánimo de mucho apoyo hacia el proceso podía servir también, en forma indirecta, para contrarrestar el pesimismo. A la vez, desde el punto de vista mexicano era muy importante que fuera la ONU la que sirviera de garante y que la negociación se llevara al Consejo de Seguridad, sobre todo cuando, como usted sabe, el multilateralismo en la región está bastante polarizado y la ONU planteaba un espacio de mayor neutralidad.
¿Incidió el Grupo de Amigos para que el presidente Enrique Peña Nieto fuese invitado a Cuba como testigo de honor?
Esta administración ha tenido muchísimo interés en participar en el proceso y nosotros siempre promovimos dentro del Grupo de Amigos el que México tuviera un papel mucho más activo por ser el segundo más importante de América Latina, por la cercanía que ha tenido con Colombia y por la propia situación de violencia por la que ha pasado nuestro país. En ese sentido, el primer paso fue la decisión del gobierno mexicano de participar en el mecanismo para el desminado en Colombia, anunciado en marzo y que nosotros por supuesto saludamos. Fueron las partes las que decidieron invitar al presidente Peña Nieto.
¿Cree que el liderazgo de las FARC pueda viajar a Bogotá para firmar la paz como anunció el presidente Santos?
Como usted sabe, hay cierta resistencia dentro de Colombia sobre todo en el tema de la amnistía. Para muchos, sobre todo la oposición que coordina y dirige el ex presidente Álvaro Uribe y su Centro Democrático, se ha "negociado con terroristas". Lo que se requiere ahora es que el Poder Judicial deje sin efecto las demandas de captura de algunos guerrilleros. Está abierto a hacerlo, mientras se decide cómo va a ser la justicia transicional que se acordó. Aquellas personas que sean acusadas de violaciones graves tendrán que enfrentar la justicia, pero mientras ese esquema no esté operando hay ciertamente un impasse. El otro tema son las garantías de seguridad física a los guerrilleros, que como uno puede pensar tienen muchísimos enemigos y podrían ser sujeto y objeto de agresiones. Estos son los dos grandes problemas a resolver en lo inmediato. Pero veo muy difícil una marcha atrás, por la enorme presión internacional y política interna para que la paz se firme. Luego vendrá otra fase muy complicada también que es la refrendación de los acuerdos. La gente en Colombia está dividida sobre muchos temas y cuando estos se hagan públicos habrá más división. De ahí que tanto las FARC como el gobierno deberán convencer a la opinión pública para que refrende la paz.
¿Qué tanto puede afectar la campaña de recolecta de firmas del ex presidente Uribe contra el referendo?
La campaña tiene un impacto más simbólico que real. En la práctica quien va a tomar la decisión sobre el plebiscito es la Corte Constitucional, y el Congreso ya se pronunció. Hay sectores que rechazan el proceso, por ejemplo el sector privado rural, preocupado porque el reparto de tierras pactado en La Habana repercuta sobre el derecho a la propiedad. También otros sectores rurales están preocupados porque la salida de las FARC de sus territorios deje un vacío en zonas que no están del todo pacificadas y que sean las bandas del narco y de ex paramilitares los que se hagan fuertes ahí. El ex presidente Uribe, que basó su plataforma política en un "no a la paz con las FARC", ve en estos sectores una plataforma política para una eventual elección posterior.
Reforma agraria, amnistía, desarme, reinserción política de las FARC, paramilitares, narcotráfico, hay retos muy grandes aún...
Y yo agregaría otro, el desarme de la otra guerrilla, más pequeña pero activa, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que actúa en zonas donde también hay presencia de bandas del narcotráfico. Es una situación extremadamente compleja y por eso a mí me parece técnicamente muy interesante cómo se han diseñado las 23 zonas para la reubicación de las FARC. No estarán cerca ni junto a ninguna población, habrá presencia de los Cascos Azules de la ONU y también controles de entrada para ir generando las condiciones para la reintregración política y desarmada de las FARC a la sociedad.