Como parte de una extraña costumbre, cada cierto tiempo, los medios norteamericanos le toman el pulso al cine francés (incluso a la cultura francesa en general) y lo declaran muerto, sin tomarse la molestia de practicarle primeros auxilios. La nación que eligió a Donald Trump y creó a Honey Boo boo, habla de cómo Francia ha dejado de ser eje de la cultura cinematográfica y se encuentra en un estancamiento creativo. Me pregunto si estos acusadores conocen a Alain Guiraudie, un realizador del que no puedo asegurar que el mundo entero disfrutará como a un Jean Pierre-Jeunet, el autor de Amélie pero, sin duda, es alguien que no está dormido en los laureles marchitos de la nouvelle vague o vive del distante mérito de pertenecer a la patria que inventó el cine. Llamarlo transgresor, provocador y atrevido es retomar cualidades comunes de los cineastas franceses relevantes. A diferencia de sus colegas, Guiraudie es un individualista que, teniendo estas virtudes escandalosas, no busca el shock, la confusión o la controversia, sino una ambigüedad en la que el espectador puede sentirse libre.
Después de causar sensación con El extraño del lago (un thriller que transcurre en un balneario gay nudista) y recibir numerosas ofertas para llevar su talento a un cine más accesible para la audiencia internacional, Guiraudie intercambió la fama por la libertad de hacer una película más audaz, titulada Animal vertical.
Su trama nos presenta al desorientado Leo, un director de cine en busca de inspiración para comenzar a escribir el guión de una película. Esta necesidad lo lleva al sur de Francia con el pretexto de encontrar a una especie de lobo que, probablemente, tiene que ver con su guión. En estos rumbos conoce a cuatro personajes con los que empieza a obsesionarse: una pastora de ovejas con la que comienza una relación; el padre de ella, un anciano que pasa el día escuchando rock a alto volumen; y un joven que cuida de él. Lo que comienza como una excursión que alimentará su imaginación se convierte en una estancia permanente en el campo. Leo deja su departamento, tiene un hijo con la pastora que apenas conoció y, aunque esto sugiere que su vida tendrá un cambio de dirección, su futuro inmediato no es el predecible escenario del hombre que cambia de prioridades luego de convertirse en padre.
Aclaro que mi sinopsis es muy básica. No le hace justicia a esta trama intoxicada de onirismo y suspenso existencial. Desde el primer minuto, Guiraudie libera a su historia de reglas, lógica, expectativas narrativas y tabúes. En cualquier otro drama que presente a un hombre soltero, concentrado en su carrera, que conoce a una mujer con la que inesperadamente tiene un hijo, el mensaje sería directo y convencional. Al no explicar los motivos de Leo para perderse espiritualmente en la Francia rural, Animal vertical funciona como una exploración de las ansiedades masculinas a la que cada quien le da su significado.
Al igual que todas las películas de su director, este tratado sobre la paternidad, la individualidad y la incertidumbre está conectado con la sexualidad de sus personajes. La cualidad que hace de Guiraudie uno de los cineastas más originales de Francia es la inédita revolución sexual a la que incita su obra. Con escenas radicales, que capturan la desnudez y el sexo completamente deslindadas de lo erótico, Guiraudie abre la mente del espectador, mostrándole algo más que un acto carnal: reflexiones sobre la vida, la muerte y el deseo. El elemento que hace que esta descabellada premisa no caiga en lo inaceptable y ridículo es el rostro del actor protagónico, Damien Bonnard; su expresión facial es indescifrable, serena, cómica; nos ayuda a sobrellevar los altibajos absurdos y surreales de la trama.
En este fin de semana con cartelera aparentemente inofensiva, Animal vertical tomará por asalto al espectador que no tiene la menor idea de lo que va a ver. Su tono poco ortodoxo y la extraña trayectoria que sigue su protagonista serán una combinación difícil de digerir. En todo caso, estamos frente a un director seguro de sus ideas y sin miedo a los riesgos. Ver algo así en estos tiempos es un lujo.
@amaxnopoder