En junio, se realizó una pequeña ceremonia en una saliente rocosa con vista a un lago en el oeste de Noruega. Miembros de la Fundación Wittgenstein, junto con el embajador de Austria y varios políticos locales, se reunieron a pocos kilómetros del pueblo de Skjolden para marcar la terminación de un notable proyecto de restauración.
Habían caminado hasta la mitad de la ladera de la montaña, a lo largo de un sendero ocasionalmente empinado, hasta una pequeña casa de madera con impresionantes vistas de las aguas opalescentes. Cinco años en la planeación, la reconstrucción de una vivienda construida por artesanos locales en 1914 para el filósofo nacido en Austria Ludwig Wittgenstein concluyó a finales de mayo.
El proyecto fue la idea de Harald Vatne, un profesor de escuela jubilado y nativo de Skjolden, a quien conocí en una peregrinación reciente al sitio del retiro noruego de Wittgenstein. Este fue un viaje que siempre quise hacer, desde que caí bajo el hechizo de Wittgenstein al estudiar un posgrado en filosofía.
Llegué en agosto en un día gris y sin viento -“un día típico en Skjolden”, dice Vatne- cuando listones de nubes bajas se ciernen sobre las costas de Lustrafjord, un división de Sognefjord: a 127 millas, el fiordo más largo de Noruega y el segundo más largo del mundo.
Vatne se crió con historias del “austriaco”, como se conocía a Wittgenstein en Skjolden (los lugareños llamaron a la casa misma “Austria”). Y recuerda las expediciones infantiles de patinaje de invierno en el lago debajo de la casa. “Lo extrañabas cuando la derribaron”, dice, refiriéndose cuando la familia Bolstad, a quien Wittgenstein se la legó en 1919, trasladó la casa de su sitio original.
Después de la muerte del filósofo en 1950, se reconstruyó la casa en el pueblo y se le cubrió con azulejos blancos muy poco atractivos. Sin embargo, la reconstrucción supervisada por Vatne y sus colegas utiliza algunos de los materiales originales y es completamente fiel al diseño inicial.
En 1913, Wittgenstein, el vástago de 24 años de una de las familias más ricas de Habsburgo Viena y más tarde reconocido como uno de los pensadores más influyentes del siglo XX, fue estudiante en el Trinity College de Cambridge, después de haber ido por primera vez a Gran Bretaña en 1908 para estudiar ingeniería en Manchester. Fue un protegido del filósofo Bertrand Russell, con quien interminablemente, y con frecuencia tempestuosamente, debatió los principios fundamentales de la lógica.
Ese verano, Wittgenstein le propuso a su amigo David Pinsent salir de vacaciones juntos. Le dio a Pinsent tres opciones: Andorra, las Azores o Bergen en Noruega. Pero estaba claro a dónde quería ir Wittgenstein. “Entonces, después de todo, iremos a Noruega y no a España”, escribió con pesar Pinsent en su diario.
Navegaron desde Hull a Oslo, y luego tomaron un tren a Bergen, desde donde navegaron por Hardangerfjord, permaneciendo en ruta en el pequeño pueblo de Oystese. Los cruceros turísticos todavía hacen el mismo viaje en la actualidad.
Wittgenstein le escribió a Russell: “Estoy sentado aquí en un pequeño lugar dentro de un hermoso fiordo y pensando en la horrenda teoría de los tipos (un problema en la lógica matemática)”. Para entonces, ya había decidido que regresaría a Noruega para un periodo prolongado, como lo expresó Pinsent más tarde, para “vivir completamente solo y por si mismo...y no hacer nada más que trabajar en lógica”.
Cuando le contó a Russell sobre el plan, este le advirtió que estaría oscuro. Wittgenstein respondió que odiaba la luz del día. Russell dijo que estaría solo. Wittgenstein insistió en que “prostituía su mente hablando con personas inteligentes” en Cambridge. Como relata el biógrafo Ray Monk, Wittgenstein ansiaba la soledad por encima de todo. Y la buscó -y eventualmente la encontró- en Skjolden, el asentamiento más recóndito en Lustrafjord.