Uno de los problemas de la urbanización y gentrificación en diferentes partes del mundo es el elevado costo de la vivienda. Como ejemplo la Ciudad de México, en donde un pequeño departamento en el Centro Histórico puede costar mínimo 5 mil 900 pesos al mes, de acuerdo con un estudio del sitio Propiedades.
Ante este panorama, ha surgido la tendencia de las microcasas. Espacios de vivienda que van de los 30 y hasta los 120 metros cuadrados en donde se puede encontrar todo lo necesario para que habiten hasta cuatro personas.
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Seguro estarás pensando que el tamaño de los departamentos de interés social no cambia mucho, pues en promedio miden 40 metros cuadrados. La diferencia con estas microcasas es que, además de ser pequeñas, tienen un trabajo de diseño que las hace llamativas y suelen estar situadas en dos tipos de espacio totalmente diferentes: en un espacio abierto y en contacto con la naturaleza o en zonas densamente pobladas.
¿Dónde surgieron?
Hay dos teorías de su nacimiento. Una sitúa al estadunidense Jay Shafer como uno de los pioneros de esta tendencia. Él construyó con sus propias manos su casa de poco más de ocho metros cuadrados. Luego del huracán Katrina y de la crisis económica de 2007, sus diseños cobraron popularidad.
La otra teoría sugiere que el concepto es japonés, en donde estos espacios reducidos o kyoshojutaku fueron una opción para aquellos que buscaban una casa en la zona urbana y a precios accesibles.
¿Qué debe tener una microcasa?
Además de no ser mayor a 120 metros cuadrados, estas casas miniatura se distinguen por tener pocos muebles, la mayoría de ellos retráctiles. Es decir, la cama debe poder guardarse para dar espacio a la sala, las escaleras sirven de clósets o los sillones se doblan de tal manera que sirven como mesas.
Por si fuera poco, la mayoría está hecha bajo pedido y las que están pensadas para estar en un ambiente natural muchas veces prescinden del baño para poner una pequeña letrina o cisterna cerca de la casa. Algunas, incluso sólo tienen una recámara como éstas de origen japonés.
México cuenta con una de las microcasas más populares a nivel mundial. Se llama Casa Tiny y está a unos cuantos kilómetros de Puerto Escondido.
Esta casa de dos pisos, inspirada en un ensayo de Henry David, cuenta con una cama matrimonial, una barra en la cocina y una alberca. Lo mejor es que la puedes rentar para pasar un fin de semana y probar lo que es vivir en un micro espacio.
[La Casa Tiny en Puerto Escondido está a la renta en Airbnb. Foto: Airbnb]
No todo es maravilloso
Pese a que el objetivo de las microcasas es ahorrar dinero o estar en contacto con la naturaleza, muchas veces sus ocupantes encuentran que estos espacios tan reducidos pueden volverse monótonos o fastidiosos, pues no puede haber un espacio sin mover un mueble o no hay privacidad suficiente.
Por si fuera poco, un espacio tan pequeño puede llegar a afectar la salud mental de quien lo habita pues según Samuel Gosling, profesor de psicología de la Universidad de Texas, un departamento o una casa “llena necesidades psicológicas como auto expresión y relajación, algo que no puede suceder en un lugar tan pequeño”, dijo al sitio The Atlantic.
Quienes han vivido en este tipo de casa también están de acuerdo en que están bien para pasar una temporada, pero no como algo definitivo. Por ejemplo, Carrie y Shane Caverly construyeron su propia casa y decidieron documentarlo en un blog.
Luego de 18 meses de vivir ahí, decidieron moverse a un espacio más grande. Según Carrie, durante ese tiempo, vivió “sentimientos de pobreza, escasez, inestabilidad, claustrofobia y falta de espacio personal”.
¿Será algo a lo que nos tengamos que acostumbrar?
mrf