Bajo la luz tenue de un pasado en sepia, la Alameda de Torreón resurge en siete fotografías antiguas, testimonio de un vergel que alguna vez fue el respiro de la ciudad. Las imágenes, capturadas de los 40s y resguardadas por el Archivo Municipal, revelan un paisaje donde los álamos se alzaban como centinelas del tiempo.
Hoy, en 2025, nuevas fotografías nos muestran una Alameda distinta: el concreto ha ganado terreno y la sombra de los árboles parece un recuerdo cada vez más lejano.

Según textos del Dr. Jesus Gerardo Sotomayor Garza, cronista de la ciudad. En 1898, don Feliciano Cobián, visionario lagunero, adquirió las tierras que abarcan desde la calzada Colón hasta la calle Cuarenta, con el propósito de fraccionarlas y fomentar el crecimiento de Torreón. Poco después, don Joaquín Serrano, con una generosidad digna de las grandes historias, donó cuatro manzanas entre las avenidas Juárez y Allende. Su deseo era claro: que este espacio se convirtiera en un paseo público para los torreonenses.

¿Por qué se llama Alameda?
Y así nació la Alameda, bautizada por los álamos traídos desde Allende, Chihuahua. Su sombra acogía a quienes buscaban refugio del sol lagunero, y sus caminos eran senderos de historias, de encuentros y de reposo.
Años después, en 1932, la Fuente del Pensador, donada por la compañía cigarrera 'El Buen Tono', llegó para embellecer aún más este rincón. La escultura, inspirada en una obra de Miguel Ángel, sigue en su sitial, contemplando el devenir del tiempo.

El lago con forma del mapa de Coahuila
El lago Coahuila, diseñado en la forma del estado, fue otra joya que adornó la Alameda, una postal perfecta de la identidad regional. Para 1945, bajo la administración del alcalde Rafael Duarte, se inició la construcción de la Biblioteca Pública Municipal, un recinto que se mantuvo en pie por más de cuatro décadas, resguardando el conocimiento de generaciones de laguneros.

Pero el tiempo, como río indetenible, ha transformado este pulmón de la ciudad. Las imágenes comparativas revelan una verdad difícil de ignorar: los árboles que antes poblaban la Alameda han desaparecido en gran medida.

Un espacio que lucha por recuperar su esplendor
Lo que fue un oasis verde es hoy un espacio que lucha por recuperar su esplendor. La memoria fotográfica no solo documenta, sino que cuestiona, invita a la reflexión y clama por un futuro donde el verde no sea solo parte del recuerdo.
Quizá aún haya tiempo para que la Alameda recupere su voz de follaje y su murmullo de hojas. Quizá, en un futuro cercano, Torreón vuelva a tener en su corazón un refugio de sombra y vida. Entre los ecos de lo que fue y la esperanza de lo que puede ser, la Alameda sigue en pie, esperando el regreso de sus álamos.

arg