Enrique sale en su triciclo a vender las piñatas que elaboran sus sobrinos, desde hace caso once años que recorre las calles y se instala en la esquina del bulevar Independencia y calle Madero, donde se queda desde las 10:00 de la mañana a las 7:00 de la tarde.
Tiene 73 años de edad y pertenece al segmento de la población que es mayormente vulnerable a contraer el Covid-19, sin embargo, dice que ni siquiera sabe lo que es esta enfermedad.
Él, al igual que muchas personas, sólo se dedican a salir todos los días a trabajar y a llevarse el sustento económico para su familia.
Sentado bajo un pequeño árbol cercano, Enrique se levanta. “¿A cuánto cada piñata? “cincuenta pesos”, se apresura a contestar y muestra dos los personajes de la película Angry Birds, “la venta ha estado algo baja, pero aquí seguimos”, señala.
Una gorra protege su ya curtido rostro, el brillo de sus ojos apenas sobresale de la sombra que provoca el intenso sol, los años han hecho lo suyo, sin embargo, Enrique no pierde los ánimos, y pareciera que le gusta estar rodeados por esas piñatas que cuelgan de su triciclo, estacionado sobre la banqueta. Explica que sus sobrinos tienen la fábrica, él se dedica a ayudarles.
“Trabajamos muy unidos, ellos las hacen del tamaño que quieran y del personaje que quieran, trabajamos sin discordias y toda la gente ya me conoce”.
Y es cierto, Enrique todos los días, a excepción del lunes que descansa, no falla. Durante la plática fueron varios automovilistas a quienes llamaba la atención las pequeña piñatas.
“Este trabajo es bueno, he trabajado en otros de pintura, albañilería, boleando calzado”, explica.
No usa cubrebocas. Su vida de más de siete décadas no ha estado exenta de enfermedades, pero él se dedica a trabajar y no sabe el significado de la palabra coronavirus.
“Yo no sé de eso, yo me cuido con pastillas para el dolor, pero tomo puros tés de hierbabuena, de flor de azar, algo para los nervios y para dormir bien. Si he visto doctores. Yo practicaba deportes, corría en el Bosque con Esteban Méndez, que jugaba en el equipo Laguna en Torreón”.
Reconoce que hubo años en que llegó a experimentar las llamadas “cruditas”, pero asegura, “ya no tomo cerveza, alcohol, ni cigarros, ni Pepsi, ni Coca, ya me quité de esos vicios, pero si me alimento bien; como gorditas con chile, papas y frijolitos, calditos de pollo, yo trabajo muy agusto con mis familiares, hay veces que si viajo. Me dan mis alimentos, ropa, un lugar para vivir”.
Hubo un tiempo en que por cargar bultos de cemento, se lastimó la cintura, pero ya recibe algunos ungüentos que le ayudan además a la circulación de la sangre.
Enrique no responde al preguntársele si tiene algún servicio. Las fotos no le gustan, pero prefiere que luzcan las piñatas que como él dice, “todas son sus preferidas”, son parte de él, de su vida y el sustento para su familia.
Enrique no sabe de coronavirus, de cuarentenas, ni cubrebocas, sólo sabe, que día con día, tiene que salir a vender sus piñatas para poder vivir.
AARP