Hace poco más de 2 años Samuel empezó a notar que orinaba de forma irregular, hacerlo se volvía difícil, pero para él no era nada fuera de lo común, una infección en las vías urinarias a lo sumo y en ese caso la vía más sencilla era la automedicación, no obstante las cosas no mejoraron.
"Pensé que había contraído una infección fuerte en algún sanitario o algo. Pasó un buen tiempo, algo así como unos 8 meses, entonces le dije a mi yerno, que es médico, que me diera una receta para medicamentos que me quitaran eso, él con su experiencia me dijo que me hiciera un análisis del antígeno prostático", contó Samuel.[OBJECT]
Acudió al examen sin conocimiento preciso de su finalidad, es decir, de los resultados que tendría que arrojar.
Lo que revelaron fue que su próstata tenía un volumen de 75.6 centímetros cúbicos, cuando debería de medir entre 15 y 20, 40 como máximo.
Hasta entonces seguía ignorante de qué tan malos eran esos resultados, por lo que fue a realizarse un ultrasonido para darse cuenta de lo inflamado de su próstata.
Lo que le siguió fue una visita al urólogo, quien vio los resultados y las imágenes para posteriormente hacerle la prueba del tacto. El diagnóstico fue cáncer de próstata.
"Me puso en guardia, me dio temor. Entonces me pregunté '¿qué voy a hacer?', yo ignorante de la cuestión del volumen y todavía no me caía el veinte. En mi cabeza entró temorcillo, pero pensé en buscar la opinión de otro médico", externó.
El diagnóstico fue el mismo. El doctor le explicó detenidamente los motivos para creer que sí era cáncer y que, además, lo más probable era que estuviera albergado en el hueso.
Para esto fue necesaria una gammagrafía ósea que serviría para corroborar y, en todo caso, saber qué tan profundo era.
Esto arrojó que no había nada en el hueso, pero también les dijo que a juzgar por el volumen de la próstata, lo más probable era que el cáncer llevaba albergado en Samuel cuando menos dos años.
El diagnóstico fue corroborado, faltaba saber qué se podía hacer al respecto. Para entonces ya había visitado a 2 urólogos, faltaba la cita con el oncólogo, quien le hizo una tomografía para saber si el cáncer no se había propagado a otras partes de su cuerpo.
"Ya tenía miedo, sí tenía miedo, la muerte en sí no me asustaba, no me asusta, nunca lo ha hecho, pero yo tenía miedo a la forma de muerte".
"He estado en el lecho del dolor de los que mueren de cáncer y he visto cómo lo hacen, eso me causaba mucho miedo".
"Me imaginaba a mi familia, a mi esposa, a mis hijos, en mi cama viéndome sufrir, yo sufriendo por el dolor y ellos por la impotencia de no poder hacer nada".
"Eso aumentaba mi miedo. Entonces yo dije en la iglesia 'no le pidan a Dios porque me quite el cáncer, pídanle para que me quite el miedo'. El miedo te mata antes de que llegue el momento y no te deja vivir", expresó.
Había una impotencia por no saber cómo iba a ser el final. Los pensamientos lo hicieron adelantarse a los hechos, lo hicieron vivir una agonía anticipada.
Pero el miedo, conforme fue pasando el tiempo, cosa de cinco o seis meses, se fue perdiendo y aprendió a convivir con su enfermedad, pero faltaba el tratamiento.
"Siguió el proceso del tratamiento médico, del oncólogo, en el seguro, las inyecciones que me están poniendo, el medicamento que ingiero".[OBJECT]
"Pero empezaron las consecuencias del medicamento, me hizo una hernia por ejemplo, porque el estreñimiento que producen era muy fuerte", compartió.
El cáncer de Samuel está encapsulado, lo que quiere decir que no se ha derramado en su cuerpo.
Actualmente sigue en tratamiento para contenerlo, sufriendo diversos efectos secundarios que tiene soslayar para que por su cuerpo no se propague esta mortal enfermedad.
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