Un puente vial atraviesa las tierras del ejido San Miguel, en el municipio de San Pedro de las Colonias, pues en el pasado se registraban fuertes avenidas del río Nazas y había que garantizar la movilización de las familias.
Ahora, literal, esta comunidad se ve envuelta, al igual que múltiples núcleos poblacionales de la Comarca Lagunera, en la peor crisis hídrica de su historia, de tal suerte que a San Miguel no lo divide solo el puente colorado, en la carretera San Pedro-La Cuchilla, sino además la sed de sus habitantes.

Al internarse en la parte baja del ejido, lo primero que se observa es la comercialización de unos cabritos, en tanto que el paisaje general está dominado por tinacos y tanques colocados en la entrada de cada vivienda. Las mujeres, que son quienes tienen el pulso del día a día, comentan que llegan los recibos, pero no sale agua potable por la red de conducción.
Ese fue el punto de partida para que aparecieran años atrás los coyotes que venden el agua entre 200 y 300 pesos por el tanque de mil litros, más los trabajadores del SIMAS que llevan agua en pipas y reciben “apoyos” a pesar de que las familias continúan pagando modestas facturas por tener aire con tierra en las tuberías.

“Ya tengo la llave tapada porque no sale nada. Aquí (en el servidor de agua para beber) compro entre 10 y 11 pesos; en un garrafón me llevo diez pesos y en este chiquito seis pesos. Acá vengo todos los días porque uno toma mucha agua por la calor. Me sale más barato que una coca, pero está pesado andar acarreando el agua en la carretilla”, comentó José Antonio Molina.
Este hombre vive en la parte baja y a la orilla del ejido. En su casa, afirmó, no sale nada de agua. Y tiene tres tinacos, pero todos están vacíos, por eso espera que llegue la pipa. Porque asentó, los adultos se aguantan la frustración, pero los niños se deben asear.
Lo mismo ocurre con doña Lorenza Holguín Ramírez, una adulta mayor que vive con su hija. Ella, para poderse mover, debe valerse de una andadera, pero aun así pudo mostrar sus tinacos vacíos.

“Ahorita no tenemos agua ni para lavar los trastes, pos menos pa bañarnos… Mire, están solos todos, ninguno tiene agua. No tenemos nada de agua nosotros, están solos, nomás adentros tenemos unas vasijas, y es todo lo que tenemos porque la pipa viene bien retirado y de todos modos nos cobran el recibo. Yo no me acuerdo cuánto cobran, todo se me olvida ya. La que me apoya es mi hija, pero ahorita anda con una enferma. Ella trabaja en las casas, limpiando”, dijo Lorenza.
Mil litros por 300 pesos
José Refugio Guerrero tiene dos décadas viviendo en San Miguel y sabe que desde hace unos siete años, la crisis del agua comenzó a agravarse. Pero este 2025 es duro para ellos porque durante todo el año no ha salido agua de manera constante.
“De ratitos sale algo, pero luego duramos una semana sin agua, a veces se pasa la semana y ya no tiene nada uno. Por eso se tiene que comprar agua a particulares. En una camioneta con un tinaco de mil litros te cobran 300 pesos por traerla. Depende de qué tan lejos esté. San Miguel no está alejado de la cabecera municipal pero es que no echan el agua suficiente porque no alcanza a llegar”.

José Refugio dijo que de dónde está la cancha del rancho, se puede sacar más agua, pero además el municipio se las entrega por menos de una hora, cada tercer día. Él lo sabe porque tiene una tiendita en la parte baja, pero cruzando el puente, en la parte alta del ejido, sí hay agua suficiente.
“Nada más echan el agua una hora por la mañana, de siete a ocho, pero para acá no alcanza a llegar, es muy poca la que echan. De hecho hay ejidos a los que les echan en la mañana y en la tarde; acá está el ejido Frontera y le echan en la mañana y en la tarde, igual Zaragoza y Tacuba, todos esos les echan dos veces al día y aquí no más una hora cada tercer día”.
El entrevistado dijo que esta crisis se agudiza en tiempos de calor, cuando se debe pensar en el aseo personal, la limpieza de las casas, y el consumo humano que se incrementa ante la sed. En invierno es cuando pueden disponer de un poco más de agua en las casas. Es por eso que también se ansían las lluvias de temporal para poder mitigar el polvo de las calles sin pavimentar.

"Antes del mes de abril sí sacábamos poquita, por ejemplo unos 300 litros de agua y luego venía la pipa y nos rellenaba. Sí la hacíamos porque cada tercer día salían esos litros pero ahorita ya no sale nada y no alcanza con lo de la pipa. Se necesita que salga poquito, cuando menos, para poderla hacer. Aquí nada más es negocio, pero del otro lado de la carretera allá vivo, al otro lado del puente y allá yo no batallo porque tenemos la toma de abajo del río, la tenemos antes del ejido".
“Ahí donde vivo yo, antes era un bracito del río, que también cuando vuelve me ando inundando, pero como está bajo batallo menos con el agua en la casa porque somos de los primeros en agarrar cuando llega el agua, nuestra tubería está por abajo del río y somos los primeros aunque también nos dan cada tercer día, una hora. En este lado está bien pesado porque es donde hay más gente y menos agua”.
Vivir con la pensión del gobierno de la República
Se pusieron lienzos con sal y cebollas asadas. Para desinflamar sus dedos, metió la mano en agua tibia y se frotó sábila. María de los Ángeles Reyes Regalado dice que le hace la lucha, pero el dolor y la inflamación no ceden. Y la verdad es que no piensa ir al médico porque no cuenta con recursos y, además, debe guardar el dinero para comprar agua, porque ahora come un poquito, pero no deja de tener sed.
“Yo soy viuda y el único ingreso que tengo es el que me da el gobierno, es el único. Tengo muchos hijos; no está para saberlo, pero tengo muchos hijos… Pero primeramente, Dios, no me faltan frijolitos, que son los buenos. Aquí adentro vendo duros, nomás que ahorita, ando algo adolorida de mi mano. No me fijé que hiciera algo, nada. Me decía mi nuera que si quería me llevaba a la Cruz Roja porque aquí hay un doctor, pero es para cuando te duele la panza, ahí está la clínica, para una gripa, una enfermedad sencillita”.

El descontento social hace que entre vecinos se observen detenidamente. El asunto es que, aseguran, los trabajadores que operan las pipas del SIMAS discriminan a algunos, motivo por el cual las mujeres deben acarrear el agua en botes de 20 litros. Desde donde la encuentren y con un bote cargado en cada mano para aprovechar el viaje.
“Antes tenía mis manos buenas, por eso ahora la acarreo en una carretilla, pero ya tengo más de dos meses con la molestia en la mano. Tengo 81 años. Somos las mujeres las que sufrimos más porque se necesita el agua para el quehacer, pero si ahorita no tenemos agua ni para lavar trastes, pos menos pa bañarnos.
“Aquí la pipa pasa dos o tres veces por semana con la pipa. Y van y dejan el agua donde mismo; nomás la miramos a ver si llega. No deberían ser tan ingratos, y aunque sea un chorrito que nos dieran. El agua es muy necesaria. Yo tenía mi llave, pero luego ya no me salió agua y me fui muy gallona al SIMAS, ahí tengo el papel que me dieron. Querían que yo les pagara 3 mil pesos y yo pos de dónde se los voy a pagar. No más les di, se me hizo fácil, 150 pesos, pero cuándo acabo. Por eso mejor ya no volví”.
DAED