Si hay algo constante cuando se habla de Nostradamus es que nunca desaparece del debate público. Cada año, sus versos y profecías vuelven a circular, se desempolvan y se reinterpretan a la luz de los temores del presente. 2025 no fue la excepción y, conforme se acerca el siguiente calendario, 2026 comienza a ganar protagonismo en el universo de las supuestas profecías.
La respuesta corta es clara: Nostradamus nunca fechó el año 2026. En su obra Les Prophéties, publicada por primera vez en 1555, no existen referencias explícitas a ese año ni a eventos concretos situados en el siglo XXI. Sin embargo, hay varios elementos que han servido como “anzuelo” para vincular sus cuartetas con ese periodo.
Uno de ellos es el eclipse solar total que cruzará partes de Europa en 2026, el primero de este tipo en la región en casi tres décadas. Este fenómeno astronómico ha llevado a lectores entusiastas a revisar los textos en busca de alusiones a “soles oscuros”, “fuegos celestiales” o cuerpos astrales alterados.
Si bien Nostradamus menciona con frecuencia lunas, planetas y cielos convulsos, los especialistas recuerdan que se trata de recursos habituales de la astrología renacentista, no de anuncios fechados del futuro.
Siete meses de guerra
Otro de los pasajes más citados es el verso conocido como “siete meses, gran guerra”, que menciona muerte, mal y las ciudades francesas de Rouen y Évreux.
Este fragmento suele reaparecer cada vez que aumentan las tensiones bélicas en Europa. En el contexto actual del conflicto entre Rusia y Ucrania, algunos intérpretes lo consideran “particularmente vigente”.
Sin embargo, el texto no menciona 2026 ni hace referencia a países modernos; sus lugares y lenguaje están anclados en la Francia del siglo XVI.
Algo similar ocurre con otras cuartetas que, con el paso del tiempo, se han vinculado a hechos históricos ya ocurridos. Por ejemplo, líneas como “Dentro de dos ciudades habrá azotes nunca vistos” han sido asociadas retrospectivamente a los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, aunque dichas interpretaciones surgieron después de los acontecimientos y no antes.
En el caso de 2026, también entra en juego la numerología. Algunos seguidores sostienen que las cuartetas numeradas con el “26” deben referirse al año 2026.
Entre ellas destaca la I:26, que menciona un “gran enjambre de abejas”, imagen que ha sido relacionada con simbolismos políticos modernos. Otros citan la II:26, donde aparece la región suiza del Ticino “inundada de sangre”, una frase que algunos trasladan sin evidencia al escenario actual. En ambos casos, no existe referencia temporal alguna que justifique esa asociación.
Académicos y escépticos coinciden en que este tipo de lecturas responden a la ambigüedad deliberada con la que Nostradamus escribió. Sus cuartetas están redactadas en francés antiguo, con palabras latinas, errores ortográficos intencionales y múltiples versiones manuscritas. Esto facilita que un mismo verso pueda adaptarse a contextos muy distintos según la traducción o el enfoque elegido.
Por ello, las obras de referencia coinciden en un punto central: las llamadas profecías de Nostradamus para 2026 no son predicciones verificables, sino interpretaciones modernas moldeadas por la incertidumbre política, los conflictos armados y los fenómenos naturales que dominan la conversación actual.
Más que anunciar el futuro, los textos de Nostradamus siguen funcionando como un espejo del presente: cada generación ve en ellos aquello que más le inquieta.
JCM
