Espectáculos

Erika Buenfil al natural: la verdadera historia detrás de la reina de TikTok

La diva de las telenovelas de los 80's y 90's encontró nuevamente el éxito en una plataforma social, desde donde se mostró tal cual es.

Hoy, a Erika Buenfil la siguen 18.3 millones de personas en TikTok. Pero su resurgimiento no nació bajo las luces de un foro, ni entre vestuarios de época, ni con un apuntador dictándole diálogos.

Comenzó en un lugar mucho más íntimo: la cocina de su casa. Un celular sostenido por su hijo. Sin glamour. Sin guion. Sin red. Ahí empezó todo. Ahí se coronó como la reina de esta red social. La actriz contó a MILENIO cómo fue que alcanzó este éxito.

Cuando se desvaneció el aire de diva que la encumbró en las telenovelas de los años ochenta y noventa, Erika tomó una decisión radical: abandonar la perfección aprendida durante décadas de televisión y permitirse algo impensable para una estrella formada en el rigor de la pantalla chica: ser ella misma. 

No solo Erika, el nombre artístico. También Teresa: la mujer detrás del personaje.

“Yo creo que la gente se conecta con la mujer de carne y hueso, con la que tiene un hijo y con aquella que también la riega todo el tiempo”, dice en el podcast Pioneras de MILENIO, conducido por las periodistas Claudia Solera, Janet Mérida y Cinthya Sánchez.

Casi a los 60 años —cuando muchos suponen que la historia de una actriz ya está escrita y cerrada—, Erika Buenfil estaba apenas entrando a otra forma de fama. No solo conquistó una nueva audiencia: escribió un nuevo guion para su carrera. Uno sin tomas repetidas, pero con algo más valioso que la perfección: verdad.

Esta no es únicamente la historia de una estrella de la televisión. Es la historia de una mujer que se negó a desaparecer. Que entendió que reinventarse no es traicionarse, sino apostar por la autenticidad y la supervivencia.

Su clave ha sido borrar la palabra miedo, una lección heredada de su madre. Su lema es sencillo y contundente: 

“Hazlo con miedo, pero hazlo. Siempre y cuando te respetes y respetes a los demás, tú hazlo. No pasa nada. Créeme, de verdad no pasa nada”.

Y así, sin permiso y sin nostalgia, Erika Buenfil volvió a ser protagonista. Esta vez, de su propia historia.

La niña que era el show de la fiesta

Erika empezó a trabajar a los siete años. Entonces no entendía la fama; solo sabía que le gustaba salir en la televisión. Lo que no le gustaba era perder amigos. No ir a fiestas normales. Convertirse en el show en cada reunión. El Día del Niño, mientras otros jugaban, a ella le tocaba bailar y entretener.

Su madre fue su ancla. La cuidó emocionalmente, la aterrizó, la trató como lo que era: una niña famosa, sí, pero una niña. No había manual para criar a una hija artista, pero hubo intuición, disciplina y una vigilancia constante para que la fama no se la tragara.

El momento más complicado llegó cuando dejó su natal Monterrey para probar suerte en la Ciudad de México. Ahí descubrió el otro rostro de la fama: mejores mesas, mejores tratos, dinero para comprarse lo que quisiera. La fama se le subió. Lo reconoce. Y también reconoce que sobrevivir a eso fue parte del aprendizaje.

De Teresa a Erika

Cuando llegó a la Ciudad de México no se llamaba Erika. Se llamaba Teresa.

Una representante —que nunca la representó, pero que había estado detrás de algunas de las artistas más importantes de la época, como Daniela Romo— sugirió cambiarle el nombre. No quedó del todo claro por qué. El caso es que Teresa se convirtió en Erika. Años después, TikTok las uniría.

La plataforma permitió que el público conociera a Teresa: la mujer relajada e imperfecta, la mamá, la hermana, la que se equivoca, la que se ríe de sí misma, la que se graba sin maquillaje y sin más iluminación que el sol entrando por la ventana de su cocina.

TikTok no mató a Erika Buenfil. La completó. Y le permitió ser, por primera vez, la única dueña de su propio nombre.

“Ahora, digamos, que soy emprendedora de mí misma y yo decido qué y cómo lo hago. Es una libertad que, obviamente, requiere muchísimo trabajo. Pero es una libertad que no tiene precio”, dice.

El amor que nunca cuadró

Nunca supo empatar su vida amorosa con la carrera. Nunca hubo tiempo —o un valiente— que la llevara al matrimonio. Mientras sus amigas tenían novios, ella tenía funciones de teatro y programas en vivo.

Un novio “normal” no entendía a una artista. O quizá, era demasiado rebelde o sólo demasiado adelantada para los hombres de su época.

“Tal vez muchos hombres importantes no me voltean a ver porque soy demasiado pública, demasiado atrevida o demasiado arriesgada. Más bien me miran con admiración: como una compañera de trabajo, como una emprendedora. Alguna vez uno de ellos me dijo: ‘eres una crack’, pero ninguno me ha visto como pareja”.

No lo dice con tristeza. Lo dice con honestidad. Así fue. 

“Y tengo una vida padrísima”.
Erika Buenfil
Erika empezó a trabajar a los siete años; luego dejó Monterrey para probar suerte en la CdMx. | Foto: Araceli López

Maternidad sin permiso

Fue madre a los 41. Sola. En una familia tradicional regia, eso no fue sencillo.

Pero Erika nunca pidió permiso. Su hermana Marta la sostuvo, la abrazó, la acompañó. Sus hermanos ayudaron a que su madre, con el tiempo, lo aceptara. Erika no negoció su decisión. 

“Yo hago lo que yo quiero”, dice. 

Y lo dice sin culpa. Claro, y cuando su mamá conoció a Nicolás, su nieto, fue amor a primera vista y desde ese momento lo adoró.

“Yo he sido muy rebelde toda mi vida. Entonces, yo no sufro las cosas. Yo las sufro un día y al siguiente sigo adelante. Haber tenido un hijo fue lo mejor que me había pasado”.

Contra el miedo, siempre

Romper las reglas de lo que se esperaba de una mujer regia fue constante. No casarse joven. No depender. No obedecer prejuicios. Irse sola a Los Ángeles a estudiar. Vivir donde se pudiera. Pedir ropa prestada. Ajustarla con cinturones. Calentarse el agua con combustible para lavarse el pelo largo en un cuartito sin gas. 

Tuvo miedo. Claro. Pero al otro día seguía. El miedo, para ella, nunca fue freno. Fue acompañante. Eso lo aprendió de su mamá, para ella no existían las palabras “miedo”.


Cuando se apaga Televisa

Durante años, Televisa fue una gran pecera: todo estaba resuelto. Siempre había proyecto. Hasta que un día no lo hubo. A los cincuenta y tantos, quedarse fuera significaba aprender a nadar en mar abierto. Pensó en dar clases, en vender la casa, en volver a Monterrey.

Fue Nicolás, su hijo, quien le dijo: “Ahí están las redes sociales”. 

Ella no entendía, pensaba que sólo eran un espacio para los más jóvenes en los que se veían actividades de alto riesgo, de bromas entre ellos, de videojuegos, pero él la grabó haciendo una gelatina. Y su universo se abrió.

El algoritmo del corazón

Empezó cocinando con lo que había en la despensa, como le enseñó su abuela. Sin ingredientes imposibles, que tuvieran que ir a comprar y gastarse una fortuna los usuarios. Sin producción. Sin actuar. El primer mes ganó lo mismo que antes con su exclusividad televisiva.

Luego vino TikTok. Luego la pandemia. Luego las marcas buscándola sin tener su teléfono. Todo creció sin plan, sin estrategia, sin dinero invertido, como la mayoría pensaba. Solo con naturalidad. Entre menos ensayado, mejor. Entre más real, mejor. La gente conectó con una mujer de carne y hueso, con un hijo, con errores. Así nació la reina de TikTok

Cuando los analistas en programas de televisión decían que su éxito estaba fabricado, ella se reía: su equipo eran Nicolás y Víctor, a quien de cariño le llama “gordito” y le ayuda a llevar su relación con las marcas y las redes sociales. Nadie pagaba vistas. Nadie inflaba números. Todo fue orgánico.

A los 61 decidió posar desnuda. Solo con sus pestañas y sus uñas. No por provocación, sino por rebeldía. Por dignidad. Por cansancio de ser menospreciada.

“Tengo el cuerpo de una señora”, dijo. 

Y eso fue exactamente lo que quiso mostrar. Sin retoques. Sin mentiras. Sin pedir perdón.

Posó para el lente del fotógrafo mexicano Uriel Santana, quien celebraba 25 años de trayectoria con una exposición de desnudos.

“Le gustaba que yo fuera una mujer con cuerpo de señora. Cuidada, sí, pero no operada. Estoy con mi celu, con mis gorditos. Solo le pedí que me viera bonita… pero que no me pusiera flaca, porque nadie me la iba a creer”.
La actriz llegó a la fama en TikTok
A sus 61 años, Buenfil decidió posar desnuda. | Foto: Araceli López

Erika al natural

Aceptarse. Abrazar la edad. Ir a la playa con el cuerpo que se tiene. Mirarse al espejo y decir: esta soy. No es un discurso vacío. Es una práctica diaria. Muchas mujeres se lo agradecen. Otras la critican. A Erika ya no le importa. Sus amigas la aplauden y le dan like. Su hijo la respalda. Y ella sigue.

Erika Buenfil no volvió a ser famosa. Nunca dejó de serlo. Solo aprendió, por fin, a serlo en sus propios términos. Sigue amando actuar en las telenovelas. Hoy las combina con las redes. Y, por primera vez, se permitió mostrar a Teresa.

ksh

Google news logo
Síguenos en
Claudia Solera
  • Claudia Solera
  • Periodista de investigaciones especiales desde hace 16 años en medios nacionales e internacionales. Premio Roche 2020 de Periodismo en Salud. Periodista por la Universidad de los Andes de Colombia.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.