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Claramont, Sulaimán y las señales del destino en el Hipódromo de las Américas

Este sábado se celebró la edición número 80 del Handicap de las Américas, la carrera que todo propietario, entrenador y jinete sueña con ganar al menos una vez en su vida

En el Hipódromo de las Américas, los caballos no solo corren: arrastran memorias, levantan polvo de historias y dejan en la pista señales que solo el corazón sabe leer. Ocho décadas después de su inauguración, este lugar no es solo un circuito hípico; es un pedazo de vida para quienes lo han habitado con la mirada y con la piel.

Este sábado se celebró la edición número 80 del Handicap de las Américas, la carrera que todo propietario, entrenador y jinete sueña con ganar al menos una vez en su vida. Y el triunfo quedó grabado con nombre propio: Claramont, guiado con maestría por el látigo de Juan José Apango, se llevó la gloria en la pista de Sotelo.

La premiación corrió a cargo de Mauricio Sulaimán, presidente del Consejo Mundial de Boxeo, quien en medio de la ovación no solo entregó un trofeo: entregó también un pedazo de su memoria. Para él, el hipódromo es un sitio íntimo, un espacio donde su familia escribió capítulos de alegría y complicidad, donde sus padres encontraron refugio en los primeros años de matrimonio. “Aquí construyeron sueños, aquí se forjaron los cimientos de lo que somos”, confesó con emoción.

No era la primera vez que Sulaimán cruzaba esos pasillos. De niño, entre partidos de beisbol y tardes familiares, aprendió que el hipódromo era mucho más que caballos: era el escenario perfecto para reír, apostar unas monedas y sentirse parte de una fiesta compartida. “Para un niño, entrar aquí era tan sorprendente como ir al Estadio Azteca”, recuerda.

El tiempo transformó al recinto. Hoy, con instalaciones modernas y un ambiente festivo que no pierde la calidez, el hipódromo se ha consolidado como un lugar que México debe valorar. Y, aun así, su esencia sigue siendo la misma: un óvalo noble, impecable, que resguarda historias.

Entre todas, hay una que Sulaimán lleva como una señal grabada en la piel. Cuando su padre, José Sulaimán, falleció, el hipódromo organizó una carrera en su honor. Al finalizar, en la pantalla apareció la combinación ganadora: 8-3-5. Era imposible no estremecerse. Ese número era más que cifras: Rio Bamba 835, la dirección de la casa donde crecieron. “No fue coincidencia —dice—. Fue un milagro”.

El Handicap de las Américas celebró su 80ª edición con la victoria de Claramont y el recuerdo vivo de los Sulaimán, recordándonos que este recinto no es solo escenario de apuestas y carreras: es también un espejo de México, de su manera de convertir lo cotidiano en fiesta, de hallar milagros en la coincidencia y de guardar la memoria en lugares donde el tiempo parece correr al ritmo de un galope.




MGC

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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