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Una caguama propia

Tengo amigas que para evadir sus problemas comen pasteles, su motivación: el azúcar. Otros escogen la cocaína, sentarse a esnifar por las fosas nasales la muerte, aspirar, morir lentamente.

No tengo novio, el último me robó la quincena. Estábamos en La Estrella, en Fray Servando. Me acompañó a sacar al cajero que está enfrente, saqué toda la quincena, como albañila, era mi cumpleaños. Fui al baño, cuando regresé, nada, sin bolsa, sin amor. La cuenta era lo único que me esperaba. Se aprendió el nip, consulté los movimientos de banco, sacaron todo en un cajero en menos de dos horas. No tengo una habitación propia, quiero escribir, no tengo ningún libro de Virginia Woolf, tengo una banqueta y una caguama propia, tal vez ahí radica la risita de mi hermano cuando le digo que un día estaré en NYC. No entiendo a las personas, asisten a universidades para trabajar de meseros, acá trabajo con dos licenciadas en turismo, el gerente no estudió, es un tipo que no sabe ni escribir, nadie le entiende a sus manuales operativos. Tuve una compañera que me dijo que se salió de la carrera de Hotelería y Turismo, “le dije a uno de mis maestros que jamás aprendería a usar la charola, para eso están los garroteros”, tiene razón. Los títulos son como las banderas: no sirven para nada. A la bartender, la pusieron en la barra, dice el gerente que: “Es la más bonita”, qué tragedia ser la “más bonita”, no se lo deseo a nadie, actúa con angustia cuando un cliente le reclama un trago, su ayudante de barra es un tipo pazguato que no sabe la diferencia entre vodka y tequila, es amigo del chef que es amigo del socio. La tender asiste a marchas por las mujeres, ella y sus amigas golpearon a un fotógrafo, “no me tomes fotos”, azotaron la cámara al piso, lo contó riéndose. No una o dos, muchas veces nos dice que lucha por los derechos de todas, es muy extraño, cuando la hacen doblar turno jamás protesta, no la he visto reclamarle al gerente con la misma intensidad con la que dice que le gritó al fotógrafo. Tal vez está luchando internamente, las luchas internas también son importantes. Ella posee un escalón moral tan alto que nadie puede tocarla, si tocas una fibra que le moleste, algo que le duela: explotará en insultos, te descalificará, si eres hija de una piruja o de un diplomático: te escupirá igual, ¿sabes por qué?, porque a las personas les gusta tener la razón. Me dan ganas de ir a La Estrella, los tragos son baratos, los taxistas solitarios disparan tragos, aunque venden crack, no son malas personas.

A veces nos tenemos que chutar el discurso que bauticé como “las no-privilegiadas”, ¿y tú, qué?, ¿no eres una privilegiada?, hablemos de las mujeres que de verdad no tienen nada, no usan internet, no fueron a la escuela como yo, hablemos de madres culeras y padres ausentes, autoritarios. Tengo amigas que para evadir sus problemas comen pasteles, su motivación: el azúcar. Otros escogen la cocaína, sentarse a snifar por las fosas nasales la muerte, aspirar, morir lentamente, gritar que les encanta tener los dientes podridos de cocaína, qué asco, me gustan los hombres con dientes limpios. En mi chamba atiendo a muchas personas adictas, sería imposible nombrar todas las adicciones que me rodean. Estoy con el escamoche, ahí va de nuevo: “Debes estar bien informada, las cifras, estúpida: mira las pinches cifras, ve las cifras, ¿no conoces las cifras?, ¿no sabes que nos están matando?, ¿no te duele?, despierta, acompáñame mañana, debes marchar porque nos están matando”, ojos inyectados en furia, sobreactuado. No le dije nada, por dos razones, es una pérdida de tiempo contradecir a alguien que sí tuvo fiesta de 15 años, disfrazarse de piñata, una bola de majes te rodean, los padrinos siempre están borrachos, las madres no desearon tener a esas hijas que ahora son “señoritas”, fueron accidentes igual que ellas. La otra razón: el domingo me lo pagan doble, no puedo faltar, siempre le digo que sí, hasta quedamos de vernos, ella solita me manda mensajes tratando de justificarme, “llegué tarde, se me hace que ya vas caminando con las compañeras”, hasta le respondo, bajo fotos de otras personas para enviárselas, ella cree que cambió mi vida, ¿para qué discutir?, puedo defenderme, me he preparado durante años, puedo defenderme de los y las hijas de puta, con perdón de las putas y los putos, personas que me caen a toda madre. A mi también un cabrón me quiso ahorcar, dispararme en un mugroso hotel de paso de la colonia Roma, ¿qué hice?, ponerle en su puta madre, ¿hizo algo?, claro. El policía estuvo a punto de cometer una pendejada cuando fue a buscarme a mi casa, ¿qué me salvó?, no me puse a llorar cuando intentó “detenerme”, ese joto, sí, dije: JOTO, nada más joto que un hombre que molesta a una mujer, le había pagado para que me “asustara”.

—Todas lloran, ¿a poco muy valiente?

—Déjame ir por mi pasaporte, no tengo otra identificación, ¿por qué tendría que llorar?, ese pendejo ni siquiera sabe putearse a una mujer, pásale, ¿quieres una cerveza?

El policía empezó a reír, entró, no aceptó la cerveza. Entre el “cuánto dinero te dio” y “no me importa que me encierren, hasta me haces un favor, no tengo chamba, al menos ahí voy a comer, estaré segura de ese malparido”, 300 pesos, un teléfono falso, se largó. No cabe duda que los machos estúpidos creen encontrar un cómplice en un gesto para sobrevivir, una técnica muy vieja, me extraña que los capaciten como tipos duros, están bien pendejos. Me sigue molestando, por supuesto, por eso ya no voy a los bares de Insurgentes. El pasaporte jamás lo usé, no me aceptaron como niñera en Alemania.

No soy víctima de nadie, ¿te da miedo caminar sola de noche?, entrena box o kick boxing, ¿no tienes para las clases?, tampoco tengo, entrené con videos gratuitos, nada más efectivo que una sonora patada en los huevos. “No, no puedes decir eso porque va contra todas, estás descalificando la lucha de NOSOTRAS, tienes que disculparte”, es la voz de la compañerita chingando a la cajera que dijo que a ella sí le gustan los novios muy celosos, que le prenden los que gritan por celos. La defendí, porque casi se la madrea la otra. Una vez más sientes que los has ofendido a todos con tus pendejadas, una vez más compruebas que no eres una buena persona. Puedo decir lo que se me pegue la gana, no me voy a disculpar con nadie. Una obrera debe trabajar más de 12 horas para sobrevivir, a eso suma las horas que debe transportarse para checar tarjeta, millones de mujeres deben trabajar duro para comprarse un rímel de 18 pesos en el Metro. Me salí de la tienda departamental porque las empresas de belleza nos pedían más de 8 mil pesos diarios, aguantar bigotonas feas y pobres no es lo mío, perdón, mejor de mesera. Al menos acá me dejan propinas las borrachas, aquí vienen mujeres que usan tinta de labios, no labial, tinta, de más de 700 pesos, estas mujeres sí que tienen tiempo para una ginebra o seis ginebras y para hacerse el manicure. Solo basta verles las manos que deslizan en las carteras cuando sacan efectivo o las tarjetas, a veces pienso que con unos billetes de esa cartera podría llegar más lejos. Algunas me dicen de qué trabajan, otras no. Aquí el baño al menos tiene papel de baño. La igualad no existe, sé que te preocupas porque no puedes salir segura a la calle, ¿cuándo fue posible salir seguro a la calle?, recordármelo te hace ver ridículo, antes de nacer a mi madre la asaltaron con su gran panza de ocho meses, la arrastraron en Reforma a la altura de la Zona Rosa, mientras la amenazaban con un cuchillo en la cabeza, afirmó que desde la no-vida, pateaba muy fuerte. Cuando era niña, tenía miedo del tipo del costal, crecí para enterarme que en realidad eran teporochitos, ahora me simpatizan. Esas personas que viven en la calle, de verdad no tienen ningún privilegio, excepto, permanecer borrachos para soportar la vida.

“Cualquier mujer con un libro: tiene privilegios”, me lo dijo la escritora que viene aquí para ponerse hasta la madre, desde que llega me hace la lista de las seis primeras ginebras que pedirá, prueba toda la carta, son 13 gin tónics, eso es una botella, no sé cómo chingaos no se cae de esos tacones finos, de verdad, es un pinche misterio. Una vez le pregunté qué pensaba sobre la maternidad: “Perdóname, la maternidad me da asco desde niña, tejerle gorritos a un pussy peludo me da doblemente asco, me rasuro las piernas, soy bad woman y me esterilicé de regalo de cumpleaños”, pagó su cuenta, dejó como propina la mitad de la cuenta. Una mujer debe tener dinero para una caguama propia.

* Escritora. Autora de la novela "Señorita Vodka" (Tusquets).

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Susana Iglesias
  • Susana Iglesias
  • Escritora. Autora de la novela Señorita Vodka (Tusquets)
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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