No solo Napoleón habló de los siglos transcurridos mientras observaba los monumentos egipcios, también Chateaubriand se refirió a los siglos que lo contemplaban al admirar la ciudad de Praga. La mirada de El Transeúnte de Praga abarca desde la colina de Petřín el paisaje urbano donde nació y padeció Franz Kafka, y la viñeta de la ciudad se impregna de sabor antiguo.
El transeúnte está en la parte alta de la ciudad; destaca en primer plano la monumental iglesia barroca de San Nicolás, el barroco más espectacular no solo de la Europa Central sino de todo el continente. Y por doquier se elevan edificaciones que no tienen par en el mundo por sus atrevimientos decorativos y arquitectónicos. La iglesia posee su leyenda: Mozart estuvo en ella como compositor y ejecutante. En El Teatro de los Estados, aún en pie, estrenó su ópera Don Juan. Era recibido como un héroe por los melómanos praguenses; uno de ellos ponía a su servicio su casa de campo, Betramka, para que allí descansara y siguiera saturándose de partituras. ¿Habrá un pueblo que guste más de la música? Podemos afirmar que no hay ciudad más bella en su intimidad ni más melómana. No pasa un día sin que no se ofrezca un concierto, no solo de Mozart sino del repertorio mundial de la música clásica.
Praga mágica
Praga mágica y dorada. Así se calificó a sí misma la capital del antiguo Reino de Bohemia, hoy República Checa, hay que recordar que fue capital imperial dos veces. Con orgullo, uno de los edificios de la Plaza Vieja, parte del antiguo ayuntamiento, proclama sin incómoda vanidad: Mater Urbium. Madre de todas las ciudades. Madrecita para Kafka a quien le clavó sus garras. Praga, antigua capital imperial bajo el reino de Carlos IV, con él inició su esplendor. Ese esplendor que en el siglo XIX afirmaron con su música Jenáček, Smetana y Dvorak. Tan musical el pueblo que para reafirmar su identidad escogió la pieza de Dvorak, Ma Vlat (Mi patria) como música de su himno. Y la música permanece en Praga, no solo en conciertos del género clásico sino también de jazz y rock. Aquí Clinton fue invitado a echarse un palomazo con su saxo en el santuario del jazz: el Club Reduta.
La iglesia de San Jacobo con su fachada de piedra convertida en barroco y su gran órgano congrega a los devotos de este instrumento para gozar las notas de Bach. Los checos dicen alcanzar el misticismo cuando se propagan las tocata y fugas y parece que el cielo ha descendido a sus pies. Este pueblo donde no faltan las paradojas. El pueblo más agnóstico del mundo, que acabó aceptando las figuras del Barroco que le impusieron los jesuitas en castigo por su rebelión encabezada por Jan Hus contra Roma y los austriacos debido a la corrupción del clero.
Los jesuitas reescribieron la ciudad con el lápiz del Barroco. Los corrieron de Praga en 1767, como sucedió en otras latitudes, pero dejaron la herencia del Clementinum, la sede de su orden con dimensiones imperiales, que ocupa ahora la Biblioteca Nacional.
Baco y la ebria cerveza
Un crédito que se les niega a los checos, que no se acepta en el mundo, es el hecho de que fueron los inventores de la cerveza tal como la conocemos. Para los mexicanos la cerveza es resultado de la sed alemana. Pero la verdad es otra: los checos le agregaron el toque amargo del lúpulo, que transformó su naturaleza, y fueron ellos quienes reglamentaron su producción. A ellos se debe el procedimiento Pilsen. ¿Habrá pueblo que le rinda tanta pleitesía a la cerveza? Inconcebible pensar en un checo que no amenice su ocio y sus comidas con tarros espumosos de lo que es para ellos una bebida cuasi sagrada. El pan líquido, le llaman, con ella comulgan en amistad y diálogo. Con el neoliberalismo, la avaricia, que practican con gusto los checos, y las embestidas de los turistas, parecía que estaban contados los días de las tabernas checas llamadas Hospodas, que serían reemplazadas por los bares esnobs y cosmopolitas. ¿Puede haber lugar más típico del país que esos lugares donde los checos se reúnen en las noches a beber litros de cerveza y discutir de lo divino y lo humano? Lo de divino es un decir: la historia los ha hecho escépticos y muy apegados a sus pocos bienes materiales. El mundo parece pasar de largo a su lado. La muerte de Fidel Castro fue un acontecimiento muy ajeno a ellos. Primero fue el hermano socialista por mandato del materialismo histórico, según los comunistas de la época; luego cambiaron los tiempos y la historia barrió a los comunistas, y Fidel adquirió su verdadero rostro: el del dictador sanguinario del Caribe (remember Ochoa). Para la nueva generación era una presencia lejana; para la vieja, el cómplice de los rusos al aprobar la ocupación militar. Al enterarse de la muerte de Fidel no les dio calor ni frío: siguieron tomando su cerveza, más interesados en saber si a Ivana Trump, la antigua modelo checa y ex esposa de Donald, le aceptarán su capricho de ser la embajadora de Estados Unidos en la República Checa.
Cocina y el país sin sabores
Es hora de comer y no solo de tomar cerveza. La gastronomía checa no sobresale por la abundancia de sus sabores y variedad de sus platillos. Casi sin ganado mayor, sin mar y grandes ríos, la dieta está formada en gran parte por carne de cerdo, entre más grasosa mejor, y sus emblemáticos knedlíky, una especie de pan que se sirve en rodajas acompañado de salsas espesas e indigestas. Con los nuevos tiempos han adquirido el gusto de lo pikantní (picante) y a los fesoles (los frijoles), que los mexicanos les han llevado hasta sus mesas. Aun las tabernas más checas ofrecen a veces en su menú del día “frijoles mexicanos”.
Es una historia interesante: primero se abrió un restaurante, La Cantina, comida tex mex bien preparada. Gustaron los totopos, el chili con carne y el guacamole. Aparecieron de repente, por doquier, los restaurantes “mexicanos”; algunos eran una abierta falsificación, las comillas no son gratuitas. Los condimentos y el chile les hicieron advertir sin matices lo insípido de su comida. Pero llegaron después unos jóvenes mexicanos con otra propuesta: ofrecer comida lo más apegada a los auténticos sabores mexicanos. Lo más apegada, por la dificultad de disponer de los ingredientes típicos en esta tierra helada. Ese fue el caso de Fernando Larios, Patricio Ibargüengoitia, Rodrigo Flores y David Zamorano que abrieron el restaurante Las Adelitas y triunfaron. Su gran mérito: gracias a lo esmerado de su cocina algunos pseudo restaurantes desaparecieron y otros tuvieron que mejorar la calidad de su menú; el éxito los motivó a abrir dos restaurantes más. El verano pasado, al pie del pedestal donde estuvo la estatua más monumental de Stalin en todo el territorio del antiguo imperio rojo soviético, instalaron una taquería al aire libre. Patricio comenta sobre la aceptación de los tacos y dice que hubiera sido una buena idea anunciarse con el lema: “Los tacos que Stalin hubiera querido probar”.
Pero la comida tex mex ya se arraigó entre los checos; así lo demuestra la cadena de restaurantes El burro loco, diseminada por toda la ciudad; comida exprés, que la mayoría compra y consume en su casa, se anuncia como mexicana, bueno, es un decir, pero condimentan al gusto de los checos.
Buscar a Kafka en Praga
Praga es la ciudad de Kafka. Es la marca ciudad. Tiene su museo. Son numerosos los turistas que llegan hasta Praga atraídos por su fama. Kafka. El museo se formó gracias a una iniciativa privada. No pertenece al sistema nacional de museos. ¿Por qué habrían de dedicar los checos, tan ahorrativos, un homenaje pagado con sus impuestos a un autor que no utilizó la lengua eslava de ellos? Todos sus libros fueron escritos en alemán. En otros tiempos muy cercanos tres comunidades compartían los espacios de la ciudad: la checa, la alemana y la judía. Por supuesto que Kafka no se identificaba con el mundo checo: nunca habló bien esta lengua, nunca aprendió a escribirla. Él se sentía judío hasta la médula. Lo sacudía pensar en los castigos contenidos en los libros sagrados de su religión. Pero tampoco fue un judío culturalmente. No escribió en askenasi ni creyó en las leyendas divulgadas en el gueto judío. Su patria espiritual fue la lengua alemana. Y su sufrimiento derivaba del cruel mundo burocrático impuesto a los habitantes de Bohemia por el Imperio austro–húngaro. No olvidemos que se desempeñaba como un modesto empleado de oficina en una compañía de seguros austriaca.
Neruda, ese desconocido
Descender por la calle Nerudova bordeada de palacios barrocos y dedicarle un pensamiento a Jan Neruda, el autor de los magníficos Cuentos de la Malastrana. El autor nacional decimonónico del pueblo checo, héroe literario del renacimiento de su lengua materna. Ni en sus peores sueños imaginó que el chileno Ricardo Neftalí Reyes Basoalto le usurparía el apellido para ocultarle su identidad a su padre. Son multitud los que piensan que la calle rinde honor a nuestro gran Pablo. Nadie sabe para quién trabaja.
El silencio de Praga
Cae la noche tropical, se pregunta El Transeúnte de Praga, si así dice la letra de una canción, porque aquí cae la noche de la Venus de Siberia. El termómetro marca siete grados bajo cero. Sopla un viento incesante que aumenta la sensación térmica de frío. El Transeúnte de Praga cruza el Puente de las Legiones y el viento lacera su cuerpo, es como una lanza clavada en el inerme cuerpo de San Sebastián. El abrigo no abriga.
Con la noche llega el silencio. Cuando la ciudad se adentra en la primera hora de la madrugada es posible sentir el embrujo y la alquimia de Praga. Se han retirado a dormir los turistas invasores. El músculo duerme, no sabemos si la ambición descansa. Con el telón de fondo de un cielo nocturno, la mole de la iglesia gótica de Týn, la más antigua de la ciudad, iluminada como en un escenario de cuento de hadas, proyecta con toda nitidez la belleza de sus asimétricas torres, parece como si una combustión interna le permitiera emitir su propia luz.
A la orilla del río Vltava El Transeúnte de Praga escucha el rumor de las aguas y de las ramas: los árboles ya sin fronda. Es la melodía de Praga acompañada por las notas transparentes de su cristal: la música que se desprende al golpear suavemente el cristal de Bohemia hecho copas para el brindis por esta maravilla del mundo llena de dones y también de tragedias.