“Que sepan todos” parte de un sentimiento que hoy parece casi imposible: poner la felicidad del otro por encima del propio orgullo. En un mundo acelerado, donde las relaciones terminan por mensaje y la frialdad se normaliza, el maestro Indalecio Ramírez escribe desde un lugar radicalmente opuesto. Su voz declara, sin reservas:
“Prefiero ser amigo del que ocupa mi lugar que hacerte daño.”
Una frase que revela una entrega rara, una forma de amor que ya casi no se dice en voz alta.
Felipe Cifuentes, invitado a reinterpretar la pieza a través del dibujo, encontró en esta confesión el punto de partida. Escuchó distintas versiones —las de Pepe Aguilar, Vicente Fernández—, pero fue la del propio Indalecio la que lo estremeció. “No sé si hay una historia real detrás, pero la canta con una intensidad feroz”, confiesa.
De ahí surge la imagen que dio forma a su obra: un hombre parado en una calle abarrotada, megáfono en mano, gritando su dolor al mundo… mientras nadie lo escucha. La multitud avanza indiferente. Los rostros carecen de detalle. Todo se mueve, excepto él.
Para Felipe Cifuente, ese es el corazón de la canción: la soledad más dura es la que se vive rodeado de gente.
Aunque al inicio imaginó un dibujo más literal —una herida compartida, una aguja que simbolizara el dolor—, las limitaciones del proyecto lo empujaron hacia una solución más profunda. Blanco y negro, sin color, sin artificios. Una composición que depende únicamente de la luz, la sombra y la postura del cuerpo para transmitir la emoción. Y esa contención, dice, terminó siendo mucho más poderosa que cualquier elemento explícito.
Felipe reconoce que estas restricciones, lejos de frenar la creatividad, se convierten en un territorio fértil: el formato, la técnica, el tema cerrado… todo ello lo obligó a enfocarse en lo esencial. “A veces la libertad absoluta solo te lleva a repetirte. Aquí, los límites me obligaron a pensar mejor.”
Su obra refleja esa idea conmovedora que atraviesa toda la canción: la voz humana como único puente, como único medio para decir lo que ya no cabe en el pecho. Sin redes sociales, sin filtros, sin intermediarios. Solo un hombre que, aun sabiendo que ya no lo escuchan, insiste:
“Que sepan todos que me duele tu dolor.”
La canción y el dibujo dialogan así con un sentimiento universal: amores que acabaron, decisiones que duelen, separaciones que se aceptan con lágrimas, dignidad y una valentía silenciosa. Es el espejo de quienes alguna vez amaron sin medida y tuvieron que aprender a soltar.
Para Felipe Cifuentes, este proyecto fue un ejercicio de interpretación emocional: encontrar la manera de traducir una confesión íntima en una imagen cargada de humanidad. Y en esa búsqueda, logró captar la esencia de Indalecio Ramírez: ese amor que, incluso rota la historia, sigue deseando el bien del otro.
Que sepan todos es testimonio de que el arte también nace de la renuncia, del silencio, del dolor que no se grita pero se siente. Es prueba de que lo que hiere también inspira. Y que, incluso en el adiós, quedan canciones que nos enseñan que amar también puede ser dejar ir.
Escucha esta entrevista completa en “El Arte de la Canción: Segunda Temporada” Celebrando los 80 años de la Sociedad de Autores y Compositores de México en Milenio Televisión.