Entre cabalgatas por la Sierra rumbo al Desierto de Los Leones en tardes sombrías, pulquerías, fumaderos de opio, bares, burdeles, efervescentes redacciones de periódicos, y casonas del decimonónico Centro Histórico de la Ciudad de México en donde se ofrecen banquetes lo mismo que sesiones espiritistas, así transcurre la historia de Eugenio Casasola en Carne de Ataúd, la novela de Bernardo Esquinca editada por Almadía en la que los personajes discurren también por la podredumbre de rastros tapatíos, las celdas de San Juan de Ulúa y los muros de La Castañeda.
En ella el sanguinario Chalequero, Francisco Guerrero, asesino de prostitutas, se confronta con el joven periodista Eugenio Casasola, romántico, un tanto ingenuo que tiene por amigo a Julio Ruelas, pintor y aguzado guía del primero por los bajos fondos de la urbe porfiriana. Otro personaje imprescindible es Madame Guillot, una espiritista francesa radicada en México poseedora de particulares teorías sobre cómo resolver los crímenes a los que se enfrenta la policía de la época.
¿Qué tiene de diferente Carne de Ataúd a sus otros libros anteriores?
No sé pero ha tenido buena respuesta. Es una novela histórica, una precuela. En esta ocasión el protagonista es el abuelo del Casasola de las otras dos novelas. Este abuelo investiga el caso del asesino serial El Chalequero en tiempos del porfiriato. Un asesino tapatío que emigró a la Ciudad de México y mató a decenas de prostitutas. Un zapatero alcohólico que sí existió, algunos de sus crímenes los realizó en 1888, el mismo año en que Jack el destripador mató prostitutas en Londres. Escogí esa época porque quería narrar el inicio de la nota roja, a finales del XIX y principios del XX. Creo que hasta el momento no hay una novela negra ambientada en la época del porfiriato, eso me pareció interesante.
¿Cómo fue el proceso de creación?
Considero que es la novela más compleja a la que me he enfrentado, no solo por la parte de la recreación histórica, sino porque es la primer novela no lineal que hago, todas las otras novelas que había hecho son lineales, y esta salta en el tiempo, hay una parte que ocurre en 1888, otra que ocurre en 1908, otra más en 1910, además de otros acontecimientos que ocurren aún más atrás que 1888. Salto de una época a otra como un rompecabezas. El reto fue juntar esas líneas temporales sin perder el hilo. Tejí la historia echando mano de notas de periódicos de la época, sobre todo cuando abordo los asesinatos y el proceso judicial que enfrentó El Chalequero.
¿Qué hizo para eludir los clichés del género?
Muchos de los clichés de terror se han explotado en el cine. Yo tengo un personaje real que es El Chalequero, poco conocido y que no se había abordado en la literatura. Hay algunas crónicas sobre él pero no se le había tomado como un personaje literario. Ya de entrada eso me dio una ganancia. Además es curioso pero no existía hasta antes de Carne de Ataúd una novela policiaca ubicada en el Porfiriato, eso lo supe después, me lo señaló un conocido experto en Novela Negra.
¿Cómo le siguió la pista a El Chalequero desde Guadalajara hasta San Juan de Ulúa, pasando por la Ciudad de México?
Tuve que hacer una investigación profunda, de los Archivos Generales de la Nación y en muchos periódicos de la época, sobretodo el diario El Imparcial. Hice un expediente en el que me basé mucho para seguir el caso de El Chalequero, pero por otro lado el Porfiriato es una época muy estudiada, entonces fue relativamente fácil reconstruirla.
Los temas que aborda en su novela parecen muy vigentes…
Mi intención no era hacer una analogía de nuestro tiempo, pero lo sorprendente fue encontrar que las cosas no han cambiado mucho en casi cien años. Seguimos en lo mismo: feminicidios, represión a la prensa, violencia, corrupción. Ese aspecto no deja de ser perturbador.
GPE