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  • “Cielito Lindo” fusión en Puerto Rico: Mariachi y reguetón a 12 mil pesos la hora

En la tierra del reguetón, un grupo de mariachis se ganó a Puerto Rico | Portada

En la tierra del reguetón, un grupo de mariachis se ganó a Puerto Rico con fusiones inesperadas. Esta es la historia de los charros que conquistaron a los boricuas.

DOMINGA.– Suena el trompetazo del Mariachi Jalisco en Puerto Rico y lo acompaña un ritmo de reguetón. El escenario es una calle acondicionada para filmar un videoclip donde mujeres con minifaldas caminan flanqueadas por guitarrones, vientos, vihuelas y la voz del cantante Dálmata. Ataviado con gorra y lentes oscuros, entona: “Mami, dime qué tú quieres, yo te doy lo que quieras…”.

Hay movimientos de caderas y piernas; de sombreros, ligueros y acordeón para la canción “Pasarela”. Son México y Puerto Rico cruzados en una sola pieza musical que fusiona al reguetón con el mariachi desde 2007 y, por la cual, sus protagonistas mexicanos se sienten orgullosos: en lugar de competir se unieron creando un omnipresente estilo.

“Fuimos los primeros en hacer aquí una fusión de hiphop con mariachi y luego también grabé el primer reguetón con mariachi con Dálmata”, recuerda José Ramón Montelongo, director del Mariachi Jalisco. Él y tres miembros más del grupo se han reunido para ensayar en una casa de campo a las afueras de San Juan, la capital de la isla; más tarde llevarán serenata a una cumpleañera a quien sus colegas de trabajo quieren darle una sorpresa mexicana.
En la tierra del reguetón, un grupo de mariachis se ganó a Puerto Rico con fusiones inesperadas. La historia de los charros que conquistaron a los boricuas.
Los mariachis en Puerto rico pueden llegar a cobrar más de 12 mil pesos | Especial

La temperatura roza los 40 grados, pero el clima no les asusta. Ni a ellos ni a las otras cuatro agrupaciones mexicanas de mariachis profesionales que van vestidos de punta en blanco, sudando la gota gorda con sus chaquetas, corbatas de moño, ceñidores, cintos, botines y espuelas, por esta isla del mar Caribe.

Ahí están firmes el regiomontano Arturo Torres, de 61 años; José Ramón Julián Montelongo, padre e hijo de 48 y 21 años, mitad mexicanos, mitad boricuas; y el poblano Josué Islas, de 40. Son cuatro generaciones con la responsabilidad de la tradición y el reto de modernidad del Mariachi Jalisco.

“Sí se pueden hacer perfectamente muchas fusiones musicales porque la versatilidad del mariachi lo permite, pero hay que ver cómo y cuándo”, aclara José Ramón con la cautela de quien sabe que los mestizajes caminan por fronteras delicadas y que aquí la cuestión es: ¿Hasta dónde comulgan el solemne traje de charro y los atuendos desenfadados del reguetón?


Los músicos lo reconocen: el reguetón domina la isla de Puerto Rico –suena a Daddy Yankee, Don Omar, Wisin & Yandel– y hasta invade México. No reniegan de su fuerza pero ponen condiciones para hacer alianzas. “Si nos lo piden, lo tocamos”, aclaran, “pero no cualquier cosa”. Esta es la historia del mariachi mexicano que enamora a Puerto Rico.


El mariachi nació como música campesina

El mariachi tiene abolengo: empezó como música campesina que poco a poco se sofisticó incorporando más y más instrumentos; luego se formaron leyendas como el Mariachi Vargas de Tecalitlán y logró documentar que la expresión artística tenía un impacto en el día a día de la vida mexicana.

Así se encumbró hasta que en 2011 la Unesco lo incluyó en la lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad; siguió la avalancha de talleres y escuelas, coloquios, festivales, concursos y la persistente batalla por una universidad. “El ser mariachi en Puerto Rico y en cualquier parte del mundo es un orgullo y una satisfacción a nivel profesional, porque representamos a México y a nosotros mismos”, dice José Ramón.

La historia del Mariachi Jalisco en Puerto Rico es una cronología de encuentros. El género llegó en 1964, cuando el padre de José Ramón, oriundo de Tamaulipas, se enamoró de la isla. Cuatro años después regresó, conoció a una boricua y nació quien hoy encabeza el grupo. En aquel tiempo, el mariachi irrumpía como algo distinto en escena. Pero el asombro inicial maduró en respeto. El ritmo aprendió a habitar la isla y ésta abrió sus puertas a los mariachis en bodas, serenatas al balcón, restaurantes, iglesias y conciertos.

En la tierra del reguetón, un grupo de mariachis se ganó a Puerto Rico con fusiones inesperadas. La historia de los charros que conquistaron a los boricuas.
La fusión cultural enriqueció y diversificó la música de la isla del reguetón | Especial


A México y a Puerto Rico los une por mucho la cultura latina y una desconfianza mutua hacia Estados Unidos que se nota en las calles de la isla donde se niegan a hablar inglés; un comercio de más de mil millones de dólares anuales y una migración de 11 mil 607 mexicanos que generan alrededor de 40 mil empleos, según datos oficiales.

El Mariachi conquista a los puertorriqueños

Si una palabra identifica a la evolución del mariachi en Puerto Rico es resiliencia. No pueden ser una pieza de museo o un concepto que se duerme en sus glorias, sino algo fresco que se construye con disciplina. La agrupación se ha sostenido con relevos generacionales. “Nosotros ahorita pertenecemos a la tercera generación”, aclara Julián Montelongo, el más joven del Mariachi Jalisco e hijo de José Ramón.


Aunque nació en Puerto Rico, José Ramón se empapó de lo que implica ser un charro cantor en la Plaza de Garibaldi de la Ciudad de México, donde vivió un tiempo. Posteriormente probó suerte en Chicago; acompañó en algunos escenarios a los cantantes Beatriz Adriana, Juan Gabriel, Rocío Dúrcal y regresó a Puerto Rico por amor (sus cuatro hijos viven en la isla) y porque considera que su patria materna es un nicho interesante para el mariachi.

Josué Islas, poblano casado con una puertorriqueña, coincide con esta visión. Principalmente porque observa un interés genuino de las nuevas generaciones frente a la cultura musical mexicana: “Gusta mucho, pero sobre todo les da curiosidad”. El público joven boricua es muy abierto a la novedad. “Nos preguntan por la música, cuáles son ahora las canciones más populares en México y quieren escucharlas”, cuenta Islas. “Nosotros se las cantamos”.

La agrupación ha tenido múltiples altibajos. Algunas de sus pruebas más fuertes fueron los huracanes María (2017) y Fiona (2022). “Antes de eso había muchos grupos de mariachis pero se fueron porque la isla quedó devastada”, recuerda José Ramón. La pandemia de covid-19 fue otra marea baja: “Se murieron muchos compañeros… quedamos pocos”. La base de hoy son cuatro mariachis profesionales en todo el territorio: además de su agrupación, está el Mariachi Son de México, Mariachi Los Soles y Mariachi Fiesta Mexicana.

En la tierra del reguetón, un grupo de mariachis se ganó a Puerto Rico con fusiones inesperadas. La historia de los charros que conquistaron a los boricuas.
La trayectoria de la agrupación no ha estado exenta de tropiezos | Especial

Mariachi Jalisco mide su perseverancia en discos y escenarios: cuenta con más de 20 discos grabados como agrupación y 40 con otros artistas. No han dejado de cantar los clásicos –“Cielito lindo”, “Volver, volver”– o repertorios que cruzan generaciones –“Te amo”, de Franco de Vita; “Kilómetros”, de Sin Bandera; las rancheras de siempre, banda de hoy, boleros de ayer; Christian Nodal, Grupo Firme y otros de la ola reciente del regional mexicano.

Interpreta de todo, prácticamente cualquier canción. “El mariachi puede tocar cualquier tipo de género… clásico, bachata, salsa”, explica Montelongo. “Los ritmos que tenemos en armonía –la vihuela, el guitarrón– se prestan”.


Con tal versatilidad, se vuelve atractivo. En el caso de los reguetoneros, no sólo ha colaborado con Dálmata, también con Big Boy, Víctor Manuel, Caribbean Tenorsartistas urbanos y voces como Natalia Jiménez, Lif Espinoza o Rebeca. “La idea y cimientos de nuestra agrupación se basan en tocar cosas diferentes”, explica Montelongo. “Hago los arreglos distintos a como los tocan los demás, ese es el sello”.

Los mariachis ‘fake’ en Puerto Rico y el repertorio cristiano

El mariachi se arraigó tanto en la tierra de la salsa y el reguetón que muchos músicos quieren probar con el género y esto se ha vuelto un problema a ojos del Mariachi Jalisco: “A veces salen grupos de la nada; se ponen un traje que no es ni de mariachi, van y se presentan como tal”, dice Montelongo. “Se vuelven competencia desleal: para esta profesión no sólo basta ponerse un traje de charro, sino prepararse musicalmente, vocalmente, como en la ejecución del instrumento”.

Esto afecta contratos, prestigio, la pedagogía del público, dicen. Aún así salen a flote. Mariachi Jalisco estuvo más de 30 años tocando en el restaurante Margaritas, de San Juan; pero la pandemia los empujó a la calle. Al final, el desplazamiento trajo otra libertad: se hicieron dueños de sus rutas, de sus horarios, de sus tarifas. “Prácticamente ya nos podemos ir hasta tres veces al año de vacaciones… ya no tenemos tantas restricciones”, dice Montelongo.

En la tierra del reguetón, un grupo de mariachis se ganó a Puerto Rico con fusiones inesperadas. La historia de los charros que conquistaron a los boricuas.
Originarios de una región del occidente de México, los mariachis han traspasado fronteras | Especial

Pese a todo, a veces también se requiere de hacer alianzas con otros mariachis, como hicieron hace unos meses para acompañar a Natalia Jiménez, la exintegrante de La Quinta Estación, quien requería de una agrupación más nutrida y a ellos les convino complacerla. La isla exige dinero –“aquí todo es caro”, dice Montelongo–, obliga a optimizar recursos.

Un mariachi cobra 12 mil 800 pesos por hora

La música también se cuenta en números. En el área metropolitana, Mariachi Jalisco cobra 675 dólares (12 mil 800 pesos) por hora en Puerto Rico. Más lejos, cuando tienen que manejar tres o cuatro horas para cantar en algún lugar de la isla, el costo puede subir hasta dos mil dólares (36 mil pesos) por la distancia, gasolina, equipo, el tiempo de ida y vuelta. “Sabemos que es bastante, pero el cliente que quiere que nosotros vayamos lo paga”, dice Montelongo. Cuando no, recomiendan a colegas de la zona “que sabemos que hacen bien su trabajo”.


La economía del mariachi aprendió a blindarse. Antes, una llamada bastaba para cerrar un trato, pero también un fraude. “Llegábamos y nunca aparecía la persona”, recuerdan. Hubo cheques sin fondo, noches perdidas, gasolina derrochada, y aun así el líder de la agrupación pagaba a sus músicos: “Ellos no tenían la culpa… yo me quedaba con el cheque en un álbum de fotos”.

Hoy hay depósitos por aplicación y contratos que no dependen de la buena voluntad. Aun así, hay cancelaciones o quien prefiere perder el depósito. Es un oficio que se sostiene con confianza y blindaje, como todo trabajo artístico.


Las anécdotas son parte del inventario y ellos recuerdan muchas. Entre ellas, cuando alguien los contrató ocho horas seguidas. A la séptima, el guitarrón de Julián, su hijo, tenía sangre; las cuerdas blancas, rojas. “Le dijimos al cliente que paráramos. No, nos dijo. Y Julián siguió jalando más duro”, dicen. Hubo que cortar al final. “Yo terminé con los labios muy hinchados”, dice el trompetista como parte de las historias que derraman la isla que los ha atrapado de muchas formas: todos los integrantes están casados con boricuas.

Vivir del mariachi es también vivir con Puerto Rico. “La gente se desvive por tratarnos bien”, dice Montelongo. “Antes de irnos nos vamos comidos, bebidos, de todo”. Muchas veces, después de tocar, los anfitriones piden que se queden a convivir. No siempre se puede: hay una serenata esperando, otra ruta.

Pero el gesto queda. Como dice Islas, “aquí la fiesta no termina”, y el teléfono suena a cualquier hora. “Podemos estar llegando a nuestras casas y la gente sigue llamando”. Se hace el arreglo posible para decir presente con su servicio en casas, balcones y hasta al corazón de reguetoneros, “a la orilla de la playa / sin ropa, sin toalla, a capela”, como dice “Pasarela”, la canción del Dálmata con mariachi.

GSC/LHM


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Gardenia Mendoza
  • Gardenia Mendoza
  • Periodista especializada en temas migratorios y en la relación de México con Estados Unidos. Ha sido corresponsal para medios internacionales en radio, prensa escrita y TV. Hoy forma parte de coberturas especiales de 'Milenio'.
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Dominga es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.  Más notas en: https://www.milenio.com/dominga
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