Uno de los motivos de crear publicaciones independientes accesibles “para la banda” —afirma Rebeca Jiménez Marcos del Taller Editorial Autogestivo TEA Stultífera Navis— tiene que ver con cambiar la idea de que las grandes obras literarias fueron escritas en el pasado: “se piensa que la poesía es de gente muy erudita y que no cualquiera puede acceder a ella, pero hay poetas obreros, hay poetas jóvenes, hay poetas muy buenos que están vivos; mostrar estos textos es una forma de volver asequible la cultura porque desmitificamos que los grandes poetas o los grandes artistas existieron en tiempo pasado y que ahora ya nada más nos queda la melancolía por ellos”.
Lo anterior ocurrió en el conversatorio Ser visible en el papel. Publicaciones impresas y causas sociales desde la autogestión, organizado por el Museo Universitario del Chopo. La charla se abrió como un espacio para dialogar, en el que representantes de tres proyectos autogestivos compartieron y reflexionaron en torno a su quehacer en el ámbito de publicaciones independientes como los fanzines, entre otras.

Eugenio Vivanco, editor de Trece Ojos, recordó que aunque el proyecto surgió como una extensión de la práctica artística que desarrolla a través de la pintura, el dibujo y la ilustración, la editorial funciona como una invitación a la colaboración.
“Trece ojos se ha vuelto una oportunidad de diálogo y de intercambio de ideas con el público. Somos un proyecto joven, apenas tenemos dos años imprimiendo en risografía, que también es un proceso colaborativo. De eso se trata Trece ojos, de escuchar a las comunidades a las que nos acercamos con intereses en migración, en comunidades racializadas o en el colectivo LGBTIQ+, entonces, es un proyecto que se está expandiendo en esas direcciones”.

En el caso de Mi valedor, que tuvo sus inicios hace 10 años como un proyecto editorial y ahora funge también como organización, “empezamos a desarrollar un trabajo muy personalizado y cercano a los valedores (personas beneficiarias que distribuyen la revista Mi Valedor). Ese acompañamiento uno a uno nos hizo ver que los valedores tenían algo por decir, un saber muy específico. Nosotros trabajamos con migrantes, personas adultas mayores, con discapacidad física, personas que viven en situación de calle, y son personas que tienen algo qué decir, el tema es que no cuentan con el medio ni el acompañamiento para hacerlo”.
Fue así cómo surgió una colección de fanzines. El primero fue Cuando no hay futuro en colaboración con Filemón, uno de los integrantes de Mi Valedor que ha desarrollado la habilidad de ilustrar.
La colección le permite a los valedores explorar temas que les interesan, desarrollar sus habilidades artísticas y generar ganacias a partir de la venta de los fanzines: “Cada valedor que está trabajando en sus procesos decide de qué quiere hacer su fanzine, ese es también un cuestionamiento hacia las prácticas tradicionales editoriales en las que se dicta una línea desde un inicio”.
En el caso de Guarecer, proyecto de acompañamiento para adultas mayores desde el movimiento del cuerpo, los cuidados y el encuentro, su fundadora Diana Betanzos dijo que la publicación surgió como un proyecto para documentar la actividad principal del grupo que se centra en el movimiento y la danza. La idea fue tener un material tangible que recogiera los hallazgos que tenían como grupo. Uno de los primeros fanzines fue un mapeo corporal sobre “cómo era movernos juntas o qué beneficios la danza había traído a sus cuerpos”.
En este caso, el fanzine les permitió tener un intercambio de experiencias entre grupos que realizaban actividades similares: “nos ha posibilitado reconocernos a través de las letras, del papel y las prácticas”.

Mientras que en el caso de los fanzines de Mi Valedor, apuntó Arturo Soto, la convivencia les ha permitido reconocer la diversidad de intereses que tienen los beneficiarios de la organización, por lo que la creación de fanzines se ha vuelto “un ejercicio de empatía”.
El conversatorio estuvo moderado por Graciela Ordoñez, encargada de la Fanzinoteca del Museo Universitario del Chopo, espacio en el que de manera continua se llevan a cabo talleres de fanzine, además de contar con un archivo físico y digital sobre diversas publicaciones experimentales y autogestivas.
PCL