Con nueve libros de poesía en su bibliografía, cuando Sergio Pérez Torres decidió escribir en torno a la idea de la muerte, pensó que sería a través de un poemario, pero el tema lo fue llevando por los caminos de la prosa, a través de una serie de estampas que le permitía reflejar sus emociones ante una certeza que había experimentado desde muy pequeño: la presencia de la muerte.
“Parte de los consejos que he escuchado a lo largo de mi camino por la literatura es que hay que dar la vuelta a los grandes temas, tratar de evitar escribir sobre el amor en abstracto, pero soy bastante terco y desconfío mucho cuando alguien me dice que no debo de hacer algo. Además, está presente la muerte en mi experiencia, porque desde que tengo conciencia ya existe atrás de mí”, explica el escritor a propósito de la aparición del libro Los arcoíris negros (Editorial De Otro Tipo, 2021).
Desde su perspectiva resulta importante correr riesgos en ciertos aspectos y también experimentar, tanto en lo creativo como en la vida misma: recorrer otros caminos, incluso perderlos, seguro de que no sólo se trata de llegar a algún lado, como cumplir con una meta, “hay veces que con el simple hecho de emprender un camino nos puede llevar a una experiencia igual de rica”.
“En mi obra poética, la muerte siempre parecía asomarse como alguna sombra. Ahora quise tratar el tema directamente, hacerlo a través de la prosa para tratar todas las facetas, las máscaras y los disfraces que la muerte tiene para cada uno de nosotros; ahora, en este libro de narrativa, que intenta tomar un tema, aparece el lenguaje poético de diferentes maneras para complementar toda esta idea que tengo del libro”, explica Sergio Pérez Torres (Monterrey, 1986).
Premio Nacional de Poesía Sonora 2016 “Bartolomé Delgado de León”, Premio Nacional de Poesía Carmen Alardín 2017 y mención honorífica del Primer Premio Internacional de Poesía Nueva York Poetry Press 2020, en Los arcoíris negros hay suicidios, funerales, amantes, mascotas que mueren, hombres sin padres, errar por todos los estados de la república, acompañado de amores fugaces.
“La escritura tiende a ser una especie de cementerio, nos podemos comunicar con los muertos: al momento de leer a los clásicos, de leer a quienes nos antecedieron, sentimos su voz, hay una comunicación real. Ya está implantada la idea de la muerte y de la literatura. En mi propia vida, las pérdidas y los lutos me han formado como persona y como escritor que soy”.
A raíz de la escritura de la novela, el escritor tuvo mucho más claro que lo contrario de la muerte es el nacimiento, que la vida está en medio, engloba, forma parte de un proceso y, quizá por ello, los mexicanos la asimilamos de una manera diferente: “la comemos en las calaveritas, la ponemos en los altares y tenemos esta relación especial con ella”.
“Llevo en la literatura desde 2004 y pensé que todo lo tenía asimilado y la escritura de Los arcoíris negros fue un renovar completo”, a decir del escritor regiomontano.
PCL