Cultura

Israel Covarrubias: “La polarización está metida en el infantilismo de la clase política”

Entrevista

A partir de su más reciente libro, el politólogo charla sobre la manera en que los mecanismos para dirimir controversias han dejado de funcionar.

El politólogo Israel Covarrubias aclara que la polarización es inherente a un sistema de partidos como el de México, pero acota las implicaciones que este concepto, tan en boca de muchísimos políticos locales para descalificar a sus contrarios, tiene con otro: el populismo, el de izquierda y el de derecha.

El doctor en Ciencia Política por la Universidad de Florencia conversa con Laberinto sobre su más reciente libro, Polarización. Cinco desafíos al pluralismo democrático (Debate, 2025), al que como ejemplo agrega el altercado en la última sesión de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión: el senador y líder del PRI, Alejandro Moreno Cárdenas, increpó y golpeó al presidente saliente del Senado, el petista Gerardo Fernández Noroña.

“Quiero mostrar que en el debate público, e incluso en el académico, se asocia muy rápido el término y el fenómeno de la polarización con el de populismo. Y pareciera que termina volviéndose una tautología al decir: sin polarización no hay populismo y sin populismo no hay polarización, como si estuvieran intrínsecamente anudados desde el comienzo de su desarrollo”, señala el profesor de Teoría Política en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Querétaro.

En el volumen, Covarrubias desglosa y analiza esos desafíos que plantea en diversos capítulos: La aceleración del tiempo, El pluralismo en imágenes, La normalización de la anomalía, Los humores del pueblo y de los grandes, El nuevo espíritu del populismo; y sus conclusiones.

“La polarización es un fenómeno que tiene genealógicamente dos vertientes. Una, que es parte intrínseca del pluralismo democrático. Esto me parece importante subrayar, porque la democracia, no solo como forma de gobierno, sino como forma de sociedad, es un régimen político, societal, de las divisiones, las contradicciones y hasta los humores. Y, por otro lado, es evidente que la polarización es también un componente transversal dentro de la sociedad actual donde tiene, por ejemplo, carburantes muy efectivos en fenómenos de clasismo o de racismo que, cuando se desbordan, constituyen ciclos completos de polarización”, dice el autor de La fascinación del populismo. Razones y sinrazones de una forma política actual (Debate, 2023).

Covarrubias ejemplifica la segunda vertiente con los casos difundidos en redes sociales, como el de la argentina, blanca, rubia, en auto de lujo, que lanzó insultos racistas a un policía que le imponía una infracción por estar mal estacionado su vehículo, y a la que se bautizó como Lady Racista; o la del empresario, Lord Padel, que golpeó a un instructor. “Estas también son expresiones de polarización, pero pareciera que eso no nos interesa; nos interesa la polarización vinculada al populismo. Y estas dos vertientes son importantes para entender que la polarización no necesariamente es un componente exclusivo de la lógica y de la dinámica del populismo actual”, subraya el miembro del Sistema Nacional de Investigadores y autor de Maquiavelo. Una guía contemporánea de lectura sobre lo político y el Estado (Taurus, 2017).

Los partidos políticos hacen su vida de la polarización, siempre lo hemos visto, es una constante de la vida política mexicana. ¿Por qué entonces preocuparnos por ello?

La polarización es intrínseca al sistema de partidos políticos y esto es evidente. Cada partido tiene una agenda y un sistema de trabajo, y eso siempre choca, al menos en la arena parlamentaria, con los programas, los objetivos e ideales de los demás partidos. Ahí puede decirse que la polarización siempre ha existido. Aquí lo que nos llama la atención y lo que nos preocupa es cómo se desborda la polarización del campo institucional, en la medida en que, como pasó hace unos días entre Alejandro Moreno y Fernández Noroña, las palabras no cuentan y terminan en empujones, agresiones, calificativos incluso racistas, como al día siguiente en que Alito, en las múltiples entrevistas que concedió para comentar el asunto, no dejaba de señalar al partido de Morena y a sus seguidores como “morenacos”, con toda la carga peyorativa clasista y racista de la acepción. El punto que cambió en la política mexicana es cómo se reacciona ante estos ciclos de desbordamiento polarizante.

¿En qué sentido cambió?

Recordarás que en los años noventa, el diputado del PRI Humberto Roque Villanueva hizo la famosa roqueseñal en alguna sesión álgida del Congreso pero fue recriminado incluso por muchos miembros de su partido porque eso no se hacía en la arena parlamentaria. (Cuando la Cámara de Diputados de mayoría priista aprobó el aumento del IVA del 10 al 15 por ciento y él lo celebró con un gesto sexualizado de triunfo, que en buen mexicano significa: “me los chingue”). Hoy, lo que tenemos en el caso de Alito y Noroña es que en vez de que ambos personajes, cada uno por su lado, salieran a ofrecer una disculpa pública a la ciudadanía, a la sociedad, ambos salieron a justificar su posición.

Tendríamos que preguntarnos dónde se descompuso la locomotora política. La polarización está metida en cierto infantilismo político de nuestra clase política. La violencia no es algo para recriminar, sino por usar en el campo político. La polarización, ya no solo como retórica, sino con estos pasajes al acto, nos lleva a constatar que los principales mecanismos que tenemos en términos de vida en común, como es la representación política para dirimir controversias, ya no están funcionando, en gran medida por los partidos. Y ahí sí habría que hacer cuentas con todo el sistema. No es solo con Morena, PRI o PAN. Todo el sistema de partidos está anudado. Pareciera que en la política mexicana el único contrato político que está vigente es un contrato polarizante.

¿Cree que la polarización se agudizó cuando la izquierda, entonces representada por el PRD, tuvo ya presencia fuerte en Ciudad de México y ganó en 1997 la gubernatura con Cuauhtémoc Cárdenas como candidato y con Andrés Manuel López Obrador como líder nacional de ese partido y luego candidato a la jefatura de gobierno y carta fuerte a la Presidencia del país?

Me parece que la polarización se vuelve una poderosa arma política cuando estás en un sistema político muy cerrado, como era en la hegemonía priista. Hay que recordar que, en el caso del PRD, desde su fundación, desde 1988, el entonces presidente del país, Carlos Salinas de Gortari, hizo una política de exclusión total y de persecución al perredismo. Y, en ese sentido, no es privativo que se contabilizaban alrededor de quinientos militantes del PRD que habían sido asesinados en ese sexenio, por distintas razones, pero atribuibles a esta lógica de exclusión de un actor político que había emergido y que estaba contando, y contaba mucho, en el caso del PRD, para aglutinar el reflujo de la izquierda en nuestro país.

Tienes ahí una polarización vinculada con la lógica y la dinámica de la protesta y de la movilización social, que entonces el PRD supo canalizar. Y ahí yo pensaría que tendría que ver hasta el propio liderazgo, por un lado del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, e incluso de López Obrador, que ya mostraba esa vertiente de movilización desde Tabasco hasta llegar a la presidencia del PRD. Ahí tienes una polarización que termina siendo la única arma para visibilizar demandas que no son tomadas en consideración, pero que después son absorbidas por el sistema en 1997, cuando el PRD gana la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, que al día de hoy ha sido el gran bastión simbólica y electoralmente de esa izquierda, aunque ahora se han agregado otros componentes.

¿Y qué responsabilidad tienen PRI y PAN en esta polarización, que esos partidos achacan a AMLO?

Mucha. Hoy me parece que eso se diluyó por completo en un sistema político, que es el sistema de la transición de la democracia, un sistema electoral y un sistema de partidos, diseñado para volverse una suerte de bipartidismo de facto; es decir, un sistema donde no se pensaba que la izquierda podía llegar a ganar una elección presidencial. En 2000, ganó el PAN; en 2006, otra vez el PAN, con todo lo que tuvo de convulso esa elección. Y después regresó el PRI, hasta que apareció una tercera fuerza política que aglutinó a todos los sectores excluidos de ese bipartidismo de facto y se volvió un tercer motor del nuevo sistema político. Y es ahí donde la polarización cambia de velocidades y sobre estas son las que tendríamos que estar discutiendo.

Autor del libro Polarización. Cinco desafíos al pluralismo democrático
Israel Covarrubias, doctor en Ciencia Política. (Cortesía Israel Covarrubias)

Usted, que estudió en Italia y conoce su sistema político, ¿qué piensa de que el ala de izquierda del PRD, opositora a López Obrador, se haya aliado a la derecha del PAN en contra de este? ¿Cómo hablar de polarización cuando, de pronto, los políticos no saben en qué polo están?

Ahí está el desdibujamiento de las ideologías. El PRD decidió burocratizarse a tal extremo que hoy componentes importantes del PRD estén promoviendo y asumiendo posiciones de su antagónico, que era el PAN, y más aún, del PRI. Diría que, por un lado, hay un desdibujamiento de lo que era el programa político del PRD; y, por otro lado, en ese desdibujamiento mucho tuvo que ver la manera en cómo llegó y cómo contribuyó a ello López Obrador. Haciendo un parangón con el caso italiano, lo de Andrés Manuel se tendría que pensar como un liderazgo clásico de la cultura política mexicana del siglo XX, en términos de las centralidades del poder en su persona, de movilizar a partir de los modos en cómo va recorriendo el país, etcétera; y con la fundación de su partido, que a todas luces es un partido personal, incluso como el que los analistas italianos planteaban ante el partido de Silvio Berlusconi: un partido fincado exclusivamente en la figura de su líder. Y eso podría ayudarnos a comprender los temas que tiene Morena para mantener la disciplina interna como partido en el gobierno, y ahí, evidentemente, el componente ideológico es lo que menos importa.

Citaba a Roque Villanueva. Muchos priistas de esa generación, incluso algunos que aparecían en la foto, se pasaron a Morena. ¿Es desdibujamiento de ideologías o el gatopardismo clásico que ha prevalecido en la política mexicana, al menos en la segunda mitad del siglo XX?

Tiene que ver con las dos cosas. Por un lado, el fenómeno del transformismo es evidente y es descarado en el caso de Morena, en términos de que esté haciéndose de aliados, que para mucha de la militancia por convicción resultó inexplicable que este tipo de priistas, incluso panistas, terminaran como altos funcionarios del gobierno anterior y del actual. Este es el primer punto. Hay un transformismo en el cual la política, los partidos políticos, se vuelven simples agencias de colocación para políticos que en sus partidos no tuvieron una oportunidad de obtener un escaño, algún puesto. El segundo punto: no obstante que Morena tiene una ideología más o menos robusta desde un punto de vista clásico, es una ideología lo suficientemente cínica en términos de flexibilidad como para decir: los principios importan, pero lo que importa aquí es ganar las elecciones. Y vemos que Morena se convirtió en lo que fue el PRI en su mejor momento: una máquina electoral de ganar elecciones.

¿Qué pasa con el PAN en el contexto de la polarización? En 2012, Carlos Fuentes decía que lo peor que le había pasado al PAN era haber llegado al poder, porque era una buena oposición al PRI. ¿En qué polo se encuentra hoy el PAN?

El principal problema del PAN es que se trata de un partido al que le está costando mucho trabajo adaptarse a la aceleración del tiempo de la política democrática, a lo que llamamos política democrática en México. ¿En qué sentido? Es un partido cuyo origen es confesional; es decir, es un partido de familias, sí, muy disciplinado, institucional, pero que habla a sectores privilegiados. Lo que sí hizo el populismo en nuestro país con Andrés Manuel fue abrir el debate público precisamente a la tensión constitutiva que tenemos entre privilegios y desventajas inmerecidas. Para decirlo en términos corrientes, es el problema entre exclusión e incorporación. Y el PAN no ha logrado descifrar los cambios o mutaciones que ha tenido la sociedad mexicana en las dos últimas décadas.

¿Es una oposición con candidatos para volver a la presidencia?

A ello agregaría que el PAN es un partido al que le está costando mucho trabajo mudarse a la situación actual en términos no solo ideológicos sino de personal político. Este es el gran asunto. Yo no alcanzo a ver liderazgos más frescos dentro del propio partido. La generación del PAN que hoy está en las Cámaras y que de algún modo es como la generación de recambio, que es el panismo de Ciudad de México, trae una historia negra detrás que no le ayuda mucho: los negocios que ha hecho en el sector inmobiliario en Ciudad de México, que a todas luces muchos son legítimos y legales, pero también se ha mostrado que muchos otros son ilegítimos y abiertamente ilegales. Esto sí me parece muy importante decirlo, porque si esa es la generación de recambio del PAN, difícilmente con ella va a tener un candidato o candidata lo suficientemente fuerte como para llegar a la elección intermedia o a la presidencial con posibilidades de regresar al poder.

¿Tuvo razón Carlos Fuentes?

En los años cuarenta del siglo pasado, Daniel Cosío Villegas decía que de la derecha no había que preocuparse de que llegase al poder, porque sostenía que la derecha no sabe gobernar, por lo que había que darle tiempo que gobernara para mostrar su incapacidad estructural para gobernar. Si atendemos ese comentario que hizo Cosío Villegas frente a las dos administraciones federales del PAN en este siglo, hay algo de cierto. Y, para no ser ave de mal agüero, lo que pase el próximo año va a ser determinante para el PAN en términos de configurar un nuevo liderazgo que pueda llevarlo a posicionarse muy por encima del PRI, que parece se está reposicionando en el espectro político.

¿Qué hay de la apuesta que están haciendo personajes como la alcaldesa Alessandra Rojo? Vimos cómo panistas, incluso gente como Xóchitl Gálvez, la excandidata de la alianza PAN, PRI, PRD, se sumó a su llamada “marcha de resistencia”, aunque no sé bien a qué se resisten. Curioso que detrás de ambas políticas panistas ha estado otro personaje panista, Obdulio Ávila.

El término retórico haber hecho “una marcha de la resistencia” causa hilaridad. Habría que preguntarse a qué se están resistiendo si ellos forman parte de este sistema político, aunque sea a partir de una oposición disminuida a la hora de tomar decisiones en ambas cámaras. A mi modo de ver, al decir “marcha de resistencia” no tienen muy claros los términos de qué es lo que están confrontando, porque tendrían que confrontarse contra sí mismos o sí mismas. Además, fue una marcha donde hubo ciudadanos que van por convicción, pero también acarreados. Por otro lado, me parece que es un juego que empujan para la atracción de las redes sociales, en el mejor caso para que se comente al día siguiente, en los medios de comunicación.

En el caso de Alessandra Rojo, habría que hacer una evaluación de su desempeño como alcaldesa de Cuauhtémoc para ver si realmente en términos de gobernación tiene capacidad de hacerlo en el país. Ella es una suerte de nuevo liderazgo de TikTok o de Instagram. Está emulando algunas cosas que hizo su predecesora, Sandra Cuevas. Hace trabajo público de recuperación de espacio público como para programas en vivo de redes sociales, para TikTok, pero si uno va a ver las calles de la alcaldía, las cosas siguen igual que antes. Las calles están privatizadas, su estado es deplorable. Si esa es la lógica de la política nacional, no tenemos mucho cambio.

¿Se inserta esto dentro del populismo del panismo de Vicente Fox, que prometía “vocho y changarro” para todos cuando fue presidente?

En un trabajo previo sobre populismo después de la elección de 2006 yo planteaba que el caso de Vicente Fox teníamos que plantearlo dentro de un populismo de derecha. Todos los analistas de la época estaban en contra de calificarlo como populismo de derecha. Muchos de ellos habían sido contratados por el régimen panista, había interés para decir: esto no es populismo. Para la derecha, el populismo está en la izquierda y es desastroso de inicio; su noción es seguir diciendo que tenemos que evitar que esto se vuelva Venezuela. No tienen mucho conocimiento de causa de lo que ha sido la historia y los procesos políticos de nuestro país y tampoco de Venezuela, porque cuando el PRI era el PRI en su máxima y descarada potencialidad, en los años cuarenta y cincuenta, Venezuela era una democracia.

¿Dónde ve en la actualidad el populismo de derecha?

Los populismos de derecha son también para atender y advertir la alarma. Pensaría, no sabría si en el PAN, pero hay un personaje como Ricardo Salinas Pliego que está haciendo política abiertamente desde hace algunos años a través de sus canales de televisión. No habría que desdeñar que a través de eso, porque ha pasado en otras latitudes en América Latina y en Europa, pueda devenir una suerte de actor político antisistema, desde la derecha y desde una derecha extrema, en donde puedan confluir incluso sectores importantes del PAN, del PRI y de lo que quedó del PRD, como opción opositora a la hegemonía de Morena.

Es ahí donde habría que alertar porque la extrema derecha no persigue las finalidades de lo que llamamos izquierda. Y tal vez tendríamos que poner en tela de juicio si todo lo que está haciendo la cuarta transformación y la actual administración es realmente de izquierda. Hay cosas que sí me parece que son progresivas y que caen dentro del núcleo clásico de una izquierda histórica, pero hay muchas cosas que son de tinte abiertamente neoliberal, porque tampoco es que los gobiernos tengan mucho margen de maniobra en el campo de la economía y las finanzas.

En términos de populismo, ¿cuál es la diferencia entre decir “tendremos un sistema de salud como el de Dinamarca” y afirmar que “con el TLC México va a ser un país de primer mundo”?

Si me preguntan este populismo a quién se asemeja más diría que más al populismo de Carlos Salinas de Gortari que al de José López Portillo o el de Luis Echeverría, por una manera dual de otorgar subsidios a los que menos tienen, a través de los programas sociales que se han implementado, y, por otro lado, abrir la economía, sobre todo la de baja escala, a grandes capitales, a los que no pueden decirles que no. La pregunta sería a la presidenta Claudia Sheinbaum y a Clara Brugada: ¿por qué no pueden decirle que no al capitalismo salvaje?

AQ

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Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.  Más notas en: https://www.milenio.com/cultura/laberinto
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