Estoy leyendo un compendio de historia mundial. Cuando llega el momento en que muere Iván el Terrible, el autor dice: “Fue uno de los muchos hombres de su época de los que puede decirse que hubiese sido mejor para su país y para la humanidad que nunca hubieran nacido”. Me pareció extraño que luego de tantos siglos de violencia y crueldades, justo pusiera al zar moscovita como prototipo del beneficio de no ser.
Cuando se habla de algún personaje que mejor no hubiera nacido o se hubiese muerto cuando era un crío simpático y cachetón, suele venir a la mente cierto austriaco, que en verdad era un niño bonito.
En los textos bíblicos, las palabras más famosas para expresar el deseo de no haber nacido son de Job. “¿Por qué no morí yo en la matriz, o expiré al salir del vientre? ¿Por qué me recibieron las rodillas? ¿Y a qué los pechos para que mamase?” Mas luego del tormento, viene el contentamiento de estar en el mundo.
En la tradición cristiana, es Judas a quien más le valdría no haber nacido. Pero se trata de una maldición que pende sobre él, no sobre la humanidad, pues ¿qué sería del credo de tantísimas personas si Jesús muere porque se le atora una espina de pescado en el cogote?, tal como a George W. Bush estuvo a punto de matarlo una galleta.
En el mundo de las letras, más allá de los líderes que han mandado asesinar a escritores, me vienen tres ejemplos de gente que ojalá no hubiese nacido.
Está el personaje oscuro que asesinó a Christopher Marlowe, dejando para siempre la pregunta de hasta dónde habría llegado el teatro isabelino si se hubiese establecido una larga competencia de talentos entre el difunto y William Shakespeare.
Luego viene el señoritingo de Georges-Charles de Heeckeren d'Anthès, que cargó toda su vida con el bochornoso mérito de haber matado a Alexander Pushkin. Disparó con su orgullo de petimetre francés, favorito de las damas de sociedad rusa, pues, aunque sin talento, era más guapo que el poeta mulato, y carita mata todo.
En 1942 se le ocurre al infecto de Karl Günther pegarle un tiro a Bruno Schulz, como una venganza contra un colega matajudíos que le había asesinado a su dentista. “Tú mataste a mi judío y ahora yo maté al tuyo”. No he hallado más información sobre el tal Günther, pero si sobrevivió a la guerra se habrá vuelto uno de esos alemanes buenos que nunca entendieron por qué los demás se habían vuelto locos, tal como podemos leerlo en algunas novelas germanas de posguerra.
No tengo espacio para mencionar más personajes, pero cada quien puede hacer su lista de mejor nonatos, nacionales o extranjeros, de hoy o de siempre.
AQ