Abigael Bohórquez: correspondencia (UACM, 2024) es un libro triste, un libro que escarba en la vida íntima de un hombre atrapado en el vértigo de la incomprensión y la disidencia, de la esperanza y la frustración, del abandono institucional y la compañía de amigos y amantes. De un hombre, de un artista que, salvo en breves periodos, no pudo escapar de la pobreza, que tuvo que enfrentar el ninguneo en círculos académicos (era autodidacta) y ataques rabiosos de algunos funcionarios, grises pero poderosos, en el Instituto Sonorense de Cultura.
Gerardo Bustamante Bermúdez, uno de los mayores especialistas en la obra de Bohórquez, es el responsable del rescate, la edición, el estudio crítico y las notas de este volumen que reúne misivas y recados enviados o recibidos por el poeta y dramaturgo sonorense (Caborca, 1936) entre junio de 1956 y mayo de 1993, son testimonios de una vida donde la precariedad económica no ahuyenta el ímpetu amoroso, como se hace evidente en el penúltimo texto del libro (“Recado a Yoremito”, su amante y quien da título a su poemario Navegación en Yoremito), al que le dice: “Mi amado: / Te dejé dos cahuamas sulfurosas de la nuestra dicha. Salgo a cobrar para poder pagar cosas pendientes. Me esperas con la ilusión de este tu amor perdido. / Tuya, yoreme de fermosa barba partida”. Y firma, con mayúsculas: BOHÓRQUEZ.

En este libro se observa al creador que sostiene un diálogo epistolar, especialmente con sus paisanos, mientras avanza en su obra, en sus proyectos, tantas veces contrariados. “Poco contacto literario se observa con los escritores del canon de los años sesenta y setenta del siglo pasado, a excepción de la misiva de José Emilio Pacheco, quien destaca el libro Canción de amor y muerte por Rubén Jaramillo y otros poemas civiles, publicado en 1967”, escribe Bustamante Bermúdez en su amplio y detallado estudio introductorio.
Abigael Bohórquez nació en Caborca; en 1954 viajó a la Ciudad de México para estudiar actuación y composición dramática en la Academia Andrés Soler; volvió al año siguiente para vivir con su madre, Sofía Bojórquez, en San Luis Río Colorado, donde él, para completar sus ingresos, trabajaba como cantante, con el nombre de Elektra Vidal, en centros nocturnos de la zona de tolerancia interpretando temas de Lucha Reyes, Elvia Ríos o María Luisa Landín, como detalla también el investigador y profesor de la UACM.

En busca de mejores condiciones para vivir y desarrollar su carrera, volvió a la Ciudad de México en 1961; luego de una época de cierta estabilidad, junto con madre se fue a trabajar a Milpa Alta dando cursos y talleres con una modesta plaza en el IMSS; vivían en el vecino pueblo de Chalco, donde en 1980 ella murió y fue sepultada. En 1991, Abigael volvió a Sonora con la promesa de una plaza como profesor en la universidad; no solo no la consiguió sino que también perdió su trabajo en el IMSS, en el que había tramitado el cambio de adscripción, debido a una mala jugada de los homófobos de siempre.
Bustamante Bermúdez afirma que el malhadado retorno a su tierra “lo hizo conocer y sentir su condición de hombre desamparado”. Era un náufrago en medio de la tormenta de maledicencias y calumnias, pero también era un hombre amado por sus amigos —entre ellos destaca la cineasta y promotora cultural Mónica Luna—, por los lectores que con el tiempo han aumentado, reconociendo su valentía y su trabajo recogido en libros y antologías. Era un “Náufrago de fragancias naufragozo” que a través de estas cartas es rescatado para viejos y nuevos lectores, porque como dice Bustamante Bermúdez: “La vida azarosa del autor sonorense es en gran medida la de varios escritores que, con el paso de las décadas, resurgen de la indiferencia editorial”. Abigael Bohórquez resurge con libros como los editados por el autor de Correspondencia, entre ellos Dramaturgia reunida (2014), Digo lo que amo (2015), Poesía reunida e inédita (2016) y Teatro recuperado e inédito (2019).
AQ