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Exilios

Danza.

El pasado 28 de julio se realizó en el Palacio de Bellas Artes la final del XII Concurso Nacional de Ballet Infantil y Juvenil, organizado por la Sociedad Mexicana de Maestros de Danza A.C.

Al igual que muchos asistentes, salí de ahí muy sorprendida al ver la cantidad de talento que se hizo presente. Sin embargo, un aspecto concreto llama especialmente la atención: desde hace ya algunos años la representación del talento veracruzano es, por decir lo menos, avasallante. Me preguntaba entonces, ¿qué sucede en aquella geografía sumergida en el terror, pero en el que su gente, en especial los artistas, se esmeran por sacar adelante, entre muchas cosas, el arte? Reflexionaba también sobre las ventajas que tienen eventos como el concurso que posibilitan la detección y el desarrollo del joven talento mexicano, un talento que se abre paso ante la adversa realidad. El lado oscuro de la moneda es que el apoyo a estos talentos consiste en sacarlos del país, llevarlos a otros sitios en los que existan mejores condiciones de desarrollo para su actividad artística. Nos encontramos frente a una paradoja que tiene más de una explicación en el abandono que para la educación artística existe desde hace años en el país. Un sistema cuyas políticas públicas no contemplan, ni siquiera de modo tangencial, áreas de desarrollo y oportunidad para el semillero de talento para el que el mejor panorama que podemos ofrecer es el exilio.

Pensaba en lo contradictorio de este proceso cuando me entero de lo acontecido al fotorreportero Rubén Espinosa, a la promotora cultural Nadia Vera y a tres mujeres: jóvenes que de un modo diametralmente diferente y terrible fueron orillados a un mismo destino, el exilio.

Esto en más de un sentido me conmueve y trastorna a la comunidad dancística, pues Nadia se desempeñaba, entre otras cosas, como productora ejecutiva de la compañía de danza contemporánea Cuatro x Cuatro; además de organizadora del Festival del mismo nombre que forma parte de la Red Nacional de Festivales de Danza. Una activista social que no era ajena al poder emancipador y transformador de la danza. Rubén Espinosa fue también un colaborador cercano de la compañía veracruzana de danza Las Sangres Compañía.

Pensaba entonces en la tremenda dificultad que tienen los jóvenes mexicanos para desarrollarse y crecer en un clima de abandono y violencia.

Por supuesto que hay por qué celebrar eventos y encuentros en los que los jóvenes muestren que existen y resisten. Es verdad que hay esfuerzos que se deben aplaudir y apoyar porque apuestan por perfilar el talento mexicano, pero no podemos ni debemos negar que es urgente trabajar por construir posibilidades de desarrollo en su país. Es apremiante la necesidad de tomar en serio la danza y el arte mexicano, y escuchar todo lo que quiere decir, denunciar, mostrar, exigir y compartir.

Tenemos que atender este llamado o pronto nos veremos en la necesidad de concursar desde nuestras diferentes áreas de desarrollo para abandonar este páramo violento en que se ha convertido México.

Es una excelente noticia que bailarines mexicanos vayan y fortalezcan su trabajo en los países con mayor tradición dancística; pero no es saludable para un país que sus artistas se exilien porque no encuentran posibilidades de desarrollo, porque no hay camino; peor aún, es vergonzoso que elijan el exilio porque de lo contrario encuentran la muerte.

Enhorabuena por los jóvenes artistas ganadores.

Justicia y verdad para quienes su exilio fue menos afortunado.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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