Zona
Guillaume Apollinaire
(fragmento)
En suma estás cansado de este mundo antiguo
Pastora oh torre Eiffel el rebaño de los puentes bala esta mañana
Has vivido suficiente en la antigüedad griega y romana
Aquí mismo los automóviles tienen el aire de ser antiguos
La religión solamente ha permanecido nueva la religión
Ha permanecido simple como los hangares de Port-Aviation
Solo en Europa no eres antiguo oh Cristianismo
El europeo más moderno es usted papa Pío X
Y tú a quien las ventanas observan la vergüenza te impide
Entrar en una iglesia y confesarte esta mañana
Lees los prospectos los catálogos los carteles que cantan en alta voz
Es la poesía esta mañana y para la prosa están los periódicos
Hay las entregas a 25 céntimos llenas de aventuras policiales
Retratos de grandes hombres y mil títulos diversos
Vi esta mañana una calle hermosa de la que he olvidado el nombre
Nueva y limpia era el clarín del sol
Los directores los obreros y las bellas taquimecanógrafas
Desde el lunes en la mañana al sábado en la noche pasan cuatro veces
por día
En la mañana por allí tres veces la sirena ulula
Una campana rabiosa ladra al mediodía
Las inscripciones los rótulos los muros
Las placas los avisos chillan a la manera de los loros
Me gusta la gracia de esta calle industrial
Situada en París entre la calle Aumont-Thiéville y la avenida des Ternes
He allí la joven calle y tú eres apenas un niñito
Tu madre solo te viste de azul y blanco
A propósito de “Zona”
Jean–Clarence Lambert
Ensayo
“Zona” es, para mí, de los poemas del siglo XX, el que con mayor claridad continúa vivo en la memoria y cuyo valor intelectual perdura intacto (The Waste Land de T. S. Eliot es uno de los otros).
Apollinaire no ha cesado de ser leído y releído por aquellos para quienes la poesía sigue siendo la voz mayor de la literatura —incluso si su presencia es más y más constreñida a la vida literaria.
Releyendo “Zona” se reencuentra la mayor parte de los fundamentos de la revolución modernista del comienzo del siglo XX —revolución a partir de entonces clasificada por la Historia tal como se intenta contarnos hoy donde el concepto mismo de revolución no tiene ya más sentido.
“Zona” es la apertura de Alcoholes, el poemario que más ha vendido entre todos los libros de poesía publicados en Francia.
Con mucha distancia, el segundo lugar sería para Capital del dolor de Paul Éluard. Palabras de Jacques Prévert también ha encontrado un vasto público, desde el momento mismo de su publicación en 1945, pero en este caso por razones extra poéticas donde se conjugaban la política y el cine —lo cual no atenúa para nada su eterna y desenvuelta juventud.
Ahora, a mediados de mayo del 2017, releo “Zona” en la edición de Alcoholes que el Club del Mejor Libro publicó en 1953 y que comprende la reproducción de las primeras pruebas de 1912, corregidas por la mano del propio Apollinaire. Fue entonces que decidió suprimir toda puntuación: “El ritmo mismo y la ruptura de los versos, he ahí la verdadera puntuación” —declaró.
Mallarmé fue sin duda el primero en suprimir la puntuación. En su obra final Un golpe de dados nunca abolirá el azar, había liberado las palabras del “sistema de escritura”, desplazándolas en todo el espacio de la página. Así consiguió jugar con sus tres modos de presencia: visual, sonoro, semántico.
Del mismo modo Apollinaire jugaría a su turno, según la inspiración del momento, pero sin sistematización ni reflexión teórica: “No tengo sistema poético, mejor dicho, tengo muchos”, decía. Evidentemente privilegiaba “la vida inmediata” por encima de cualquier posición teórica: “Ningún lirismo auténtico se da sin la libertad plena y total del poeta”, declaración válida para toda la poesía que se proclame moderna y de la cual “Zona” es una de las más perfectas ilustraciones en su sucesión caótica de temas e imágenes.
Hoy en día, es decir, un siglo después, se puede tomar “Zona” por el acto fundamental de “deconstrucción” —tal como sucedió en la pintura con el Cubismo.
Uno sabe, de hecho por el propio Apollinaire, que él mismo había seguido en el taller de Picasso, el Bateau Lavoir, la elaboración aventurada, difícil de las Demoiselles d’Avignon, donde las formas naturales son reelaboradas al estilo de las estatuas africanas, máscaras y fetiches… ¡Picasso cumplía así una de las más grandes rupturas que se pudieran hacer en todo el arte occidental!
Los primeros versos de “Zona” no dicen otra cosa: “Tu es las de ce monde ancien/ Tu en as assez de vivre dans l’antiquité grecque et romaine” (“Estás harto del mundo antiguo/ Basta ya de vivir en la antigüedad griega y romana”).
Sí, se puede afirmar que Apollinaire ha cumplido con “Zona” un acto equivalente al de las Demoiselles d’Avignon. A los clásicos pastores de la Arcadia que han odiado la poesía occidental durante dos milenios, según Teócrito y Virgilio, él la sustituye por Tour Eiffel bergère des troupeaux de ponts sur la Seine… (“Torre Eiffel pastora del rebaño de puentes sobre el Sena”).
Para mí, “Zona” demarca cantando, y no sin un conmovedor sentimentalismo, la formidable ruptura inaugural de la modernidad.
Dracy, Bourgogne, 21 de mayo de 2017
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Traducción: Ángela García
Apollinaire en México
Víctor Manuel Mendiola
Ensayo
Aunque Marco Antonio Campos, como poeta, está mucho más cerca de la visión oscura y quebrada del expresionismo —no en balde tradujo a George Trakl—, su conocimiento exacto y apasionado de Charles Baudelaire y, en especial, de Arthur Rimbaud le ha permitido aproximarse a “Zona” de Guillaume Apollinaire. En la traducción hecha hace treinta y tres años podemos leer, de un modo verdadero, el originario y cabal poema.
Desde el primer momento, en 1913, “Zona” interactuó, por un lado, con Un tiro de dados de Stéphane Mallarmé y, por el otro, continuó —magnificándolos— a los futuristas. Asimismo, este texto prefiguraba al surrealismo y presidía, con un temple animado y contradictorio, a La tierra baldía. Tanto Apollinaire como T. S. Eliot transformaron el caos, la simultaneidad, de la ciudad en la musa de los tiempos modernos —uno con gozo, el otro con opacidad. Ambos marcados por la guerra y por la transformación de la urbe en máquina.
Porque muchas veces lo divino sí juega al azar, Apollinaire llegó a México desde hace mucho tiempo. El poeta todavía vivía cuando él y sus poemas tocaron la literatura mexicana. Esta comparecencia no sólo consistió en la postal / poema, “Carta océano”, que Apollinaire le escribió a su hermano Alberto Kostrowitzky, residente en nuestra ciudad y director del Boletín Financiero y Minero de México, sino obedeció también al interés enorme de José Juan Tablada por la escritura dibujo: los ideogramas. La atención que le dispensaba el autor de la Musa japónica a esta forma de escritura era esencial. Por eso, no dudó en recomendarla a Ramón López Velarde, quien leyó y rechazó, en su modo muy peculiar, la poesía en figuras alusivas. El repudio dio origen a una mini discusión que aún hoy tiene una importancia insoslayable.
López Velarde encontró “convencional” la poesía ideográfica. A lo que Tablada respondió “¿más convencional que seguir expresándose en odas pindáricas, y en sonetos, como Petrarca?”. Finalmente, el poeta de Jerez resolvió el asunto con cariño y singularidad. “Para los actos trascendentales —sueño, baño o amor—, nos desnudamos. Conviene que el verso se muestre contingente, en parangón exacto de todas las curvas, de todas las fechas…” López Velarde no echó mano de los versos dibujo. Sí utilizó el riesgo en sus condensadas imágenes y se aprovechó del sentido plural del dislate. Un ejemplo: “Besar al Indostán y a la Oceanía / y a las fieras rayadas y rodadas / y echar el ancla a una paisana mía / de oreja breve y grandes arracadas”. En López Velarde hay un retroceso hacia delante, igual que en Valery. En vez de rechazar el “anacronismo” de la medida y el acento, lo acepta y lo vuelve moderno. El verso contingente ocurre, en un juego de contradicciones, dentro de los episodios de las formas trascendentales. Por esta razón, el acendramiento del verso y las rimas monorrimas, en el zacatecano, deben verse como búsqueda, como “experimentación”. Más libertad. Más licencia. Y más rigor y hondura como vemos en la “Dama de los guantes negros” o en “La suave Patria”. Por el camino de la hipersimetría, a través de las operaciones de un álgebra más ducha e imaginativa, López Velarde propuso de una forma inesperada una visión más fina y resuelta. Los poetas de la revista Contemporáneos la comprendieron claramente. Por eso lo siguieron a él y no a Enrique González Martínez.
¿López Velarde sólo leyó la poesía ideográfica de Apollinaire? ¿Leyó Caligramas? ¿Conoció los otros poemas? Quizá es posible decir, por las propias palabras del autor de “Día 13”, que sólo vio los poemas visuales y no reparó en piezas como “La linda pelirroja”, que coincidían –en la originalidad concentrada y psicológica– con la idea de los actos esenciales y “la lujuria del oficio”. Y dudó, con “duda grave”, de la eficacia de sumar imagen gráfica y poesía. ¿El tiempo le dio la razón a López Velarde? Sí y no. Sí porque la poesía más importante del siglo XX no sumó, en general, imagen gráfica y poesía. Y no porque varios poetas notables sí utilizaron, a la manera de Mallarmé, las variaciones de la forma gráfica del texto en la página.
De cualquier modo, la observación sobre el convencionalismo del recurso ideogramático adivinó el lado superficial de la nueva escritura o, por lo menos, hizo énfasis en ella desde otra perspectiva. Así, pues, los pronunciamientos a favor o en contra, a pesar de la brevedad, nos dejan vislumbrar la irrupción de la vanguardia en nuestras letras y comprender con matices inopinados la originalidad contestataria de la poesía mexicana. Siempre abierta. Siempre crítica.