La Compañía Nacional de Danza interpretó en días recientes el ballet completo El lago de los cisnes, basado en el original de Marius Petipa y Lev Ivanov, sobre la partitura de Chaikovsky, en la sala principal del Palacio de Bellas Artes.
Un acierto presentar el ballet con sus cuatro escenas en dos actos, como fue pensado originalmente por los coreógrafos. Atinada también la decisión de haber regresado a la sala de Bellas Artes y abandonar la idea de interpretar un ballet con tantos matices técnicos, interpretativos y sutiles, en el lago de Chapultepec.
Casi la totalidad de los gestos y códigos que caracterizan a este ballet se vieron opacados durante mucho tiempo por lo inadecuado del espacio al pensar, erróneamente, que se debían sacrificar las cualidades esenciales de este ballet por la “espectacularidad” del escenario. También es muy atinada la decisión sobre la interpretación del doble rol, cisne blanco y cisne negro, por la misma bailarina en cada función.
Este doble rol es uno de los retos interpretativos que el ballet impone y por lo que se ha fijado en el repertorio del ballet clásico. Para ejecutarlo se requiere, además de pureza técnica extrema, madurez interpretativa, pues hablamos de dos personajes diametralmente opuestos para los que se exige todo el bagaje histriónico de la bailarina principal.
El reto interpretativo fue llevado al cine por Aronofsky en la película El cisne negro, en la que plantea la dificultad por encontrar los recursos de las bailarinas para madurar ambos personajes. En la pieza de Aronofsky, la protagonista consigue interpretar a Odette a la perfección, mientras que Odile, el cisne negro, representa un verdadero conflicto extrapolado por el cineasta a la vida personal de la bailarina. Odette, el cisne blanco, requiere de pulcritud técnica y sutileza de movimientos. Es la máxima representación de la pureza y la bondad tan socorridas en los ballets románticos.
Odile desdibuja una a una las virtudes anteriores y se presenta como un personaje intenso y apasionado, revestido con una serie de características que por mucho tiempo fueron censurables en las mujeres del siglo XIX e incluso hoy en día.
Apreciar este reto dancístico en un escenario idóneo para ello fue una recuperación que vale la pena señalar y conservar. Ahora sí hablamos de ballet.