“¡Recuperamos las Malvinas!”, festejaban los argentinos sin saber la pesadilla en que se convertiría aquella guerra contra Reino Unido, una herida que la gente ha tratado de olvidar.
El escritor Eduardo Sacheri (Buenos Aires, 1967) ubica su nueva novela, Demasiado lejos (Alfaguara), justo en la Argentina de 1982, donde relata lo que sucedió a través de los ojos del pueblo. “En la guerra de las Malvinas estuvimos todos, pero preferimos recordar que no estuvo nadie”, dice el escritor a MILENIO.

¿Qué lo llevó a escribir sobre Las Malvinas?
El historiador habla sobre lo que sucedió con las familias que vieron cómo sus hijos fueron enviados a la batalla, mientras que los que se quedaron en Buenos Aires intentaban entender la magnitud de embarcarse en una guerra perdida.
¿Cómo te influye la historia de tu país?
Me parece que la historia no le sucede solo a sus más evidentes protagonistas: políticos, economistas, diplomáticos, empresarios. No, la historia nos sucede a todos. Si bien mi interés fundamental cuando escribo es entender mi propia vida, supongo que el hecho de ser licenciado en historia fortalece ese diálogo entre lo privado y lo social, el presente y el pasado, tanto a nivel individual como colectivo. No es algo que me proponga y es algo que me sale.
¿Las Malvinas eran un tema obligatorio para ti?
No sé si era obligatorio, pero me doy cuenta de que me atraen más los temas menos frecuentados por mis colegas y sin duda el tema de Malvinas es muy poco visitado por la ficción, así que el solo hecho de preguntarme por qué ya lo vuelve interesante. Sobre la dictadura militar hay cientos de aproximaciones estéticas, pero de la guerra de Malvinas, que está inscrita en la dictadura, es como si no hubiera existido, y como causa, reivindicación, cuestión de identidad, sí existe en la Argentina y es muy fuerte. Pienso en guerras entre un país latinoamericano y una potencia europea a lo largo del siglo XX o el XXI, ¿cuántas hay? Muy pocas. Sin embargo, ni siquiera por la originalidad del conflicto ha suscitado interés y eso solo ya justificaba que me interesara bucear en el asunto.
¿Por qué es una obra de ficción?
Creo que nos da otra libertad, a mí como escritor y al lector. Además, lo universaliza, lo saca de la Argentina. Me parece que la ficción permite que cualquier persona se haga preguntas universales tan humanas, aunque la lectura lo lleve a la Argentina de 1982. Pero esto del nacionalismo, el fervor, el encandilamiento, el triunfalismo, el dejar tu espíritu crítico de lado en pos de una “Gran Causa”, así con mayúsculas, creo que es algo que nos sucede a todos los humanos.

¿Qué opina de la derrota de Argentina en Las Malvinas?
¿En Argentina pasaron del furor a la desolación?
Lo que nos pasa es que nos manejamos con una gran frivolidad. Es decir, no fuimos capaces de entender que la guerra significaba muertes y nosotros actuamos como si eso no fuera a suceder. Recién cuando perdimos, advertimos que morían soldados. Y casi me atrevería a sospechar que si hubiésemos ganado, hubiéramos tomado mucha menor conciencia de esas muertes. Es decir, el envión (empujón) de la frivolidad nos hubiera permitido seguir ajenos; solo la derrota nos obligó a tomar conciencia, no la guerra, sino la derrota en la guerra.
¿La derrota era inevitable?
Hacer historia contrafáctica es difícil. Creo que la única posibilidad era no empezar la guerra. Es decir, que Gran Bretaña evaluara como un costo excesivo enviar una flota y pelear una guerra por unos territorios que le eran poco importantes. Sin embargo, la lectura que hizo Margaret Thatcher fue la inversa y creo que estuvo acertada. Es decir, la victoria en Malvinas le dio lo que los militares argentinos buscaban para sí mismos: continuidad, apoyo político, mejoramiento de su imagen y perpetuación en el poder.
Es Buenos Aires, 2 de abril de 1982, y los protagonistas de esta historia pasarán de la euforia a la desolación. Comienza también la pesadilla para las familias de Carlitos, Antonio y el Conejo, soldados conscriptos clase 1962 recién licenciados, que son reincorporados y enviados a pelear a miles de kilómetros, en medio de la desinformación y la publicidad engañosa.
¿Por qué apuestas por una novela coral con personajes a ras de suelo?
Me interesa mucho más la gente en la vida y en la literatura también. Es un impulso personal y eso también universaliza las historias que escribimos o que leemos. No creo que cuatro tipos discutiendo en un bar en Argentina sean diferentes en México o que una muchacha que intenta abrirse camino en el mundo difícil de la diplomacia argentina sea muy distinta en tu país o una madre aterrorizada porque maten a su hijo; no creo que eso conozca fronteras. Pienso que la cuestión es cómo lo ciframos en una novela aparentemente local para que un lector que no conoce esa realidad, se lo pueda llevar a su propio mundo.
¿Qué recuerda de esa guerra?
¿Cuántos años tenías en el momento de Malvinas?
Catorce años y en la novela hay muchos recuerdos; me permito pensar que en la novela están enriquecidos por mi conocimiento histórico actual. Es decir, tuve que leer muchísimo para poder escribir esta novela porque mi recuerdo no es la historia.
¿Y coincidía con lo que recordabas?
Coincidía, pero hay mucho más en la historia. En mi memoria hay algunos discursos militares, un hecho bélico muy notable y que todo el mundo estuviera hablando de la guerra. Pero no solo eran los temas, sino las actitudes. Es decir, “todos éramos expertos militares” y todos estábamos enfervorizados, convencidos y triunfantes. Pero todos estábamos muy ajenos al dolor que se estaba produciendo y a las muertes que se estaban produciendo. Y todos reaccionamos al final de la misma manera, callándonos la boca. Han pasado más de 40 años y los únicos culpables de la guerra siguen siendo los militares. La sociedad argentina que se entusiasmó, salió a las calles, aplaudió a esos militares, no se ha hecho cargo de eso y eso me parece mal.
¿Es un episodio que han querido esconder?
Completamente bajo la alfombra, no así la reivindicación de la soberanía sobre las Malvinas, que sigue muy presente en la agenda argentina, en la identidad, en nuestra épica. Te repito, en la guerra estuvimos todos, pero preferimos recordar que no estuvo nadie y eso me molesta. Que los militares tomaron una decisión arbitraria, intempestiva, temeraria, es indudable. Ahora que la sociedad argentina acompañó masivamente esa idea, también es evidente.
¿De qué tratará la siguiente novela de Sacheri?
Vas a publicar otra novela sobre el tema. ¿De qué trata?
La idea era escribir una sola novela con los personajes de Buenos Aires y con las islas. Pero me encontré que era tan diferente lo que vivían unos y lo que vivían otros, que me pareció que hacer convivir esos dos mundos en una sola novela era casi esquizofrénico. Por eso en noviembre se publicará ¿Qué quedará de nosotros? Más que una segunda parte, es una suerte de juego de espejos, de los soldados que de aquí salen hacia las islas y cómo lo vivieron.
¿Cómo encaja la novela en estos momentos en Argentina?
Encaja con la misma Argentina. Han pasado 40 años y sigue amando, odiando, encandilándose y rechazando, enfervorizándose y deplorando con la misma apasionada ingenuidad. Hoy con Javier Milei y ayer con Cristina Kirchner. Digamos, como yo no participo, mi manera de entender la política es mucho menos religiosa que racional. Tiendo a asistir a estas procesiones de creyentes con cierta distancia, de unos y de otros. Pero supongo que encaja como otro retrato de otro momento en el que nos movimos con una absoluta ingenuidad.
¿Cuándo se presenta la novela?
La novela 'Demasiado lejos' será presentada por Sacheri y por Jorge F. Hernández este miércoles 23 de julio a las 19:00 horas en la librería Mauricio Achar, Miguel Ángel de Quevedo 121, Ciudad de México.
hc