Como Tina Modotti y Leonora Carrington, mujeres que han inspirado a Elena Poniatowska, Lupe Marín (1895-1983) fue una mujer adelantada a su época. Lejos de ser una dama abnegada, siempre tuvo en sus ojos una chispa de bravura, inteligencia, belleza e ironía. Pertenece a un modelo femenino que sólo era complaciente con ella, con los demás no, aunque se tratara de su propia familia.
Los años que vivió en la orfandad y casi abandono por parte de sus padres, le provocaron actitudes ariscas; también vivió en un convento, espacio que detestaba porque a ella sólo le daban de comer frijoles mientras las monjas sí podían consumir pollo. Creció en el desamparo y conoció el cariño por medio de su hermano Celso quien, a diferencia de los demás, mostraba preocupación por ella. Esos años de hostilidad derivaron en gran resentimiento. Le ocurrió que no podía ser amorosa con sus hijas —menos con el hijo que tuvo con Jorge Cuesta— si sus padres nunca demostraron esa clase de afecto hacia ella.
Hace casi 40 años, Elena Poniatowska entrevistó a Lupe Marín en su casa, ubicada en Paseo de la Reforma 137. Esa larga conversación abrió una inquietud en la escritora y periodista: conocer más sobre su vida como esposa de Diego Rivera y de Jorge Cuesta, alguien que frecuentó a personajes esenciales de la cultura mexicana en el siglo XX, como los Contemporáneos, Soriano, Lazo, Torri, Ramos, Cardoza y Aragón, Breton, Carpentier, Modotti, Kahlo, Revueltas, Weston y Vasconcelos, entre otros. La riqueza de voces y presencias hace que el libro se vuelva fresco, dinámico e interesante.
La escritora une testimonios, escucha varias historias de un mismo personaje, las hilvana y luego aporta su versión. Apesar de que parte de un prisma psíquico, histórico-social y literario, opta por decir que ha escrito ficción porque la mayoría de los argumentos de las personas con quienes conversó apuntaba hacia un relato fantástico.
Lupe Marín es retratada con los claroscuros que tuvo a lo largo de su vida y se le compara con la Coatlicue (diosa de la fertilidad, patrona de la vida y de la muerte). Su lado carismático se ve empañado por las crueles e intolerantes actitudes que llegó a tener con sus hijos, con Jorge Cuesta y algunos de sus nietos. Lupe, acaso como la Coatlicue, porta una falda de serpientes que realza la maldad que fluctúa en ella.
Como lo ha hecho en otros de sus acercamientos a mujeres insumisas, ha forjado una sólida historia. Desde aquella conversación, Poniatowska se dio cuenta de que Marín era un personaje interesante, polémico, opacado por la presencia de Frida Kahlo, ideal para desentrañar y precisar esa madeja de historias que se ha tejido alrededor de ella.