En el documental Cocodrilos, el director Xavier Velasco retrata una realidad que, aunque dolorosa, muchos prefieren no mirar de frente: la violencia contra el periodismo en México y la cultura que la sostiene. Inspirado en hechos reales y atravesado por su experiencia personal como originario de Xalapa, Veracruz, Velasco construye una ficción tensa y reflexiva que formó parte de la competencia por el Premio Mezcal en el Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG).
La cinta narra la historia de Santiago Ortiz (Hoze Meléndez), un joven fotoperiodista que, tras el asesinato de su mentora, Amanda González (Teresita Sánchez), retoma su investigación y se lanza a una búsqueda que lo enfrenta con el horror cotidiano.
“Me preocupa muchísimo la normalización de la violencia. Vivimos en un país que normaliza mucho la violencia y trata de ponerla detrás”, dice Velasco.
De la ciencia ficción al horror social
“Es curioso porque desde niño fui cinéfilo, me encantaba la ciencia ficción”, comparte Velasco. Aunque tiene una licenciatura en física, fue durante sus años universitarios cuando se acercó al cine: “Comencé a ayudar a mis amigos en sus cortos, para divertirme y pasarla bien. Me encantaba hacer videos y fue a partir de ahí que consideré dedicarme al cine. La creación cinematográfica fue algo que fui descubriendo en el camino”.
Antes de Cocodrilos, Velasco realizó cortos de ciencia ficción y thrillers, pero fue la llamada “guerra contra el narco” lo que lo empujó a hablar directamente sobre la violencia. “Aquí se desató mucha violencia y comenzamos a ver a militares en las calles, levantones, cobro de piso… Me impactó mucho y fue que me nació hablar de la violencia y cómo nos impacta”.
Los casos de Regina Martínez y Rubén Espinosa, periodistas asesinados en Veracruz, lo marcaron profundamente. “Fueron los casos de Regina Martínez y Rubén Espinosa, que siguen sin esclarecerse con una explicación que nadie cree. Y fue alrededor del 2015 que sucedió lo de Rubén, y que me nace hacer Cocodrilos”.
¿Por qué Cocodrilos?
El nombre no es casual: “Es una metáfora de este depredador de sangre fría que acecha. Quería tener una violencia en pantalla más sutil, no quería que la violencia fuera un espectáculo. Me gustan las películas de acción, pero son mundos distintos. Quería verosimilitud, tratar el tema con respeto así como a los personajes, tener un buen manejo de la violencia, donde el espectador sintiera esta opresión y este peligro. El cocodrilo encapsula esta idea de estar acechando”.
El proceso de guion fue largo y complejo. Velasco y su hermana, Magalí Velasco, conectaron distintas historias reales para construir la narrativa. “Nos ayudó mucho un libro que se llama Romper el silencio, que es una compilación de testimonios de periodistas. Cocodrilos es una película brutal, pero nada que ver con la realidad. Fuimos moldeando la historia a través de entrevistas con los periodistas y fotoperiodistas de Veracruz. No quería estereotipar a las víctimas”.
Medirse, no censurarse
Aunque el tema era fuerte, Velasco nunca se autocensuró: “No me autocensuré, me me mesuré. No quería que fuera algo de pornomiseria. Quería tener un acercamiento verosímil y cuidadoso, dentro de la ficción, esto no es un documental. Quería generar personajes y eventos dramáticos. Más que autocensura, me puse ciertas reglas que seguir para tener una representación lo más fiel posible”.
En Cocodrilos también se aborda el miedo, el cansancio y la ambigüedad moral del gremio periodístico. “No es una situación blanco y negro. El jefe de Santi, por ejemplo, es un idealista vencido, de cómo comenzó trabajando con un fotoperiodista muy aguerrido y cómo este terminó con la violencia y esto de ver la muerte de frente lo hizo agachar la cabeza y alinearse al sistema. Vemos a un periodista tener miedo, lo cual es muy válido, no es de criticarse. Tenemos personajes diferentes que están como buitres, tienen miedo. Me interesaba mucho no romantizar la profesión, sino plantearlo de manera compleja”.
Narco cultura y reclutamiento forzado
Sobre los narcocorridos y la cultura del crimen organizado, Velasco es enfático: “Es muy triste porque la realidad de muchas personas es esta, obtener dinero, lujos y poder a través de la vida del crimen, pero no quiero juzgarlos porque es una realidad muy compleja, no es de ahora, es de hace décadas. Se ha ido desarrollando esta ‘cultura del narco’ y la penetración que tiene, que no sólo es a un nivel de sociedad. Está instaurado. Es lamentable que se glorifique la violencia, pero es natural, y más allá de prohibir hay que tratar de combatir de raíz estas problemáticas. Informar, educar a las juventudes y crear alternativas”.
Además, la película retrata cómo personas ajenas al crimen son reclutadas a la fuerza: “La película también retrata el reclutamiento forzado, gente que ni siquiera está metida en nada de eso”.
Contar lo que nadie quiere contar
Velasco reconoce que no todos a su alrededor estuvieron de acuerdo con que contara esta historia: “Siempre existe un temor a la censura, al bloqueo. Yo siento que mayormente los documentalistas son los que están en mayor riesgo. Sacan a la luz hechos que probablemente no le interesan y no quieren que salgan a la luz. Una de las responsabilidades del artista es interpretar su realidad. Yo quiero que las víctimas encuentren una catarsis desde una aproximación pues más artística. El poder del cine tiene una penetración que pocas artes pueden tener”.
El impacto de la ficción
Aunque el cine no cambiará al país, sí puede contribuir a reflexionar. “Me siento satisfecho cuando se genera una reflexión, me interesa mucho que no se normalice la violencia. Aunque mucha gente está cansada de que se proyecten este tipo de situaciones en el cine, hay que hablarlo como creador, la audiencia ve reflejada su realidad. Obviamente la película fuimos cuidadosos de que no fuera aleccionadora ni didáctica, ni un punto de vista rígido. Simplemente tratamos de ser lo más fieles a una vivencia y a una realidad compleja”.
MC