La artista, poeta y activista chilena Cecilia Vicuña fue galardonada con la medalla de oro en la categoría “Artista Ícono” de la primera edición de los Art Basel Awards, entregados por la prestigiosa feria Art Basel Miami Beach. Este premio marca otro hito en su dilatada trayectoria, destacando su papel central en el arte contemporáneo global.
La premiación tuvo lugar en una ceremonia de alto perfil realizada en Miami Beach, auspiciada por la firma BOSS, dentro del marco del Art Basel Miami Beach 2025.
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“Prácticamente todos, esta noche, han dicho la palabra futuro. ¿Saben lo que eso significa? Que todos sentimos que el futuro de la humanidad, de la amabilidad, de la belleza y del arte está en peligro”, declaró Vicuña al recibir el premio.
Con estas palabras, enfatizó el valor simbólico del galardón: no solo como reconocimiento individual, sino como un llamado urgente a reflexionar sobre el destino del planeta, la fragilidad del arte, la memoria colectiva y la conexión entre humanidad y naturaleza.
Un reconocimiento tardío, pero contundente y necesario. Para muchos en el circuito artístico internacional, la distinción concedida a Vicuña no resulta sorprendente. Su obra —multidisciplinaria, comprometida con el medioambiente, los derechos indígenas, la memoria y la poesía— ha ganado visibilidad en las últimas décadas.
De hecho, en 2022 había recibido el León de Oro de la Bienal de Venecia, y recientemente su producción fue objeto de retrospectivas en instituciones emblemáticas.
La premiación vía Art Basel Awards refuerza su estatus: un jurado internacional, compuesto por figuras relevantes del mundo del arte, la seleccionó como referente clave de una generación —una artista cuyo trabajo ha redefinido modos de hacer, ver y entender el arte y su relación con el mundo.
Por su parte, los organizadores explicaron que el premio busca reconocer el “impacto cultural” más allá del objeto artístico: quien recibe la medalla no solo produce obras destacadas, sino que promueve discursos, sensibilidad y transformación social.
La obra, el sentido: memoria, ecología, poesía y resistencia
Lo que distingue a Vicuña no es solo su eficacia visual, sino la profundidad simbólica de su obra. Desde sus primeros pasos artísticos, ha explorado nociones como fragilidad, interdependencia y cuidado del mundo, ideas que hoy resuenan con especial fuerza en un contexto de crisis climática y de desigualdades culturales.
Una de sus aportaciones más reconocidas es su reinterpretación contemporánea del sistema andino de “quipus” —cuerdas con nudos que, en su práctica, reemergen como tentativas artísticas para reconstruir memoria, vínculo con la tierra y sensibilidad ancestral.
Su obra atraviesa medios: pintura, escultura, instalaciones, performance, poesía. Todo su universo creativo converge en una praxis donde el arte no es mero objeto estético, sino una herramienta de resistencia, conciencia y sanación colectiva.
En este sentido, la medalla de oro de Art Basel no es solo una celebración de su obra, sino un espaldarazo simbólico a su persistencia, una trayectoria marcada por exilio, memoria y compromiso, muchas veces marginal en los circuitos comerciales, pero esencial como voz crítica y transformadora.
Arte con resonancia global
El reconocimiento a Vicuña representa también una señal potente para el arte latinoamericano: confirma que desde nuestra región pueden emerger visiones, lenguajes y prácticas con resonancia global. Que una creadora latinoamericana, con raíces indígenas y trayectoria fuera de los grandes centros hegemónicos, puede ocupar un lugar central en la escena global del arte contemporáneo.
Es, además, un triunfo para las perspectivas decoloniales, ecológicas y feministas que Vicuña ha defendido; una reivindicación del valor del conocimiento ancestral, de la memoria colectiva, de las identidades marginadas.
Con su discurso sobre el futuro —su advertencia sobre el peligro que atraviesa la humanidad—, la artista convierte el premio en un recordatorio urgente: el arte puede ser un acto de cuidado del mundo, un llamado a la conciencia compartida, una invitación a transformar la devastación en cuidado, el olvido en memoria.
El reconocimiento reciente a Cecilia Vicuña en los Art Basel Awards se inscribe en un momento clave del arte hecho por mujeres, donde distintos ejes de legitimación comienzan a alinearse. Mientras una obra de Frida Kahlo ha alcanzado el precio más alto jamás pagado en subasta por una artista mujer —confirmando su peso histórico y simbólico en el mercado global—, el ingreso de Marlene Dumas a la colección permanente del Louvre marca un giro institucional en uno de los bastiones del canon occidental.
El premio a Vicuña completa este triángulo desde otro lugar: el de una práctica artística profundamente ligada a la memoria, la ecología y la ética del cuidado. Mercado, museo y plataforma internacional convergen así para evidenciar que el ascenso de las mujeres —y del arte latinoamericano— no responde a una moda, sino a una transformación estructural de lo que hoy el mundo del arte considera esencial; de igual manera, no solo consagra una trayectoria individual: ilumina una verdad más amplia y largamente postergada.
El arte producido por mujeres —y en particular por mujeres latinoamericanas— no ha sido marginal por falta de potencia, sino por exceso de lucidez. Durante décadas, estas prácticas se desarrollaron al margen de los centros de poder, sosteniéndose desde la intuición, el cuidado, la memoria y la resistencia, mientras los relatos oficiales privilegiaban otras narrativas, otras estéticas, otros cuerpos.
PCL
