Para él la historia era aprendizaje. Conocer quiénes caminaron por Tampico y levantaron sus primeras obras, sus calles, sus paredes, era abrir la puerta a un mundo fascinante.
Escribir es andar, es caminar y levantar la vista e inspirarse en una crónica infinita llamada Tampico, decía el padre Carlos González Salas, un personaje extraordinario que dejó una huella indeleble como cronista vitalicio de la ciudad.
Nacido hace cien años en el puerto, el ensayista, narrador y poeta atesoró la historia y se volvió parte de ella. Hombre versátil que lo mismo impulsó la creación de cooperativas, sindicatos y uniones obreras que construyó un legado prolífico como escritor.
Y es que el también académico no se limitó al quehacer cultural, su misión iba mucho más allá y emprendió acciones de beneficio social al organizar cooperativas de trabajadores del volante así como de producción pesquera y cajas populares de ahorro y crédito.
El tampiqueño rechazaba la informalidad y le gustaba comer jaiba frente al mar, otro de sus lugares favoritos. En su hogar nunca faltaba el arroz a la hora de la comida pero no tomaba café.
El historiador José Antonio Cruz Álvarez, cuenta que al padre le gustaba mucho el deporte y fue un excelente portero de futbol, siendo conocido en aquel entonces como El Cancerbero del Montezuma.
El corresponsal del Seminario de Cultura Mexicana en Tampico, refiere que González Salas fue amigo y compañero del político, jurista e historiador Jesús Reyes Heroles en la escuela primaria Manuel Ignacio Altamirano ubicada sobre la calle Tamaulipas.
Menciona que Carlos González como jefe era muy metódico, perfeccionista en la búsqueda de documentos, jamás se conformaba con el primer escrito, realizaba varios y el mejor de todos se publicaba. Cuidaba su estilo y su pulcritud en cada texto.
Su forma era de alta jerarquía, le agradaba utilizar términos en latín y en francés. Gustaba de crear lenguajes académicos y sus textos eran limpios y puros, nada complejos.
Fallece el 20 de julio de 2010, dejando una herencia cultural que se plasma en más de cien libros, entre estos Tampico es lo Azul, Nuevas Crónicas de Tampico, Mi Ciudad, Tampico a Vuelo de Concord, La evangelización en Tamaulipas y Del Reloj en Vela.
Promotor incansable de la conservación de la historia, de su obra todos los investigadores han abrevado, afirma Doris Hernández Ochoa. Destaca que fue el primero en recibir en 1992 la presea municipal al mérito ciudadano “Fray Andrés de Olmos”, uno de tantos reconocimientos a su aportación histórica, filosófica, sociológica y filológica.
“El archivo histórico municipal lleva su nombre, aunque hubiese sido más justo que lo llevase la Casa de la Cultura, pero en realidad esto es irrelevante, porque el nombre de Carlos González Salas está impreso en docenas de libros y cientos de artículos, que resistirán el paso de los años, útiles para los investigadores”, expone.
Semblanza
De su semblanza, José Cruz Álvarez menciona que el padre fue el sexto hijo del señor Albino R. González y de Francisca Salas, el primero originario de Pánuco, Veracruz y la segunda de Jopoy, Tamaulipas, a orillas del río Tamesí. Cursó la primaria en el Colegio del Verbo Encarnado (Instituto Tamaulipas) y en las escuelas Ignacio M. Altamirano y Juan B. de la Garza.
La casona donde nació es un bello edificio de estilo neoclásico de dos plantas, con 50 metros de frente y 20 metros de fondo, ubicado en las calles de Carpintero y Dr. Alarcón. Fue construido en la primera década del siglo XX, después de descubrirse petróleo en tierras de su familia paterna, siendo su progenitor contador en una de las compañías extranjeras en Tampico.
Estudió Humanidades en el Seminario de Guadalajara a finales de 1939. Hace estudios de Filosofía y Teología y demás ciencias eclesiásticas en el Interdiocesano Mexicano de Montezuma, Nuevo México y comienza a fundar y colaborar en revistas deportivas y culturales entre 1940-1945.
Recibió el sacerdocio en 1945 y se dedicó a la cátedra, a la pluma y a la promoción social. Estudia en España Filología Hispánica y recibe el Diplomado en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Salamanca en 1955-1956.
Cursa la licenciatura en Ciencias Sociales en el Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad Gregoriana de Roma entre 1956-1958. Maestro de numerosas asignaturas en el Seminario Conciliar de Tamaulipas, en el Instituto de Ciencias y Tecnología (Tec Tampico), en la Escuela Náutica, secundarias y preparatorias del puerto.
Maestro de Técnicas de la Investigación Filosófica y de Filosofía Mexicana en la Universidad del Golfo de Tampico así como de Teoría Sociológica, Sociología General, Sociología Rural, Sociología Educacional y Sociología Industrial en la Universidad de Monterrey.
Impartió cursos de Disertación y Comunicación Administrativa en la Facultad de Administración y Comercio de la UAT y de Sociología del Arte en la Facultad de Música de la misma Universidad, a donde también llevó cátedras de Teoría y Práctica de la Comunicación y Relaciones Humanas en la Facultad de Enfermería y Obstetricia.
Decano investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la UAT donde publicó varias obras desde 1970 hasta su fallecimiento en el 2010. Promovió cooperativas de ahorro, crédito, producción pesquera y de ejidos.
Colaborador del Archivo Histórico de la Catedral de Tampico, cronista de la Ciudad desde el 16 de julio de 1976, publicó más de 100 obras de carácter literario, social, filosófico, e histórico además de introducciones y prólogos.
Miembro del Seminario de Cultura Mexicana desde 1950 (ocho años después de su fundación el 28 de febrero de 1942 en la Ciudad de México) y fundador de la Asociación Nacional de Cronistas de Ciudades Mexicanas A.C. en Monterrey en 1976.
“Le rendimos un homenaje al maestro, al catedrático, al amigo, al tutor, al padre que me brindó sus oraciones ante la pérdida de mis papás el 19 de septiembre de 1985 y me enseñó la historia de Tampico desde el 16 de julio de 1976, cuando es nombrado cronista de la ciudad hasta su muerte el 20 de julio del 2010”, expresa Cruz Álvarez. Sus restos descansan en la Catedral porteña.
EAS