El pintor Robert Ryman (Estados Unidos, 1930) pinta cuadros blancos; para él, “el blanco es, sobre todo, un instrumento para ver más”. El artista resuelve sus cuadros de varias maneras: mediante la textura que sustituye a la expresión del color, mediante la utilización de colores debajo del blanco que en ocasiones son perceptibles, y, por último, al separar los cuadros de la pared para diferenciar el blanco del cuadro del blanco del muro.
Todas estas técnicas son descritas por Robert Storr, quien es experto en Ryman, como “soluciones de problemas que nadie sabía que existían”. Para Storr, quien el sábado pasado dio una brillante conferencia durante la inauguración de la exposición de Ryman en el Museo Jumex, el artista radical es capaz de crear una tendencia y después seguirla. El historiador y crítico de arte explicó la materialidad de la pintura de Ryman y su teoría sobre la imposibilidad de la abstracción.
Tres de las obras expuestas en el Museo Jumex son, en mi opinión, las que expresan con más claridad la idea de que la ausencia de colores y formas definidas obliga al espectador a estar más alerta y a abrir su mente para percibir lo que el artista intenta trasmitirle a través de ellas. La primera obra es un panel blanco apoyado sobre el suelo y separado del muro mediante dos soportes de aluminio, y lleva el título de Factor (1983). La segunda, denominada Accord (1985), consiste en un panel de aluminio vertical, atornillado al muro del cual solo una sección cuadrada en alto relieve está pintada de blanco. Finalmente, la tercera pieza, Pair navigation (1984), es un panel de fibra de vidrio soportado por un marco de aluminio, que en dos puntos está sujeto al muro y cuenta con dos soportes que se apoyan sobre el suelo, como si se tratara de una mesa. Las tres obras son expresiones del deseo del artista de diferenciar la superficie blanca de los cuadros, de los elementos que componen la galería, los planos verticales (muros) y horizontales (pisos), mediante composiciones espaciales.
En arquitectura, el personaje cuyas ideas se parecen más a las de Robert Ryman y sus contemporáneos como Mark Rothko es, sin duda, Ludwig Mies van der Rohe, quien buscó durante toda su carrera construir espacios con “casi nada”, cuando ningún otro arquitecto más pretendía hacer lo mismo. Mies fue un arquitecto radical en el mismo sentido en que lo fueron los artistas de su tiempo; su arquitectura es sutil, que solamente se comprende mediante la experiencia física del espacio, y cuyo rigor en el uso de los materiales y discreción en cuanto a la forma la hacen única e irrepetible.