En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, la violencia digital fue uno de los ejes centrales en 2025.
Según datos del Inegi, durante 2024 el 21 por ciento de las personas usuarias de internet en México fueron víctimas de ciberacoso, lo que representó a 18.9 millones de personas; de ellas, 10.6 millones fueron mujeres.
Este incremento impulsó avances legales como la Ley Olimpia, que sancionó la violencia digital, aunque especialistas coincidieron en que resultó insuficiente frente a la magnitud del fenómeno.
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En este contexto, Fundación Instituto Natura y Avon lanzaron la campaña #LlámalaPorSuNombre, que busca visibilizar todas las formas de violencia —física, psicológica, económica, simbólica y digital— y romper con la normalización que las sostiene.
De acuerdo con el estudio Sácate la duda realizado por Avon, mientras el 51 por ciento de los hombres considera que hay equidad de género en la sociedad donde vive, solo el 32 por ciento de las mujeres opina lo mismo.
Esta brecha entre la percepción masculina y la experiencia femenina evidencia la normalización de distintas formas de violencia, incluidas las que ocurren en línea.
La Fundación también presentó el Índice de Concientización sobre Violencia de Género, elaborado en seis países de América Latina. En México, los resultados mostraron que solo el 15 por ciento de la población alcanzó un nivel alto de concientización, el 65 por ciento consideró que las mujeres no denunciaban por miedo y el 30 por ciento no conocía ninguna ley de protección para mujeres y niñas.
¿Qué es la violencia digital?
La violencia digital se manifiesta de múltiples maneras: ciberacoso, amenazas, difusión no consentida de imágenes íntimas, doxeo, suplantación de identidad y falsificación de contenidos mediante inteligencia artificial.
Estas agresiones afectan especialmente a mujeres con presencia pública en ámbitos como el periodismo, el activismo o la política, donde el anonimato de los agresores y la limitada regulación tecnológica agravaron el problema.
La violencia digital no es virtual ni inofensiva. Sus efectos trascienden la pantalla y, en muchos casos, se vinculan con daños psicológicos, agresiones físicas e incluso feminicidios.
