Cinco años después de la desaparición de Kenia, Karla y Jaime en Zapopan, Jalisco, sus madres siguen sin respuesta.
Aunque el presunto responsable aceptó su culpabilidad ante un juez, se niega a revelar el paradero de las víctimas e, incluso, ha puesto sus condiciones para darlo a conocer.
Ésta es la historia
Es 5 de agosto de 2025. Marcelino “N” está frente a un juez en el penal estatal de Puente Grande y las madres de Kenia, Karla y Jaime, desaparecidos desde 2020. Se lleva a cabo una audiencia crucial en la que ellas esperan una pista, cuando de pronto él acepta su culpabilidad por las desapariciones.
Marcelino, conocido como Takeshi, fue detenido en 2023. Se declara responsable de las desapariciones a cambio de negociar con el juez una reducción significativa de su pena; sin embargo, no dice dónde están los desaparecidos.

A las familias no les importa cuánto tiempo vaya a estar en la cárcel o cómo será castigado, ellas quieren saber dónde están sus hijos vistos por última vez en Zapopan.
Pero a Takeshi no parece importarle el dolor de las madres y se reserva declarar dónde están los cuerpos.
Un mes y dos semanas después, Ana, mamá de Kenia, no ha perdido la fe. La Fiscalía de Jalisco negocia con el presunto criminal una reducción mayor a su sentencia para que diga dónde están.
“Nos dijeron que no pasaría un mes, pero pues ya pasó y seguimos esperando la audiencia de sentencia”.
¿Quiénes son?
Es 17 de septiembre de 2020. Kenia es una joven trans, tiene 20 años de edad, de tez morena clara, mide 1.75 metros de altura y el hombro izquierdo lo tiene tatuado con un corazón.
Ella se encuentra en su casa y está vestida con una chamarra de color tinto, pantalón azul, tenis color salmón y unos lentes morados. Además, lleva un anillo y una argolla porque está a punto de salir de fiesta con sus amigos.
Ana, su madre, acaba de llegar de trabajar, está agotada tras una larga jornada laboral y le pide a su hija que se quede en casa, que mejor vea una película, pero que no salga esa noche. De un momento a otro, Ana se queda dormida sin imaginar que nunca más volverá a ver a su hija.
“Así fue la última vez que yo la vi, vi que se sentó a cenar, se fumó el cigarro y me quedé profundamente dormida”.
Karla García Duarte es una chica trans, tiene 22 años de edad, de tez morena clara, complexión delgada, mide 1.76 metros, cuenta con un tatuaje, un símbolo del infinito con una pluma, así como también su nombre tatuado en el cuello. Viste una blusa blanca con una chamarra tipo cazadora de color beige, pantalón azul y unas botas negras.

Ese día camina por la calle rumbo a la casa de su madre Margarita Sánchez, cuando de repente se la encuentra junto con sus sobrinos.
Llegan a la casa y está todo oscuro, no tienen servicio de electricidad e ingresan a una de las recámaras. Karla, como de costumbre, revisa sus redes sociales en su teléfono móvil y se queda de pie en el marco de la puerta.
Margarita la observa reír sin parar. No sabe por qué, pero por unos momentos no deja de mirarla sin que se le cruce por la mente que es la última vez que estarán juntas.
Karla le dice a su mamá que ahorita regresa, que irá a las Cinco Esquinas a platicar con sus amigos, Kenia y Jaime, y posiblemente, de ahí se irán a otra reunión. Margarita siente un presentimiento y trata de convencerla de que no se vaya o que al menos regrese temprano.
“Si te vas no te tardes, le dije, nunca me imaginé que ese día iba a ser el último y hasta hoy no la he vuelto a ver”.
Jaime Adrián Ramírez es un hombre de 28 años, de piel morena clara, mide 1.60 metros, de complexión delgada, cabello largo, quebrado y de color negro.
Durante su infancia se pasaba el día entero practicando judo en el CODE, pero desde joven trabajaba en la compra y venta de cosas usadas junto a su madre, María Solís, para contribuir en su hogar.
Son las 22:00 horas y apenas llega a su casa tras un día de trabajo. Desde la puerta y por toda la vivienda se esparce el olor a comida, pues María está cocinando chiles rellenos, el platillo favorito de su hijo.
Jaime brevemente le platica que tuvo un buen día y que las ventas estuvieron bien, por lo que irá un rato a las Cinco Esquinas junto a sus amigas. María le insiste que cene primero, pero Jaime responde que lo hará cuando regrese.
Saca su cartera y le da un billete de 20 pesos por un yoghurt que le debe a su abuela. María lo toma, le pide que se vaya con cuidado y, sin saberlo, ese billete se convertirá en el último recuerdo de su hijo.
“Mi mamá guardó por mucho tiempo ese billete y murió esperando que su nieto regresara”.
Las Cinco Esquinas
Sobre la calle Vista al Oriente, en la colonia La Coronilla, Zapopan, hay un sitio conocido entre los jóvenes como Las Cinco Esquinas, debido a la peculiar conexión de cinco calles. Se ha convertido en punto de reunión, un lugar para platicar entre amigos y conocer gente nueva. Al menos 20 jóvenes solían encontrarse ahí cada noche.
Tras salir de sus hogares, Karla, Kenia y Jaime permanecieron durante un par de horas en el lugar junto a un grupo de personas, pero no querían que la noche terminara ahí, así que decidieron irse caminando juntos a una reunión.
En ese momento, Las Cinco Esquinas murieron para siempre, pues nunca más los jóvenes del norte de Zapopan volvieron a reunirse ahí.
Desaparición
Ya es la madrugada del 18 de septiembre y Ana, al despertar, intenta llamar a su hija Kenia. Piensa que ya es tarde y está preocupada, pues solo sabe que fue a una fiesta junto a su amiga Karla.
Tras varios intentos, por fin, Kenia contesta el teléfono y le comenta que ya camina rumbo a casa junto con sus amigos –Karla y Jaime–. Le dice que solo faltan siete cuadras para llegar.
Finaliza la llamada y Ana piensa que no debe de haber mayor problema. Es un trayecto que se camina en menos de 15 minutos. Concluye el tiempo estimado y aún no hay señal de Kenia, por lo que vuelve a llamarla, pero no hay respuesta.
Insiste varias veces sin éxito. El cansancio la vence y se queda dormida, pensando que su hija quizá decidió seguir la fiesta. No sabe que al despertar iniciará una búsqueda sin fin.
“Yo daría mi vida por ella y ese 18 de septiembre créeme que es una amargura, es una impotencia de ver que pasan los años, pasan los días y no hay noticias de ella”.
Margarita también escribe mensajes a Karla, pero no son contestados. La preocupación la invade, a pesar de que su hija le comentó que quizá se iría a otra reunión. Decide que al día siguiente la buscará en casa de Kenia, pues es como su segundo hogar.
Son las 04:45 horas. y el WhatsApp de Karla registra su última conexión para no volver a estar en línea. Ana despierta y, al ver que Kenia no está, decide ir a buscarla a la casa de Karla. Al salir se encuentra con la señora Margarita Sánchez, quien también busca a su hija.
Búsquedas
Ante la falta de soluciones por parte de las autoridades, las madres de Kenia, Karla y Jaime han encabezado múltiples búsquedas para localizarlos.
En muchas ocasiones parten de llamadas anónimas o informantes que señalan sitios donde podrían estar los cuerpos de sus hijos, pero a cinco años de su desaparición no han tenido éxito.
A pesar de ello, se han convertido en un símbolo para madres buscadoras en Jalisco, sin importar al colectivo al que pertenezcan. La última búsqueda se llevó a cabo el 31 de julio de 2025 junto a la Comisión de Búsqueda de Personas de Jalisco en un lugar conocido como la Barranca del Potrero, al norte de Zapopan. Como en otras ocasiones, no hubo resultados positivos.

Este sitio está ligado a la historia de las desapariciones en el estado, pues ha sido utilizado por el crimen organizado para abandonar cuerpos. Entre los casos más sonados está el de los ocho jóvenes encontrados sin vida que trabajaban en un call center.
Detenidos
Tras Marcelino “N”, la segunda detenida en el caso fue Yaneth Miroslava, capturada por la Fiscalía de Jalisco en la colonia Constitución, Zapopan, en septiembre de 2022. El próximo mes de enero se realizará la audiencia intermedia en su contra, donde las madres esperan que proporcione mayor información sobre el paradero de sus hijos.
“No la creemos tan culpable, pero ella era la mano derecha de él, debe saber algo, claro que debe de saber algo, ahorita estamos pidiéndole a Dios para que hablen y digan algo”.
Hallazgos
Uno de los avances más relevantes en el caso son las declaraciones de dos hermanos que presuntamente conocían a Kenia, Jaime y Karla. Dijeron haber presenciado los hechos y aseguraron que fue dentro de una casa donde vieron a las tres víctimas maniatadas y golpeadas, pero todavía con vida.
En la zona del Mirador del Potrero, las madres obtuvieron información de una finca donde presuntamente estarían los cuerpos, pero la Fiscalía no consiguió la orden de cateo para inspeccionarla.
Años después, una mujer aseguró conocer a Kenia, Karla y Jaime. Relató que alguna vez fue privada de la libertad en esa misma vivienda, aunque logró sobrevivir. Esta coincidencia hace pensar a las familias que posiblemente estén ahí.
“Me golpearon, me torturaron junto con otras tres personas, pero una de ellas desgraciadamente falleció y era la misma casa a la que yo fui cuando desapareció Kenia”.
Cuatro años después, esa propiedad ya cuenta con un sistema de videovigilancia.
Esperanza
“Se cumplen cinco largos años con la misma incertidumbre, con la misma impotencia, la misma tristeza, con el corazón roto”.
Es la voz atribulada de Ana, madre de Kenia.
“Pensábamos que iban a pasar unos días, a lo mejor una semana, quince días, y que volverían, pero por desgracia ve los años que han pasado”.
“Duele al ver que te quedas con los abrazos que nunca le diste, palabras que quisiste decirle, pero nunca pensaste que la vida te lo iba a arrebatar de esa manera”.
Es la voz llena de melancolía de María, madre de Jaime.
Marcelino, el presunto responsable de las desapariciones, negocia ante un juzgado de Puente Grande que le reduzcan la pena a cambio de revelar el secreto: ¡dónde están los desaparecidos!
MC