Por su trascendencia en la cultura popular y el entretenimiento, Rodolfo Guzmán Huerta, mejor recordado como “Santo, el enmascarado de plata”, es el elegido para el altar monumental que año con año, previo al tradicional festejo Día de Muertos, presenta el histórico hotel Morales en Guadalajara.
Montado sobre un ring, su figura está adornada por coloridas flores, ofrendas y referencias a su paso por la lucha libre, la historieta y el cine nacional, su figura da la bienvenida a huéspedes, comensales y visitantes.
Una carrera legendaria
Nacido en Tulancingo, Hidalgo en 1917, antes de conquistar la popularidad en el pancracio, tuvo empleos modestos, a principios de los años 30, uno de ellos fue el de obrero en una fábrica de textiles. Motivado por el entonces auge que comenzaba a tomar la lucha libre como espectáculo popular, y acompañado de dos de sus hermanos, comenzó a entrenar para convertirse en luchador profesional.
Sus primeras oportunidades de combate llegarían en 1934. Antes de ser “Santo, el enmascarado de plata”, utilizó otras máscaras y otros nombres de batalla: “Rudy Guzmán” (alusivo a su nombre real), “El hombre rojo”, “El demonio negro”, “Murciélago enmascarado II”, entre otros. Con ayuda de un entrenador, construyó la identidad que le haría inmortal hacia 1942, debutando como “Santo, el enmascarado de plata”, poco después, según biógrafos, se mudaría a Guadalajara para ser entrenado por el legendario “Diablo Velasco”, en la Arena Coliseo de la Perla Tapatía.
El afecto que pronto comenzó a tomarle la gente, motivó al escritor, José G. Cruz, en 1952, a publicar una historieta en la que, a través de fotomontajes y dibujos, “Santo” tenía aventuras con todo tipo de villanos, incluso monstruos, lo que le convertía en una especie de superhéroe de carne y hueso. El público mordió el anzuelo y tras el fenómeno editorial semanal, el cine le reclamó y aunque no fue el primero en hacer cine de luchadores, sigue siendo el más icónico.
A partir de aquél 1952, y hasta 1984, supo dividirse entre el ring, el cine, la historieta y hasta teatro de revista llegó a hacer. En 1984 perdió la vida, víctima de un infarto fulminante, antes de ofrecer una función más, junto con otros artistas, en el mítico teatro Blanquita, en la ciudad de México. Su participación consistía en una especie de sketch en el que, una vez más, ponía en su lugar a villanos de poca monta. En el cine mexicano dejó más de 50 títulos que siguen presentándose en televisión y plataformas.
Para asistir
Su altar en el histórico hotel Morales, ubicado en el Centro Histórico de Guadalajara, domicilio Ramón Corona 243, puede ser visto por todo el público, entre las 09:00 y 20:00 horas.
SRN